Cómo la teología del cuerpo nos ayuda a entender quiénes somos verdaderamente

Publicamos las 129 catequesis de la teología del cuerpo de san Juan Pablo II junto a una entrevista a Juan José Pérez-Soba, teólogo y profesor experto durante décadas en esta materia.

San Juan Pablo II pronunció a lo largo de 5 años de su pontificado, de 1979 a 1984, una serie de 129 catequesis que más tarde serían publicadas bajo el título “La teología del cuerpo: El amor humano en el plan divino”. Ahora las ofrecemos a todos los cristianos e interesados en su lectura o estudio, de manera gratuita para su descarga en un libro electrónico.


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Las enseñanzas del Papa polaco -consideradas por muchos como una “nueva antropología”- se centran en el relato de la creación del hombre y la mujer del libro del Génesis. ¿Qué implica que la persona sea sexuada? ¿Tiene algo que ver con la manera en la que Dios nos ha pensado desde toda la eternidad? ¿Y con la felicidad plena a la que estamos llamados?

Portada de las catequesis sobre la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II
Portada de las catequesis sobre la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II

Con motivo de la publicación de estas catequesis, ofrecemos una entrevista a Juan José Pérez Soba, sacerdote de la archidiócesis de Madrid, teólogo y profesor en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma y el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia. También fue una de las personas que trabajó en la traducción de la primera edición en castellano que se publicó de estas catequesis.

El profesor Pérez-Soba lleva años estudiando el pensamiento del papa poláco sobre familia, amor humano y sexualidad y es un experto en teología del cuerpo y pastoral familiar. En esta entrevista tratamos de ofrecer un marco de contexto para aquellos que estén menos familiarizados con la teología del cuerpo, sus conceptos básicos o las ideas fundamentales que el papa quiso transmitir en aquellas catequesis.

Además, también hablamos sobre algunas de las contribuciones de las enseñanzas de san Josemaría a la vida cristiana de las familias o el matrimonio, y la relación que pueden guardar con las de Karol Wojtyla.

¿Podemos hablar de una nueva antropología fundada por el Papa San Juan Pablo II?

Efectivamente, ante todo, Juan Pablo II propuso una nueva antropología, un nuevo modo para que el hombre se conozca a sí mismo. En estas catequesis hay un elemento identitario: la sexualidad, no como algo secundario, sino como algo interno, esencial, que tiene que ver con la vocación al amor. Detrás de esto hay una nueva manera de entender al hombre. Lo que el Papa destaca es la necesidad de que el hombre se encuentre a sí mismo para poder responder a su propia vocación.

¿De qué manera estas catequesis ayudan al hombre a encontrar y vivir su identidad más profunda?

Una de las frases que el Papa dijo fue que “lo que ocurre al hombre es que ha perdido su identidad”. La identidad implica que el nombre es un “quién”, no una cosa. Una persona con unidad de vida que permite construir su propia historia. Esto fue clave para Juan Pablo II, que vivió en un ambiente dominado por ideologías totalitarias como el nazismo y el comunismo, que precisamente negaban esa dimensión personal.

Una de las ideas que explica el Papa es que nuestra naturaleza sexual —hombre o mujer— tiene relación con los deseos de Dios para el hombre. ¿Podría desarrollarla? 

Juan Pablo II veía los deseos humanos dentro de un plan de Dios. Que el hombre sea hecho a imagen y semejanza de Dios implica que está llamado a una especial intimidad con Él. Y que nos haya creado hombre y mujer no implica que Dios sea sexuado, sino que, mediante la sexualidad, el hombre puede aprender a amar, y ese aprendizaje es lo que le permite comprender a Dios.

¿Qué sentido tiene esto? ¿Qué implica para la teología del cuerpo que hayamos sido creados a imagen y semejanza de Dios?

La libertad no es una especie de fallo de la naturaleza, sino que la libertad es una respuesta de amor. La libertad si no es para amar, he fracasado en ella. La elección del hombre no nace de un vacío, sino de una presencia amorosa a la que tiene que responder. La relación humana básica, especialmente la familiar, alcanza aquí un valor fundamental para formar su libertad. Esto va en contra de una estructura social que presenta al hombre como individuo aislado, solitario, más fácilmente manipulable.

