80 años del “Opus Dei”

El pasado 2 de octubre se cumplieron 80 años de la fundación del Opus Dei, una de las instituciones católicas que mayor entusiasmo ha despertado en los cristianos desde la primera mitad del siglo XX. Y, por casualidad que nos levante el espíritu a los cartageneros, el primer colombiano que ingresó a ese movimiento, con intensa vocación, fue un hijo de esta ciudad: el padre Ignacio Gómez Lecompte, a quien sedujeron por completo la vida y el ejemplo de José María Escrivá, fundador de la organización.

< Regresar al índice anterior

La existencia de monseñor Escrivá es ejemplo de dedicación original a un apostolado, a cuya entrega absoluta no concedió reposo. Nacido en Balaguer, pequeño poblado de Aragón, fue escogido por Dios casi desde la cuna. A los dos años de edad, víctima de una enfermedad a la que no se le encontraba remedio, los médicos lo desahuciaron y pronosticaron su muerte antes de doce horas. Pero no. Llamado para larga peregrinación por el mundo al servicio de la humanidad, recobró la salud en una sola noche y su madre, agradecida, lo condujo ante la Virgen de Torreciudad, para ponerlo bajo su protección, que no cesó hasta su fallecimiento el 28 de junio de 1975. Su obra se extendió por todos los continentes y ha constituido una revolución al servicio de la Iglesia.

Contra la tradicional búsqueda de la perfección a través del retiro del mundo, el beato Escrivá de Balaguer diseñó su actividad como una entrega a la espiritualidad y al servicio de los hombres sin abandonar la normalidad y el trabajo diario dentro de la sociedad. Al referirse a la concepción del “Opus Dei”, uno de sus biógrafos lo define con las siguientes palabras: “Aquella mañana del 2 de octubre de 1928, mientras participaba en unos ejercicios espirituales en la Casa Central de los Paúles de Madrid, vio, con total claridad, la misión que el Señor le encomendaba: abrir en el mundo un camino de satisfacción en el trabajo y en los deberes ordinarios”.

El estilo impuesto por el beato Escrivá de Balaguer constituye una revolución dentro del catolicismo. Los primeros cristianos, desde la edad antigua, entendieron el encuentro con la pureza a través del asilamiento absoluto, en un lugar solitario, apartado de todo. El primero y más famoso de los llamados eremitas o anacoretas fue San Pablo el ermitaño, nacido en la Baja Tebaida.

Guillermo Valencia, dedicó un bellísimo poema a “Palemón el Estilista, sucesor del viejo Antonio, quien burló con tanto ingenio las astucias del demonio”, que terminó sucumbiendo a los encantos de “una bella pecadora”.

Para el beato Escrivá el asilamiento no es la ruta. Y él mismo explicaba que “esas exigencias no puede reducirse al cumplimiento periódico de unos deberes religiosos: tienen que enriquecer y vivificarlo todo: el quehacer personal, el familiar y el social.

El mensaje encontró eco. El “Opus Dei”, que sufrió persecuciones sin cuenta durante la guerra civil española de 1936 a 1939 y que sobrevivió a una atroz campaña de difamación en sus inicios, obtuvo la aprobación pontificia durante el Papado de Pío XII. Y hoy, 80 años después de su fundación, constituye la esencia de colegios, universidades e instituciones que siguen las orientaciones y las enseñanzas de quien fuera en vida, simplemente, monseñor José María Escrivá de Balaguer.

< Regresar al índice anterior

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI // El Universal. Cartagena (Colombia)