Trabajos ordinarios y cómo santificarlos (V): Satélites

Elena es una ingeniera que trabaja para una agencia espacial y evalúa proyectos internacionales en los que se utiliza la tecnología de los satélites.

Hay muchas razones por las que puedes elegir un camino profesional sobre otro. Las razones pueden encontrarse en una profunda reflexión o en una simple intuición. Para Elena, que en ese momento asistía a la escuela secundaria clásica, fue la escena de una película la que marcó la diferencia: “Estaba viendo Apolo 13 -dice Elena- y después de la famosa escena del filtro de aire, donde un equipo de ingenieros tiene que resolver un problema muy importante utilizando muy pocos recursos, decidí que quería hacer su trabajo”.

“Me gustaba la idea de hacer algo que funcionara -continúa Elena- que se moviera, y posiblemente volara. Ciertamente, la ingeniería no es un camino fácil. Tuve mis pesadillas nocturnas antes de algunos exámenes, los ataques de llanto, la idea de haber hecho todo mal... ¡Pero me alegro de haberlo hecho, y de haberlo terminado!”.

Hoy en día Elena trabaja para una agencia espacial y se encarga de evaluar proyectos internacionales en los que se utiliza la tecnología de los satélites: “Apoyo a las empresas en la puesta en marcha -explica Elena- de un nuevo servicio o producto para que en poco tiempo (uno o dos años) sea sostenible, genere empleo y genere una ganancia económica en la región en la que fue organizado”.

Del doctorado a los satélites

El camino profesional de Elena, que comenzó también gracias a la escena de una película, ha pasado por la investigación y la consultoría universitaria: “Durante los primeros años de trabajo tuve la oportunidad de conciliar mi doctorado con mi actividad profesional. Después de algunos años cambié completamente de sector e hice un Máster en Administración de Empresas para poder ocuparme de los nuevos retos laborales. Hoy tengo la oportunidad de hacer uso de todos los conocimientos adquiridos a lo largo de los años, tanto de ingeniería como de economía”.

Algunas personas podrían pensar que trabajar en una agencia espacial es un trabajo extraordinario. Elena no es de la misma opinión: “Es un trabajo hermoso y si se hace bien puede cambiar y mejorar la vida de muchas personas, y como la mayoría de los trabajos no tiene nada de extraño”.

No sólo las naves espaciales

Elena nació en Roma y tiene dos hermanos y una hermana: “Mis hermanos mayores están casados y tienen hijos, así que considerando cuñados y cuñadas, sobrinos y sobrinas, el círculo familiar más estrecho es de 14 personas. En mi familia siempre ha sido natural ir a misa juntos los domingos, rezar antes de las comidas, y a veces hablar sobre Dios, quizás comentando el contenido de las clases de religión en el colegio”.

Elena creció viendo a su alrededor “gente cristiana que vivía una vida normal, con sus problemas, con momentos buenos y malos”. Aprendió de sus padres un amor apasionado por el mundo. Y fue precisamente este amar al mundo, y hacerlo amar por la mayor cantidad de gente posible, colaborando con los demás y con Dios para hacer de él un lugar maravilloso, lo que se convirtió en la llamada de Elena, que decidió confiar en el Señor y seguir su llamada en el Opus Dei.

Aunque la agencia espacial evoca inmediatamente un imaginario hecho de naves espaciales y meteoritos, el trabajo de Elena, como ya se ha mencionado, pasa por operaciones muy ordinarias: “Mi principal tarea -dice Elena- es intentar hacerlo muy bien, estudiando a fondo los documentos, tratando de comprender donde no ayudan las dificultades lingüísticas o culturales, intentando explicar los aspectos administrativos o técnicos poniéndome en el lugar de la otra persona para hacerlo lo más fácil posible (o lo menos difícil), estudiando y manteniéndome al día. A veces algunos documentos son muy aburridos, o están mal hechos, y sé que intentar profundizar en ellos es algo que puedo ofrecer a Dios por las personas que escribieron esas páginas y por todo lo que es querido por mí y por Él”.

La vida de la fe y la vida de la ciencia

“Varios de mis colegas saben que soy cristiana, y -afirma Elena- estoy convencida de que el testimonio que se nos pide es el de amar y estar disponibles: puede parecer difícil, pero los cristianos sostenemos que Dios puede ayudarnos a vivir así, por lo que somos los primeros en comprometernos”.

Hay un pasaje de Amigos de Dios que le gusta mucho, el número 249: ¡Cuántas contrariedades desaparecen, cuando interiormente nos colocamos bien próximos a ese Dios nuestro, que nunca abandona! Se renueva, con distintos matices, ese amor de Jesús por los suyos, por los enfermos, por los tullidos, que pregunta: ¿qué te pasa? Me pasa... Y, enseguida, luz o, al menos, aceptación y paz. “Esta normalidad de diálogo entre Jesús y el alma, en la que como entre amigos se preguntan ¿Qué te pasa? ¿Qué te sucede?, y la sólida intimidad de poder responder así como viene, sin tener que buscar palabras particulares: me pasa..., me sucede que... Este es el tipo de relación con Dios que aprendí de san Josemaría, y por el que estaré siempre agradecida”.

“Muy a menudo he tenido que hablar de asuntos directamente relacionados con la fe en trabajos anteriores. En el contexto en el que me encuentro ahora hay personas de todas las religiones y credos, o incluso indiferentes al tema. Hay mucho respeto, pues solemos hablar de nuestras propias tradiciones religiosas, o de nuestras propias formas de ver la vida”.

Hablando de la fe y de las mujeres que se dedican a la ciencia, es muy fácil, desde hace un año, pensar en Guadalupe, la primera fiel laica del Opus Dei en ser beatificada: “Obviamente estoy feliz -concluye Elena-, aunque creo que todavía no he comprendido la importancia de este acontecimiento en el seno de la Iglesia, sobre todo porque una laica es ahora una santa reconocida por todos, independientemente de que fuera científica”.