¿Qué ideas puede sacar un lector varón para vivir en plenitud su masculinidad, según el plan de Dios expresado en estas catequesis? ¿Y una mujer?

En una de sus obras de teatro Karol Wojtyla habla de la paternidad como una realidad difícil. Presenta un modelo masculino que no es autorreferencial, sino relacional. Esto quiere decir que la masculinidad y la feminidad nos hablan de la vida en comunión a la que estamos llamados. Para entender la masculinidad hay que comprender la feminidad, y viceversa. El rechazo actual de la paternidad como si fuera algo opresivo es un problema que genera una debilidad interior. Personas muy capacitadas a nivel técnico pueden, sin embargo, vivir guiadas por emociones sin una estructura interior sólida. Por eso estas catequesis son proféticas.

¿Por qué cree que ahora hay un “boom” con la teología del cuerpo, si estas catequesis fueron formuladas hace más de 40 años?

Lo clásico, lo que tiene valor permanente, necesita tiempo para madurar. Juan Pablo II tenía una visión a largo plazo, no se ceñía a los problemas y necesidades del momento, sino que veía un camino de siglos. Además, el pensamiento siempre requiere una maduración. Ya había escrito estas reflexiones antes de ser Papa. Poco a poco fueron traducidas y entendidas por un público más amplio, aunque su lenguaje no es fácil. Para su conocimiento más amplio requerían que los divulgadores las trabajaran y las entendieran en toda su profundidad. El Papa jamás hizo el intento de imponer sus propias catequesis, sino que las dejó para que tuvieran vida propia. La verdad no se impone por la fuerza, sino que convence por sí misma.

¿Qué repercusiones cree que han tenido estas catequesis en la teología de la Iglesia?

Falta aún una recepción grande por parte de los teólogos. Algunos las criticaron, calificándolas de machistas por no incorporar la aportación femenina, pero eso no es cierto. Varias mujeres teólogas defendieron que, por supuesto, las catequesis incluían también una visión de la feminidad y de la mujer. La teología hoy está en una situación un poco precaria y necesita puntos de orientación claros, y estas catequesis los ofrece en un tema fundamental como es la sexualidad.

Muchas veces se percibe la moral sexual de la Iglesia como algo restrictivo o moralizante. ¿Cómo ayudan estas catequesis a comprenderla de manera más liberadora?

En su libro anterior, ‘Amor y responsabilidad’, el Papa parte de la experiencia, del trato con matrimonios, para explicar que la sexualidad es un bien. Por eso, define la castidad no como represión, sino como plenitud del amor. La corporeidad forma parte integral del ser humano y él desarrolla un modo de integrar la vida sexual y espiritual del hombre. Entendió la castidad como una virtud positiva, no negativa. La moral no es limitación, sino un camino de plenitud. No tiene que ver con alguien que me dice qué debo hacer, sino con responder a mi propia identidad. Nadie puede amar por mí, y por eso necesito aprender a amar. Esta visión es profundamente positiva, contraria al puritanismo, que no es cristiano, sino de origen calvinista.

Algunas personas pueden ver el matrimonio de una manera idealizada, pasando por alto las dificultades o los compromisos que conlleva ¿Cómo podemos formar personas más maduras o comprometidas con la decisión más trascendente que una persona puede tomar?

La preparación al matrimonio no puede reducirse a un fin de semana. La vocación al amor implica la preparación de toda una vida. Todo comienza en la familia de origen, que debe ser el primer lugar de formación afectiva y sexual. Luego hay que acompañar a los novios en su discernimiento vocacional, lo que les hace entender que es algo muy importante en su vida. La adolescencia hoy en día dura más, y es clave que haya familias cristianas capaces de transmitir una fuente de amor. Por otra parte, mucha gente se casa con una idea de amor romántico, que también implica una falta de madurez. Hay que acompañar a las familias para que puedan entender también la profundidad de su vocación al amor.

