Soñaron… y se quedaron cortos

Si a los padres que fundaron hace cincuenta años el Colegio Los Andes los caracterizó la audacia para iniciar esta aventura educativa, a los de hoy les mueve el optimismo. Saben que, aún en tiempos difíciles, es posible formar a sus hijos en valores humanos y cristianos.

San Josemaría con familias en el comedor que compartía el Colegio Los Andes con Tabancura, en julio de 1974, en Santiago de Chile. Aún resuena lo que tantas veces decía: “Soñad y os quedaréis cortos”.

Han pasado 50 años desde que Adolfo Rodríguez Vidal, sacerdote del Opus Dei, confió a un grupo de padres una tarea que parecía un sueño. Con un modo llano y directo, los animó a promover la creación de colegios. La reunión no duró más de cinco minutos y en ese breve espacio de tiempo el sacerdote dejó en manos de esos padres un enorme desafío. Carlos Cuevas recordaba: “la certeza y la tranquilidad con que don Adolfo nos entregó el encargo, nos dieron los convencimientos de que podríamos llevarlo a cabo y materializar los colegios”[1]. Fue con ese impulso y las oraciones de san Josemaría - fundador del Opus Dei- que se empezó a fraguar la creación de colegios que apoyaran a las familias en la educación cristiana de sus hijas e hijos. Así, en marzo de 1969 abrió sus puertas el Colegio Los Andes, entonces Liceo Los Andes, en su primera sede, una casa en la calle Biarritz, en la comuna de Providencia.

Aún resuena lo que tantas veces decía san Josemaría: “Soñad y os quedaréis cortos”.

Han pasado 44 generaciones desde que se graduó la primera promoción. Los siguientes testimonios reflejan cómo su paso por el Colegio Los Andes, de inspiración cristiana y bajo el cuidado espiritual del Opus Dei, ha sido tierra fértil donde se han sembrado virtudes y cuyos frutos hoy se palpan.

LA FRASE MAGICA

El desafío para esos matrimonios era inmenso: lograr reunir a padres y profesoras que quisieran participar de este proyecto. En esa búsqueda encontraron a Carmen Prieto, su primera directora, quien todavía no cumplía 30 años.

Carmen Prieto con Teresita Galilea, alumna de la primera generación del Liceo Los Andes (1969).

“El Padre nos ha animado a comenzar un colegio… ¿te animas? Todo el mundo respondía ¡me animo!, incluida yo. Así fue como partimos a principios de marzo de 1969. Las primeras familias, jóvenes y audaces, iban a reuniones en casa de los padres promotores y les contábamos que este sería un colegio católico. “Esa era la frase mágica”. Había un contexto social difícil en el Chile de esa época: los padres buscaban una educación que fuera como continuación de la que daban en su hogar, y en fidelidad a la enseñanza de la Iglesia.

Los padres buscaban una educación que fuera como continuación de la que daban en su hogar.

Así fue como en una casa de la calle Biarritz comenzó a funcionar el Liceo Los Andes, con 91 alumnas. El colegio nació con una alta exigencia en el estudio, pero siempre lo prioritario fueron las alumnas. Que cada una lograra ser una buena persona. Por eso nos centrábamos especialmente en la educación en virtudes. Han pasado 50 años y he visto esos frutos, plasmados en personas maravillosas, donde se nota la huella que dejaron esos años de familia en Biarritz”. Carmen Prieto, primera directora, Liceo Los Andes.

PARA AMAR SE REQUIERE GENEROSIDAD

"Volvamos a Cristo”, con ese slogan el colegio Los Andes entusiasmó a padres e hijos a sumarse a la Revolución del Servicio, a la que ha llamado el Papa Francisco. Así es como las familias se han unido a través de misiones, roperos solidarios, colectas, visitas a ancianos, a ir en busca del rostro del prójimo, el rostro de Jesús.

Familia Arrigorriaga Alessandri, preparándose para unas Misiones Familiares.

"En la medida en que nos entregamos a los demás y somos capaces de ponernos en el lugar del otro crecemos como personas, aprendemos a valorar las cosas importantes de la vida y eso nos hace ser más felices.

El colegio se ha preocupado de potenciar este aspecto social y formativo. Se ve reflejado tanto en la iniciativa de las misiones familiares -de las cuales participamos como familia desde hace un tiempo-, como en las campañas de acción social y en el fomento de una buena y sana convivencia entre las compañeras. A nosotros como familia, eso nos ha ayudado mucho.

En la medida en que nos entregamos a los demás y somos capaces de ponernos en el lugar del otro crecemos como personas.

