En la Vega: Un grupo de amigos haciendo un trabajo solidario

Plan de solidaridad desde el Centro Cultural Sabana, ubicado en Chía, con la celebración de los oficios de la Semana Santa, visita a un ancianato y reconstrucción de una casa de familia.

Desde hace varios años, el Centro Cultural Sabana, ubicado en Chía, organiza en la Semana Santa un plan de solidaridad que incluye la celebración de los oficios para los internos de las cárceles, visitar ancianatos, etc. Este año la epidemia del COVID se convirtió en un reto doble: por una parte, muchas familias están más necesitadas que de costumbre; pero también hacía falta vivir con prudencia las medidas de bioseguridad para evitar el contagio.

Los testimonios que trae esta nota son de una actividad ocurrida en la Semana Santa pasada. El fruto de esos días de trabajo, alegría y oración, se mantiene vivo en los participantes, que cuentan los días para volver a otra jornada. A pesar de lo intenso del trabajo realizado, son conscientes del bien que se hace a las familias favorecidas y las lecciones de vida que se aprenden en este proyecto social.

Participaron jóvenes de cuatro nacionalidades: Venezuela, Ecuador, Italia y Colombia. En la foto aparecen Mateo, Juan Miguel, Nicolás, José Enrique, Mateo, Felipe, Daniel y Carlos Antonio

Desde noviembre del año pasado habían unido esfuerzos con los voluntarios de la Orden de Malta para distribuir mercados a familias pobres de varias parroquias de la diócesis de Zipaquirá. Ante la Semana Santa, se propusieron reconstruir la casa de una familia en La Vega, donde la Universidad de La Sabana tiene una casa de convivencias. Además de la donación de los materiales por parte de la Orden de Malta, la empresa "Obras Orlando Sánchez" colaboró con la obra de mano experta, la Universidad de La Sabana y Corfomento donaron becas para la convivencia, la parroquia de La Vega seleccionó la familia beneficiaria y los asistentes pusieron todo su entusiasmo solidario.

Para escribir este artículo varios universitarios nos enviaron sus anécdotas y reflexiones, con lo que esperamos ofrecer un mosaico variado. A Nicolás le llamó la atención “el hecho de ver a los niños más emocionados y atraídos por nuestra llegada a sus vidas que por la construcción de su futura casa. Eso me demostró que el impacto de nuestro tiempo en La Vega iba más allá de apilar ladrillos y mezclar cemento; trascendía a generar metas en aquellos niños”.

Alejandro, Mateo y Ricardo preparan las primeras mezclas

Desde que comenzó el trabajo, tanto la familia beneficiaria como los trabajadores y los universitarios se convirtieron en un solo equipo. Juan David, que fue el chef principal durante esos días, quedó conmovido por la relación que establecieron con la familia, “la nobleza de corazón que se pudo reflejar con los niños, tanto de nosotros hacia ellos como de ellos hacia nosotros, pues nos buscaban para jugar, para hablar de sus costumbres, de sus miedos, de la emoción de tener su nuevo cuarto”. A Nicolás no se le olvida que “a los compañeros obreros se les dificultó entender el porqué de nuestra labor voluntaria y me preguntaron en varias ocasiones si no recibiríamos algún beneficio académico o profesional por el trabajo realizado, más allá de la gratificación personal”.

José Enrique recuerda los momentos intensos de trabajo en llave con los obreros, que los acogieron como sus iguales y les enseñaron las claves para hacer las mezclas del cemento, del mixto, etc. Nicolás recuerda especialmente la jornada de trabajo del martes santo, que fue muy exigente. Sin embargo, “a pesar del cansancio estábamos orgullosos del trabajo que hacíamos, llenos de pasión por el servicio. En la comida recordábamos todo lo que habíamos vivido durante el día, estábamos felices y por eso es un momento muy representativo para mí”. El trabajo intenso les ayudó a valorar las ocupaciones manuales, como resalta Juan Miguel: “este proyecto aporta a la formación integral y nos permite evidenciar la importancia de dar un sentido social a nuestras profesiones, a valorar las dificultades que conlleva cada oficio. Muchas veces sentía que físicamente no daba más, pero la fuerza espiritual y el empeño común no me dejaban tirar la toalla”.

