“El mejor negocio de la vida es decir siempre que sí al Señor”

Dos sacerdotes ordenados el pasado 5 de mayo son colombianos: José Guillermo Muñoz Maldonado y Alberto José Ospina Sánchez

Padre Alberto José Ospina Sánchez con su papá, mamá y prima

El pasado 5 de mayo, el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, ordenó a 31 nuevos sacerdotes del Opus Dei en la basílica romana de san Eugenio. Dos de ellos, el ingeniero José Guillermo Muñoz Maldonado y el pianista Alberto José Ospina Sánchez, son colombianos.

Las palabras de la homilía del cardenal Robert Sarah, fueron escuchadas con especial atención por los asistentes a la basílica de San Eugenio y por quienes vieron en directo la transmisión, y se quedarán como una verdadera pieza de lectura permanente, por su mensaje. “El sacerdote es hoy la expresión visible y tangible de Jesús, Sacerdote, Juez y Médico de las almas. El sacerdote es el amor del corazón de Jesús. Cuando veáis al sacerdote, pensad en Nuestro Señor Jesucristo”, manifestó el cardenal.

Vamos a conocer algo de esas dos historias de entrega, de los ahora sacerdotes Guillermo y Alberto.

EL INGENIERO PARA DIOS

José Guillermo Muñoz Maldonado nació en Bogotá y es hijo del arquitecto William Muñoz fallecido hace ya varios años y de la ingeniera María Consuelo Maldonado.

Padre José Guillermo Muñoz Maldonado junto a su mamá, María Consuelo Maldonado

Guillermo es ingeniero agrónomo, comenta que estaba terminando la licenciatura en teología moral en la Universidad de Navarra en Pamplona (España) cuando se enteró que el Prelado, una vez conocida su disposición para ser sacerdote, lo llamaba, aceptando su decisión. Una vez recibida la noticia, le sugirió que lo pensará con total libertad y que le diera una respuesta. Cuenta que sintió gran alegría, esa alegría propia de quienes se saben protagonistas de una aventura divina.

Su llamada al sacerdocio ocurrió de manera muy natural. “Tienes un itinerario pensado, pero después hay cambios, nuevos planes y se abren otros caminos… y ¡adelante!”, afirma.

Cuenta el Padre Guillermo: “Desde que me enteré de la ordenación le pedí a mi madre, a mis hermanos, a mis amigos --la verdad, a todos los que pude-- que rezaran por los treinta y un nuevos sacerdotes de la Prelatura. Y es que el reto que se nos plantea sobrepasa totalmente nuestras capacidades: con nuestra vida debemos facilitar el encuentro de cada persona con Cristo, celebrando los sacramentos y estando siempre disponibles para lo que nos necesiten. En otras palabras, nuestro nuevo reto es materializar lo que san Josemaría Escrivá quería de sus hijos sacerdotes: “que pusiesen el corazón en el suelo para que todos los demás pisen blando”. La mejor ayuda de los católicos por nosotros los sacerdotes, consiste en rezar de verdad, y mucho”.

Y continúa compartiendo que “todos los mensajes que he recibido de mis amigos han sido muy positivos. A algunos los tomó por sorpresa. No es de todos los días que un amigo de la universidad o un colega tuyo de trabajo se ordene sacerdote (risas). Lo que si he comprobado en estas pocas semanas después de la ordenación es que la gente te confía importantes intenciones. Me dicen, “acuérdate en tu próxima Misa de (…)” o “da gracias al Señor por aquel favor (…)”. Me da mucha alegría comprobar que por medio del sacerdote muchos se saben escuchados y cuidados por Dios”.

Algunos le han preguntado cómo fue su vocación al sacerdocio, ya que estudió Ingeniería y en eso trabajaba; su respuesta es sencilla: “desde hace años vengo haciendo los estudios necesarios, pues sin cumplir los requisitos canónicos pertinentes, no es posible. Los estudios filosóficos y teológicos los comencé en Colombia y los terminé en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y en la Universidad de Navarra. El año pasado terminé la licenciatura y actualmente estoy haciendo la tesis doctoral en la misma área de investigación”.

Como es lógico, también su familia y amigos quieren saber dónde desarrollará su labor pastoral. No duda en responder: “los sacerdotes del Opus Dei nos ordenamos para atender las labores apostólicas que lleva la Prelatura en todo el mundo. Así que puede ser en cualquier lugar. Por su puesto, incluido Colombia (risas).”

IMITAR Y HACER PROPIA LA HUMILDAD DEL PAPA FRANCISCO

Alberto José Ospina Sánchez nació en Bogotá y es hijo del ingeniero Alberto Ospina y de la economista Verónica Sánchez.

Padre Alberto José Ospina Sánchez

Desde muy pequeño, al escuchar cantar a su padre, decidió aprender a tocar algún instrumento, y en un cumpleaños le regalaron un piano. Se convirtió, poco a poco, en un virtuoso del teclado. Sólo pensaba en pentagramas, notas, solfeo y ejecución musical de piezas clásicas.

“La llamada al sacerdocio, en mi caso, se ha ido dando poco a poco, hasta que, de repente, he caído en la cuenta de que es una realidad. Son muchas cosas: el deseo de estar más cerca de Jesús en la Eucaristía, de ayudar espiritualmente a los más necesitados... Aun así, creo que dos momentos cruciales para descubrir esta llamada han sido la invitación a realizar algunos estudios de teología en Roma y, luego, la invitación directa del Prelado de la Obra, Mons. Fernando Ocáriz, a hacerme sacerdote”, relata.

Su vida como sacerdote le plantea varios retos: “Imitar y hacer propia la humildad del Papa Francisco; entregar todos los aspectos de mi vida al servicio de Jesús en la Eucaristía y de todas las personas. En otras palabras, el completo olvido de sí para servir a los demás”.

¿QUIERES UN SECRETO PARA SER FELIZ?: DARSE Y SERVIR A LOS DEMÁS, SIN ESPERAR QUE TE LO AGRADEZCAN

Su decisión de tomar el sacerdocio como su vida futura fue recibida con alegría por sus amigos. “Muchos están felices de que la Iglesia vaya a contar con un nuevo sacerdote colombiano; otros piensan, más bien, en que tendrán un amigo sacerdote, ese mismo amigo con en el que salían a pasear, de fiesta, con quien compartían largas horas de estudio; otros, menos creyentes, se alegran porque haya más personas dedicadas al servicio de los demás”.

Con la experiencia vivida hasta ahora, y en este nuevo camino que comienza, recomienda a aquellos que sienten un llamado a servir a Dios, desde cualquier lugar de la Iglesia: “entregar la vida a Dios es una decisión muy seria y para toda la vida. Por esto, lo más natural es que entren dudas y algo de miedo. Esto, sin embargo, no es una cosa mala; al contrario: quien tiene dudas y miedo significa que valora realmente la llamada que siente. Las cosas grandes implican un riesgo, y ese riesgo lo percibimos todos. Por todo esto, lo mejor es dejarse aconsejar de un buen sacerdote... y si parece que entregar la vida a Dios es realmente el camino de uno, lo mejor es no pensarlo mucho y dar el paso. Dado el paso, llega la seguridad, y no al contrario”.