En estos últimos años se ha puesto especial énfasis en el buen trato hacia la persona que esté a mi lado, considerando que todas son valiosas e importantes. Ese es el principio básico de la entrega: primero hacia el que está junto a mí, para luego expandir el círculo hacia todos, especialmente a los más necesitados”. Familia Arrigorriaga Alessandri.

HA SIDO MI SEGUNDA CASA

Cada año, los IV Medios saben que sentirán nostalgia al salir del colegio: un lugar donde recibieron cariño, educación y el inolvidable toque del sabor de la Gena. Todas las generaciones recuerdan a María Eugenia Bauerle, quien por 50 años ha estado a cargo de los almuerzos del colegio.

María Eugenia y Jocelyn Pérez, trabajando en el Casino del colegio.

“Para mí estos años en el Colegio Los Andes han sido de madurez. Crecí aquí. Llegué a trabajar cuando tenía 33 años y me emociona ver cómo ha pasado el tiempo. Ha sido toda una vida. Yo quiero entregar cariño, dejar contentas a las alumnas, profesoras, auxiliares, a todos. Para mí esta es mi segunda casa”. María Eugenia, Gena, Bauerle.

HUELLA DE TALENTOS

Han pasado 11 años desde que la artista visual y magister en Arte Terapia, Claudia Baeza Roblero, egresó del colegio. “Dejar huella: ese es el desafío con el que el colegio me marcó”.

“Todos tenemos un talento. Todos. Y desde cualquier profesión y lugar del mundo tú lo puedes entregar. En los comienzos de mi carrera profesional, luego de hacer un magíster en arte terapia y un diplomado en psicología positiva, decidí trabajar en Espacio Mandela, proyecto que busca contribuir a la reinserción de reclusos, a través de un espacio de formación laboral y humana al interior de las cárceles. Yo quise hacerlo por medio del arte, darles dignidad, una voz, que dejen de ser un nombre y un delito y sean validados como personas. Conocí sus emociones, y las expresaron y poco a poco fueron bajando sus niveles de violencia.

Además, hace tres años, llegué a trabajar a la Fundación Lacaracola. Actualmente estoy trabajando en dos hospitales públicos, donde acompaño a niños en sus tratamientos oncológicos. A través del arte expresan cómo se sienten: jugar es innato en ellos aún en medio del dolor y sufrimiento. El arte les permite ese espacio lúdico.

Todos tenemos un talento. Todos. Y desde cualquier profesión y lugar del mundo tú lo puedes entregar.

El paso por el colegio me enseñó que las cosas hay que hacerlas bien de principio a fin, comprometerse, ponerle cariño y así dejar esa marca en nuestro caminar”. Claudia Baeza Roblero, generación 2008.

La artista Claudia Baeza trabaja en el hospital Calvo Mackenna y Roberto del Río, desarrollando la creatividad y expresión emocional de los niños con cáncer

TRES GENERACIONES CON LA MISMA INSIGNIA

De entre las 44 generaciones que han egresado del Colegio Los Andes, conversamos con una triple generación que tiene algo especial, pues abuela, madre y nieta comparten un sello: llevan la misma insignia escolar.

“Si pudiéramos destacar una cualidad presente en las primeras personas que se aventuraron a sacar adelante el colegio, diríamos una palabra: audacia. Esa misma característica tuvieron nuestros padres que creyeron y participaron arduamente en este proyecto. Gracias a ellos y a su fe en Dios hoy existe este colegio y nosotras estamos felices y orgullosas de pertenecer a él.

Si hay algo que trascendió en nuestras vidas y que nuevamente nos hizo optar por el Colegio Los Andes en una tercera generación, es la profunda formación humana y espiritual; y ese empeño por hacer las cosas bien de principio a fin”. Verónica Costabal e Isidora Riesco.

Verónica Costabal (Generación 1977), Isidora Riesco (Generación 2003) y Alfonsina Errázuriz (PreKinder).

CRECIENDO EN LA PISTA

Nació en Punta Arenas, pues su padre era oficial de carabineros y luego su familia se trasladó a Santiago. Como profesora de Educación Física fue entrenadora de la selección nacional y trabajó en el Ministerio del Deporte, pero echó de menos estar con alumnas y verlas crecer en los campeonatos. Así fue como llegó a la pista de san Damián 0100, actual sede del Colegio Los Andes.

“Llegué a trabajar como profesora de Educación Física el año 2015. Desde un comienzo me entusiasmó el proyecto educativo, con una formación personalizada y apoyo en el desarrollo integral de las alumnas y profesoras.

El colegio te da las herramientas para ir por más.

