Ciro Parra: un profesor con el don de la amistad

Los Agregados son aquellos fieles laicos que, entregando su vida plenamente a Dios en celibato apostólico y de acuerdo con el espíritu del Opus Dei, atienden sus compromisos familiares y profesionales, de modo que -de ordinario- viven con su propia familia.

Un sábado de los años ochenta llegó al Centro Cultural y Deportivo Monteverde, cuando funcionaba en Usaquén, en una esquina del Gimnasio de Los Cerros, al norte de Bogotá. Llegó vestido de jean, chaqueta, tenis y trajo en su mano derecha una cometa.

Tenía una ilusión: hacer volar su birlocha. Lo intentó una y otra vez y nada. Estuvo a segundos de olvidar su misión y de meter en una caneca su volantín, cuando alguien se le acercó y le dijo: “paciencia, paciencia, mi estimado amigo”. El extraño le dio las consabidas lecciones y en efecto, a los pocos minutos el volantín alcanzó altura y entonces, Ciro mostró aún más su alegría y gritó con entusiasmo: “Ya casi alcanzamos las nubes y sigue subiendo”.

Fue una tarde para comenzar a soñar.

Arribó de La Capilla, un municipio de la planicie cundiboyacense, con deseos de cursar su secundaria y cumplir con su anhelo de ser profesor. Le fascinó, desde siempre, el tema de la educación, de la formación y de la historia. Allí conoció el Opus Dei y a los meses pidió la admisión como Agregado.

Los Agregados son aquellos fieles laicos que, entregando su vida plenamente a Dios en celibato apostólico y de acuerdo con el espíritu del Opus Dei, atienden sus compromisos familiares y profesionales, de modo que -de ordinario- viven con su propia familia.

Las cometas quedaron atrás porque el fútbol lo apasionó de tal manera que, con sus amigos de la sección nocturna del Gimnasio de Los Cerros, de Monteverde, del barrio, del trabajo y de su familia organizó decenas de partidos de microfútbol y fútbol que culminaron muchas veces hacia las doce y algo más de la medianoche. Si perdía o ganaba la risa era igual, por lo general, completada con inmensas carcajadas por las anécdotas surgidas.

Esta foto fue tomada el 18 octubre de 2024, última clase que dictó, fue a asesores académicos de la Universidad de La Sabana.

En los paseos, excursiones, encuentros, convivencias, siempre alguien le decía: “Ciro, cante la canción del gato”. Y él, entusiasmado, sacaba su mejor afinación. Una de sus pasiones era ver feliz a la gente.

Además de sus enseñanzas profesionales, Ciro Hernando Parra Moreno, como le gustaba que le llamaran con sus dos nombres y sus dos apellidos, fue su afán apostólico. Cursos básicos para jóvenes, catequesis para niños ayudándoles a preparar sus primeras comuniones y confirmaciones, círculos de estudio, charlas en retiros y convivencias, pero, además, esa conversación personal, uno a uno, con ejemplos de grandes pensadores o de santos de altar. Fueron años dedicados al apostolado.

Lo aprendió muy bien de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, quien en el punto 961 de Camino, lo dejó grabado en mármol para los corazones avezados por hablar de Dios: Tienes que ser un "hombre de Dios", un hombre de vida interior, un hombre de oración y de sacrificio. Tu apostolado debe ser el desbordamiento de tu vida "interior".

Difícil calcular cuántos amigos tuvo Ciro. Muchos desde la infancia, de sus estudios de secundaria, de su amada Universidad de La Sabana en la que hizo su pregrado y trabajó durante toda su vida profesional allí desempeñó roles importantes, incluyendo el de ser decano de la Facultad de Educación por un poco más de 28 años, o de la Universidad de Navarra en la que obtuvo su Doctorado en Pedagogía.

En su álbum fotográfico no existe una sola foto donde no esté sonriendo. Fue un hombre que irradiaba alegría. Así lo fue siempre en un compromiso social, en la clase, en la universidad, en la calle…

Cuando se conoció la noticia de la visita de San Juan Pablo II a Colombia en 1986, con Germán Murcia, Andrés Romero y otros cuatro amigos, se propusieron pintar un grafiti en una piedra del Cerro de la Cruz en Usaquén con la frase “Totus Tuus”, con la ilusión de que de pronto el Pontífice lo pudiera observar desde su avión cuando llegara a Bogotá, o en uno de sus desplazamientos por el país o cuando se marchara de nuevo a Roma. De pronto el Santo Padre ni se enteró de esa muestra de amor, pero lo que sí quedaron estampadas en las montañas fueron las oraciones, el rezo del Santo Rosario y desde luego, los chistes de Ciro.

Centenares de alumnos pasaron por las aulas donde dictó clase. Todos lo recuerdan con especial cariño. En los últimos días de su vida, mientras estuvo internado en la clínica, las enfermeras preguntaron quién era ese señor que tenía tantos amigos. Con sus hermanos, sobrinos, los miembros de la Obra agregados, supernumerarios, numerarios y amigos, los voluntarios para estar con él día y noche eran tantos, que en varios momentos hubo que restringir las visitas a solo una persona a la vez, aunque siempre estaban en espera muchas más para pasar un rato con él. Las enfermeras de otros pisos decían, ese señor es muy famoso, le llegan muchas visitas, tengo que conocerlo. Durante el mes y medio en la clínica nunca estuvo solo.

Hasta unas semanas antes de su partida, a pesar de que su enfermedad le mermó su estado físico, participó en las redes sociales, sobre todo en Facebook donde escribió sus típicos mensajes o reproducía avisos llenos de alegría y picardía: “cuando estés triste nunca pero nunca bajes la cabeza, porque te sale papada y se ve horrible”. “¿Por qué Charles Chaplin no hablaba en las películas? Porque el director le decía: "No charles Chaplin”. “-Creo que me estoy volviendo loco, veo duendes por todos lados. -¿Has visto un psicólogo? –No, hasta ahorita puros duendes”.

El pasado 3 de diciembre, en plena novena de la Inmaculada Concepción, Ciro entregó su alma al Creador y cuando la noticia se dio a conocer a sus familiares y amigos, muchos de ellos, en sus mentes solo encontraron buenos recuerdos. Fue un hombre de fe.

Su velación será en la Funeraria Candelaria Chicó desde la 1:30 p.m. del día miércoles. Sus exequias se llevarán a cabo en la Iglesia de Cristo Rey, ubicada en la calle 98 #18-23 en Bogotá, el jueves 05 de diciembre a las 11:30 a.m. Luego será trasladado al Campo Santo Jardines de Paz, autopista norte calle 200.