Hubo distintos frentes de trabajo. En la foto, Alejandro y Nicolás transportan un bloque para reforzar el piso de patio de ropas

Además del arduo trabajo en la construcción, también hubo tiempo para el estudio y, desde luego, para la oración. Varios participantes dijeron que fue una escuela la prioridad que tienen las prácticas de piedad, y han seguido luchando por vivirlo después de regresar a las actividades cotidianas. Además, todos pudieron conversar con el sacerdote desde el primer momento de la actividad. Por eso Ricardo contó que el proyecto social “fue una oportunidad inolvidable de crecimiento, una semana que me permitió entregarme a los demás, donde la oración nos fortalecía de la mañana a la noche, porque aprendimos que es lo primordial en cualquier tarea”.

Un día inolvidable fue el Jueves santo. Teniendo en cuenta el trabajo tan duro de aquellos días, en el horario inicial estaba previsto un par de horas para adorar el Santísimo, en cortos turnos de quince minutos. Pero los asistentes propusieron hacer una vela que durara toda la noche. Nicolás recuerda que “aquella idea de perder unas horas de descanso luego de las arduas tareas que realizábamos sería algo inédito que quizás a más de uno le costaría, pero nos sirvió para darnos cuenta de que era un gesto de amor hacia nuestro Padre Dios, que no se compara con todo el amor que Él nos tiene. Simplemente me pareció algo hermoso, poder acompañar a Jesús en la madrugada, estar a solas y compartir con Él lo que había sido mi Semana Santa, preguntarle sobre mi vocación, hicieron que ese fuera un momento único”.

También aprovecharon para llevar unas donaciones al ancianato y a la pastoral social de la parroquia. Juan Miguel concluye que entre las enseñanzas de esta convivencia se encuentran “la importancia del servicio enfocado a la solidaridad, cómo desde el trabajo en equipo se logran los objetivos, que en este caso eran la esperanza de llevar felicidad de toda una familia al brindarles una casa nueva”.

Uno de los trabajos más pesados fue la mezcla del material mixto para hacer el piso de los cuartos traseros de la casa. En la foto aparecen Santiago, Felipe, Juan Miguel, Mateo, Luis Eduardo y José Enrique

Santiago resalta que “una semana parece poco tiempo, pero es suficiente no solo para sentir la alegría de una familia, sino para crear lazos de amistad con los muchachos del grupo. Es gratificante tener algo que podemos seguir construyendo después de la actividad”. Y es que la convivencia fue una ocasión maravillosa de crecer en amistad, al compás no solo del trabajo, sino de los ratos de deporte y de los intercambios espontáneos sobre los descubrimientos que cada uno hacía del espíritu del Opus Dei.

La última noche celebraron la vigilia pascual y después compartieron una agradable velada con actos de los participantes. Unos días después, Carlos Antonio recibió el libro “Camino”, de san Josemaría, y envió al grupo de WhatsApp el punto 145, que le había recordado el show pascual: “Un grupo de jóvenes en noble y alegre camaradería. Se oye una canción, y después otra y más. Aquel muchacho del bigote moreno sólo oyó la primera: Corazones partidos yo no los quiero; y si le doy el mío, lo doy entero. ‘¡Qué resistencia a dar mi corazón entero!’ –Y la oración brotó, en cauce manso y ancho”.

Juan David hace el balance de la actividad: “vivimos la Semana Santa como Cristo, un grupo de amigos en una mesa, rodeados de oración, de aprendizaje, de esfuerzos y sacrificios, que al final fue dar y darse a los demás, con cansancio físico, heridas en la piel, pero con el fin de dejarle algo bueno a una familia”.

Para Santiago “hubo cosas que cobraron un sentido distinto y fueron nuestra prioridad esos días, como pasar tiempo de calidad, entregarnos por completo a quienes necesitaban de nosotros y vibrar con la alegría del momento”.

Como declara Juan Miguel, “volvería con los ojos cerrados a otro proyecto social universitario, porque además de ser un espacio de amistad, nos permite encontrar la felicidad en el servicio a los demás y ver ahí el camino hacia la santidad”.