Un belén cordobés visitado por personas de 54 países

El Belén que la Asociación Familiar Club Alcorce tiene instalado en el patio de columnas de su sede, ubicado en un céntrico barrio de Córdoba, es uno de los que -cada año- cuenta con mayor respaldo popular y premios en concursos de belenes.

Al comienzo de la década de 1960, la sede de la asociación familiar Alcorce era un piso de unos cien metros cuadrados en Córdoba (España). Allí todo giraba en torno a la sala de estar, la habitación más amplia, que se utilizaba como espacio para los medios de formación cristiana, charlas, encuentros y conferencias con personalidades de la ciudad. Un rincón de aquella sala de estar, junto a una pequeña ventana, era el lugar elegido para instalar el sencillo y entrañable belén.

A comienzos de los setenta, Alcorce se trasladó a su actual sede, una diáfana casa en el corazón del barrio de la Judería. Por su actividad y por su emplazamiento, Alcorce se convirtió en un lugar conocidísimo de la ciudad, por el que innumerables personas han pasado, entre otras cosas gracias al belén.

Del pequeño belén al taller de belenismo

Como todo evoluciona, también lo hizo el primitivo belén de aquella primera sede del Club juvenil. De instalar un belén se pasó a organizar un taller de belenismo impulsado por José María, Jean Pierre, Pepe, Manolo, Paco, Enrique, Bartolomé y Javier, más los que se animan a aportar su dote artística o su colaboración material.

Desde el primer momento se estudió a fondo el tratamiento artístico del relato bíblico, prestando especial atención a los datos arqueológicos de la época, buscando la fidelidad a la narración evangélica junto a una recreación ambiental lo más exacta posible, para facilitar que los que vieran esas escenas de la infancia de Jesucristo y de la Sagrada Familia pudieran contemplar el belén “como un personaje más”, como aconsejaba san Josemaría.

Tarea prioritaria fue también la de conseguir figuras de calidad artística y de estilo homogéneo. Jean Pierre propuso una idea que ha resultado todo un éxito: bajo el lema “Todos somos el Belén” sugirió un patrocinio, de tal manera que resultase asequible económicamente la adquisición de todas las figuras. En poco tiempo se alcanzó el objetivo gracias a la colaboración de quienes frecuentaban Alcorce.

El pasado año los promotores del taller de belenismo consideraron que ya había llegado el momento de participar en el certamen que se organiza en la ciudad; y ello suponía, entre otras cosas, la obligatoriedad de mantener el recinto abierto al público durante las fiestas navideñas. El esfuerzo de estos meses se ha visto recompensado con la concesión de unos de los primeros premios en la categoría absoluta.

Como la sede de Alcorce está situada en una casa señorial del centro histórico de Córdoba, con un patio andaluz amplio y bonito, pasan muchas personas por la zona y bastantes de ellos entran a visitar el Belén.

En 2019 lo visitaron más de seis mil personas de cincuenta y cuatro países, muchos de ellos familias con niños, desde lugares tan distantes como Australia o Japón hasta otros más cercanos, y supuso una buena oportunidad para explicar el sentido cristiano de la Navidad. En estas explicaciones también han colaborado los socios del club y sus padres.

Un matrimonio –periodistas ambos– relataron durante la visita que siempre ponían el belén en su casa, pero que dejaron de hacerlo al fallecer el padre de esa señora. “Después de ver esta maravilla, hemos decidido recuperar esta hermosa tradición”, añadieron.

Estas navidades, a pesar de las limitaciones obligadas por la pandemia, el goteo de visitantes de todas las latitudes ha sido incesante, especialmente en las últimas semanas. Una de las alegrías es que no han sido pocas las familias que, al concluir la visita, han rezado ante el Portal, desde los más pequeños hasta sus abuelos.

Las estampas de San Josemaría en diversos idiomas

En el oratorio del club tienen una imagen de san Josemaría, y muchos visitantes preguntan y toman una estampa del fundador del Opus Dei, que se ofrece en un expositor, ordenadas en muchos idiomas.

Una familia de Guayaquil, por ejemplo, entró atraída por la belleza de la casa. Coincidió que Juan atendía ese día las visitas y les comentó que conocía su país y que había trabajado en una obra corporativa de su ciudad. Y resultó que la señora había cursado estudios de posgrado en aquel centro y recordaba con cariño las atenciones que allí le habían dispensado, y que ahora palpaba en su visita a Alcorce. “El Opus Dei es igual en todo el mundo”, comentó.

Un visitante de Libia contó que, aunque él era musulmán, admiraba profundamente a Jesús, al tiempo que se llevaba una estampa de San Josemaría que vio en su idioma, árabe. Y una familia de Armenia, que atendieron -no sin cierta dificultad, pues solo la madre hablaba un poco de español y otro poco de inglés-, también quisieron imitar a otros visitantes y se llevaron una estampa de san Josemaría en ruso.

En ocasiones la internacionalidad de los visitantes ayuda a desenredar entuertos, como aquella vez que se explicaba el Belén a una señora mexicana en español; ella traducía las explicaciones en inglés a su marido americano; y éste hacía lo propio en ruso con sus padres bielorrusos. Y quisieron llevarse estampas en inglés, en español y en ruso. Casi nada.