“Conocí el Banco de Ropa por una invitación de María Ignacia Moreno, directora ejecutiva, quien necesitaba voluntarios para ordenar las bodegas y entregar tenidas a personas en situación de calle. Me gustó el proyecto: siempre participé en ollas comunes y en visitas a ancianos con el Colegio Huelén, pero nunca me había detenido a pensar en la importancia de la ropa para las personas que no tienen nada. El vestir con dignidad es algo tan básico y en este caso valoran mucho que sea ropa nueva.
Mi trabajo como voluntaria dio un vuelco con un proyecto de entregar ropa a las internas de la cárcel. Pensamos hacerlo una vez. Pero vimos que había 600 reclusas y nosotros sólo logramos llegar con 60 tenidas. La necesidad era inmensa. Se hicieron gestiones con el Ministerio de Justicia y la Mujer para facilitarnos el acceso a las cárceles de San Miguel y Santiago 1 y así pudimos hacer un catastro con los nombres y tallas de cada una y empezamos a hacer visitas y entregas periódicas.
Ha sido una experiencia completamente nueva conocer realidades tan difíciles. Recuerdo una mujer que me dijo que no recibía una visita hace más de seis meses, u otra que solo tenía una muda de ropa y con esto le cambiaba la vida, me señalaba.
Con este trabajo me ayuda a poner los pies en la tierra y me motiva a invitar a muchas amigas a sumarse.