Al hablar de estas catequesis, solemos pensar en el matrimonio. Pero ¿qué pueden aportar a quienes no están llamados a casarse o a jóvenes, solteros, viudos, célibes…?

Estas catequesis hacen que el hombre se descubra a sí mismo. Hablan de la vocación al amor, que se puede vivir también en la virginidad o en el celibato. Las catequesis hablan mucho de amor y poco de familia. La teología del cuerpo completa debe hablar también de relaciones de filiación y fraternidad, que complementan lo propuesto en las catequesis de Juan Pablo II. Creo que él las concibió así también, no las ofreció como algo cerrado, sino como una invitación a seguir profundizando.

¿Cuál cree que es la principal contribución de las enseñanzas de san Josemaría para la vida familiar?

Sobre todo, el que él no entendía la vida familiar sin que fuera santa. Para san Josemaría, una familia no es solo un hogar, es una escuela de santidad. La vida familiar no es algo de andar por casa, sino que en esa casa anda Dios. Si en una casa entra Dios la transforma. La familia cristiana no es simplemente una casa material donde las cosas salen adelante, sino una comunidad también de fe que tiene que llegar a ser santa, y creo que eso, que san Josemaría propuso a tantos matrimonios, tiene hoy una validez enorme.

¿Y cómo han influido sus enseñanzas en la visión del matrimonio como vocación dentro de la Iglesia?

Hoy se habla con más naturalidad del matrimonio como vocación, pero hace 100 años era algo extraño, aunque 100 años en la historia de la Iglesia no es nada. Otra cosa es entender en toda su profundidad las implicaciones del matrimonio como una vocación a la santidad. Antes, el matrimonio era un estado de vida y una institución de derecho divino, pero desde luego no se veía como una vocación y menos como un camino de perfección cristiana. Era una manera muy racionalista de no ver el bautismo como fuente de santidad. Eso no quiere decir que muchos matrimonios no vivieran santamente, simplemente era una carencia en la formación y en la concepción que había en la teología de entonces sobre esto.

¿Y qué puntos cree que tienen en común san Josemaría y san Juan Pablo II respecto al matrimonio?

Ambos han sido pioneros sobre algo que sólo el paso del tiempo les ha dado la razón, entendiendo la santidad como una vocación para todos los hombres, y predicando que el matrimonio es un camino de santidad. Son dos personalidades que suscita Dios en su Iglesia en momentos en los que los necesita. Esa visión de una Iglesia santa que no tiene que tener preocupación de los números sino de vivir en verdad, está presente en ambos. Los dos vieron el matrimonio como una llamada a la santidad. En épocas donde se veía como algo solo correcto o digno, ellos lo presentan como algo santo. Ambos entendieron que la santidad no se limita al estado religioso. También vieron en la familia el lugar donde se puede vivir esa santidad de manera concreta y diaria.

¿Y qué impacto cree que puede tener la enseñanza de san Josemaría en muchas familias en crisis?

San Josemaría hablaba a las personas en crisis y no en crisis. Reconoce las miserias humanas y no se escandaliza de la debilidad. Muestra que la santidad no es para superhombres, sino para quienes dejan actuar a Dios en su vida. Subraya mucho el valor de la amistad, del acompañamiento espiritual. También la idea del acompañamiento a los matrimonios. No es bueno que los matrimonios estén solos, y muchas veces basta con que se dejen ayudar para que puedan salir adelante, como también enseñaba san Josemaría.

Por último, ¿cuál cree que es el papel del cuerpo, de la materialidad del cuerpo, en las enseñanzas tanto de san Juan Pablo II como de san Josemaría?

El cuerpo está en el centro. No como algo que estorba a la vida espiritual, sino como lugar donde se expresa el amor. El cuerpo me habla de muchas cosas. Ambos santos hablan de la unidad entre amor y corporeidad, que se manifiesta en el corazón, que es donde Dios habla y donde el hombre se entrega. Solo ahí se puede vivir la santidad como respuesta al plan de Dios.