Constantemente tenemos capacitaciones, charlas con sacerdotes, con especialistas en diferentes temas, y eso me ha hecho crecer, no solo como profesora sino también en mi vida personal. Mucho de esto lo aplico con mis hijos. Llevaba poco tiempo en el colegio y me invitaron a hacer un curso matrimonial. Fue una experiencia gratificante como familia, como pareja y profesora. En mi área uno se preocupa de estudiar, de avanzar, de crecer, de ir a diferentes cursos y en el tema personal, el colegio te da las herramientas para ir por más. María José Pradenas, profesora de Educación Física.

María José entrenando con algunas alumnas.

EL VESPERTINO, UN HIJO MAS

"De cien almas, nos interesan las cien", decía san Josemaría. Esa frase es la que inspira hoy a las personas que participan voluntariamente en el Vespertino del Colegio Los Andes que, con más de 30 años de existencia, entrega enseñanza básica y media a personas que no han tenido la oportunidad de hacerlo durante su infancia o adolescencia.

“Mi trabajo en el Vespertino comenzó hace ya más de 30 años, ya casada, con dos hijos y esperando el tercero, con mucho que hacer, pero con una gran necesidad de hacer algo para ayudar a los demás.

San Josemaría había pedido que los colegios particulares pudiesen ser usados para una doble jornada gratuita. Comenzamos con un taller de manualidades que al poco tiempo se transformó en un colegio que entrega escolaridad científico humanista completa de forma gratuita.

Intentamos realizar una profunda labor evangelizadora

Como profesoras es maravilloso tener la oportunidad de enseñarles a querer a Cristo, que todos somos hijos queridísimos de Dios, independiente de nuestros trabajos, profesiones, razas y posición social. Y que desde donde estemos, si hacemos nuestras ocupaciones con amor y cara a Él, llegaremos al Cielo. Intentamos realizar una profunda labor evangelizadora: gracias a Dios todos los años hay alumnas que se bautizan, reciben la Primera Comunión, la Confirmación y el sacramento del Matrimonio.

Para mí ha sido un hijo más. Yo fui tremendamente feliz en el colegio. Cuando tuve la oportunidad de volver a través del Vespertino, siempre pensé en lo feliz que serían aquellas mujeres que pudiesen tener lo que yo tuve. Ha sido una gran alegría poder devolverle al Colegio Los Andes algo de todo lo que él me regaló”. Paula Cruzat, Consejo de Dirección Vespertino y ex alumna Colegio Los Andes.

Ver video Vespertino aquí.

Paula Cruzat junto a Paola Alvarenga, venezolana y alumna del vespertino. Paola recalca que ha sido una sorpresa gratificante, algo que superó sus expectativas. “En el vespertino hay un valor agregado, algo por lo que brilla, por lo que se diferencia y es por esa preocupación que va más allá. Me hace sentir bienvenida y a veces me olvido de que estoy lejos de mi país.”

MUJERES LIBRES CON IDENTIDAD CRISTIANA

Hasta ahora el colegio ha tenido cinco directoras: Carmen Prieto Vial (1969-1973), Mónica Ruiz-Tagle Irarrázaval (1974-1984), Teresita Ibáñez Larraín (1985-2001), María Debesa Aldunate (2001-2018) y María José Munita Úrzua quien, con mucha ilusión, llegó este año al colegio

Actualmente 954 alumnas estudian en el Colegio Los Andes (Memoria SEDUC 2018)

“Hace pocos días llegó a mi escritorio el primer discurso de padres del Liceo Los Andes, del 26 de marzo de 1969, y si lo diera hoy seguiría igual de vigente. Eso me impresiona, ya que se ve que los pilares del colegio son muy sólidos. Estos apuntan a lo que antropológicamente es el hombre y que nosotros tenemos que desarrollar. El foco está en la identidad cristiana, que sean mujeres libres, capaces de usar bien su libertad y entregarse a los demás. Y ¿qué cambia hoy en día, cincuenta años después?. El medio en el que las alumnas se mueven. Tienen que ser capaces de ver los cambios, saber lo que está pasando a su alrededor, de adelantarse a lo que va a pasar, para liderar esos cambios con espíritu cristiano y de servicio.

Identidad cristiana, que sean mujeres libres, capaces de usar bien su libertad y entregarse a los demás.

En el Colegio Los Andes queremos mujeres líderes, en el sentido profundo de la palabra. El colegio intenta ser un sembrador de virtudes. Todos tenemos talentos y hay que buscarlos y desarrollarlos según lo que Dios nos pide. Queremos que cada una de nuestras alumnas los descubran y pongan al servicio de los demás, porque solo así se es feliz”. María José Munita, actual directora del colegio.

Fue san Josemaría quien dijo al mirar las pobres instalaciones con que se contaba el año 1974 que le parecían catedrales, por el amor con que habían sido hechas y les animó con un “soñad y os quedaréis cortos”.

[1] “¿Te atreverías a ir a Chile?”, Cristián Salhi, Ed. Rialp, pág. 206.