“Ser sacerdote es lo más bacán del mundo”

Este es el testimonio del padre Óscar Paredes, de la diócesis de San Bernardo en Chile, en el que recuerda sus años escolares en el Colegio Nocedal, los amigos de infancia y el camino que lo llevó a entregarse por completo a los demás desde su fe.

En la serie de historias inspiradoras de la Fundación Nocedal, se publica el testimonio de Óscar Paredes, 33 años, sacerdote de la diócesis de san Bernardo y ex alumno del Colegio Nocedal de la Fundación Nocedal. Actualmente también es capellán del Centro de Salud de la Universidad de los Andes en San Bernardo (CESA). 

Licenciado en Teología por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, creció en La Pintana, donde también nació su vocación. Desde pequeño, sus recuerdos en el colegio y en su barrio fueron forjando una mirada profunda sobre la vida, la fe y el servicio a los demás.

En sus palabras:

El alma tiene sed de cosas grandes, de cielo

Todas las almas en algún momento -cuando digo alma, digo persona- todas las almas tienen sed de plenitud, todas las almas quieren llegar a ser plenamente felices, no solo contentos con lo que da tener buenos amigos o buenos para la chacota o una buena pichanga, sino que mi alma tiene sed de cosas grandes, de cielo. Ya en esta tierra. Los jóvenes, los viejos, los niños, todos tienen esa sed.

Es algo vertical en la humanidad, que lo busquemos. Que busquemos esa felicidad en aquello que nos deja más vacío es una mala opción.

Ese amor que el mundo busca o que las personas quieren encontrar, que lo desean, no lo van a encontrar en el error o en lo malo, sino que, al contrario, volviéndose al Señor, Volviéndose a las cosas grandes: a la pega bien hecha, al cuidado de la familia, al respeto por los demás, al cuidado de la naturaleza. Todo eso, englobado en esa integridad de la persona humana, viene como a dar florecimiento a un alma sedienta. Pero hay que estar muy atento.

La llamada de Dios: hay que estar atento

Hay una Teresa de Ávila que, debido a una enfermedad, ella dijo me meto al convento y voy a ser fiel al Señor y murió santa. Hay un Ignacio de Loyola que cayó una roca sobre sus rodillas y debido a que casi le tuvieron que cortar la pierna, leyó los santos y dijo: esto es para mí. Bueno, hay un montón de hombres que Dios ha tocado en su momento el corazón y le ha dicho, “Tú eres mío. Yo te tengo tatuado en la palma de mi mano. Escogido desde el seno materno”. Pero hay que estar atento para ese cambio. 

Tenemos la imagen potente de san Josemaría, un santo tan moderno, tan nuestro, sus vídeos están todos en YouTube y él, cuando pequeño, vio unas huellas en la nieve y de ahí fue el florecimiento de la vocación; o sea, yo también puedo entregarme a Dios. También necesito que esa sed sea saciada por alguien que no es mi compadre, que ni siquiera es mi esposo, mi esposa, mis hijos, sino que hay algo más.

Muerte de un hombre por hipotermia: "Dios tocó mi corazón en ese momento"

Soy una persona normal, gracias a Dios. Yo fui cocinero -lo soy porque lo estudié- trabajé un tiempo en el Hogar de Cristo, en un albergue y di alimentos para la noche. No como voluntario, sino que como trabajador. Todo era la pega, cumplir el domingo en la misa, Dios está, pero, caramba, no está en todo. En ese invierno un hombre murió de hipotermia afuera de donde yo estaba dando la comida. Y recuerdo muy bien que Dios tocó mi corazón en ese momento. No solo para comprender mi vocación al sacerdocio, sino que para comprender la humanidad que había ahí, mi humanidad. Comprender ese drama -este hombre murió frente a mí y yo con comida caliente-. ¿Dónde está mi humanidad? 

Recuerdo que ahí conocí la tumba del padre Hurtado. Y ahí, de rodillas en la tumba y con algunas lágrimas, le dije que el Señor me ablandara el corazón. Poco a poco fui conociendo más a Dios, yo creo que ahí le abrí la puerta al Señor y el Señor “patudamente” entró y hizo lo que quiso. Y después de un proceso serio -serio con 20 años- de conocer mi realidad, conocerme frente a Dios, hubo un momento en que el Señor a uno a veces lo quiebra.

A veces Él gana: hay que decir ya este compadre me goleó -así como en alguna Champions por ahí-. Y entonces, ¿qué queda? Bueno, ganas Tú. Quiero hacer lo que Tú digas.

Debido a un pobre llegué al sacerdocio y así espero servir a los pobres, para siempre. Cuando digo pobre, no digo los pobres que no tienen no, sino que todas las almas tenemos algo de pobreza. Y fue el lema que escogí para hacer sacerdote, que Dios escogió para mí más bien. El espíritu del Señor está sobre mí porque él me ha enviado a evangelizar a los pobres.