Una calle para quien impulsó el Opus Dei en Chile

A 12 años de la muerte de don Adolfo Rodríguez y por iniciativa de la Municipalidad de lo Barnechea en conjunto con los colegios SEDUC, se inauguró la calle “Monseñor Adolfo Rodríguez”, aledaña al Colegio Huinganal, en honor al primer vicario del Opus Dei en Chile.

El 5 de marzo de 1950 llegó a Chile el primer sacerdote del Opus Dei, don Adolfo Rodríguez Vidal (1920-2003), enviado por San Josemaría, para iniciar la labor apostólica en el país. A 12 años de su muerte y tras una iniciativa de la Municipalidad de lo Barnechea en conjunto con los colegios SEDUC, se inauguró esta mañana la calle “Monseñor Adolfo Rodríguez” en su honor.

En un emotivo acto que fue presidido por el alcalde de la comuna, Felipe Guevara, y contó con la presencia del Vicario Regional del Opus Dei en Chile, Monseñor Sergio Boetsch, autoridades comunales y fieles de la Prelatura, se destacó la profunda huella que dejó don Adolfo en nuestro país, quien además llegó a ser nombrado obispo de los Ángeles por san Juan Pablo II.

Don Adolfo nació en Tarragona España en 1920 y se trasladó a nuestro país a los 30 años. Siendo ingeniero naval de profesión, llegó a Chile con escasos medios económicos y fue recibido por el Cardenal Jose María Caro, en cuya casa se alojó el primer mes. Al poco tiempo comenzó a impartir clases en la Universidad Católica y en la Universidad de Chile, donde inició su labor apostólica.

“Estoy convencido de que fue un sacerdote muy santo y ejemplar. Es muy emocionante ver que ahora va a estar presente su nombre en una calle y más gente lo va a conocer”, dijo Monseñor Sergio Boetsch al abrir la ceremonia. Por su parte el alcalde de la comuna, Felipe Guevara, aseguró que “las ciudades deben ir reconociendo a las personas que con su esfuerzo y trabajo han ido marcando el camino a otros, para que podamos continuarlo”, agregando que espera que las nuevas generaciones, al pasar por esta calle, se pregunten quien fue este sacerdote.

Un trabajador incansable

Don Adolfo Rodríguez fue recordado por su gran capacidad de trabajo, su humildad, austeridad, modestia y por las numerosas obras que impulsó como la creación de colegios particulares, el Policlínico el Salto, casas de retiro, la Escuela Agrícola las Garzas, entre muchas otras.

“Don Adolfo trabajaba muchísimo. No paraba nunca: Estaba dispuesto como quien dice a todo. Cuando estuvo en ingeniería en los primeros tiempos, él fue asesor del centro de alumnos. En nuestras reuniones se quedaba hasta cerca de la una de la mañana acompañándonos. Y eso que él se levantaba a las 5:00 am. Después, todo lo que hacía en materia apostólica: los retiros mensuales, la atención de confesiones en su casa, en la misma universidad, todo lo hacía solo”, comenta Carlos Cuevas, una de las primeras personas que lo conoció cuando llegó a Chile y uno de los promotores de los colegios de SEDUC.

Muchas familias y amigos cercanos al sacerdote llegaron a la ceremonia que se realizó en la ex Panorámica Sur, esquina Camino el Huinganal. “Don Adolfo quiso mucho a Chile y a los chilenos… Quizás no era el español fogoso con mucha personalidad, era más bien tímido y de pocas palabras, pero eso a uno lo conquistaba. Tenía la inteligencia para comprender a la gente y sus problemas y el corazón grande para quererlos”, aseguró Luis Emilio Donoso, fiel de la Prelatura, en un video proyectado en la ceremonia.

Sobre la acogida que tuvo el paso de don Adolfo en Chile y los frutos de su labor, el Presbítero Alejandro González, recordó una conversación que tuvo con el sucesor de san Josemaría: “Me lo explicó un día don Álvaro del Portillo, cuando me dijo “¿sabes por qué en Chile ha habido tantos frutos apostólicos? Porque don Adolfo trabajó siempre y sólo por amor a Dios”.

Hoy, el recuerdo de Don Adolfo sigue estando muy presente entre los fieles de la Prelatura, y ya son muchos los que profetizan su futura beatificación. Favores ya ha comenzado a conceder.