San José, el Padre Amado por san Josemaría

El fundador de la Obra destaca la vida de contemplación y de trabajo del esposo de Santa María. "Yo le llamo Nuestro Padre y Señor, y le quiero mucho". ¿Cómo pueden los cristianos llevar a la práctica los rasgos de san José que el Papa Francisco desarrolla en "Patris corde"?

Con ocasión del Año de San José, el Papa Francisco comparte algunas reflexiones personales en la carta apostólica Patris corde. «La grandeza de san José –señala– consiste en el hecho de que fue el esposo de María y el padre de Jesús. (…) Por su papel en la historia de la salvación, san José es un padre que siempre ha sido amado por el pueblo cristiano»[1].

Ese amor a san José lo vivió san Josemaría desde muy joven. Recordando cómo en 1934 había encomendado al santo Patriarca las gestiones para conseguir que se le concediera el primer sagrario, comentaba en 1971: «En el fondo de mi alma tenía ya esta devoción a san José, que os he inculcado»[2]. Esta devoción está presente, sólida y clara, en escritos de 1933 –aunque san Josemaría la vivía ya desde tiempo atrás, como se puede ver en Santo Rosario, de 1931– y se mantiene viva y cálida hasta el final de su vida, experimentando un crecimiento notable en sus últimos años[3].

Padre de Cristo

«San José, padre de Cristo, es también tu Padre y tu Señor. –Acude a él»[4]. Para san Josemaría, la paternidad de san José sobre Jesús es verdadera y única, que brota de su verdadero matrimonio con santa María y de su especialísima misión.

En una homilía dedicada íntegramente a san José, señala: «desde hace muchos años, me gusta invocarle con un título entrañable: nuestro Padre y Señor»[5]. Y explica: «San José es realmente Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre»[6].

En el ejercicio de su paternidad, José transmite a Jesús su oficio de artesano, su modo de trabajar, incluso en tantas cosas su visión del mundo: «Pero si José ha aprendido de Jesús a vivir de un modo divino, me atrevería a decir que, en lo humano, ha enseñado muchas cosas al Hijo de Dios (…) José amó a Jesús como un padre ama a su hijo, le trató dándole todo lo mejor que tenía. José, cuidando de aquel Niño, como le había sido ordenado, hizo de Jesús un artesano: le transmitió su oficio. Por eso los vecinos de Nazaret hablarán de Jesús, llamándole indistintamente faber y fabri filius (Mc 6, 3; Mt 13, 55): artesano e hijo del artesano. Jesús trabajó en el taller de José y junto a José. ¿Cómo sería José, cómo habría obrado en él la gracia, para ser capaz de llevar a cabo la tarea de sacar adelante en lo humano al Hijo de Dios? Porque Jesús debía parecerse a José: en el modo de trabajar, en rasgos de su carácter, en la manera de hablar. En el realismo de Jesús, en su espíritu de observación, en su modo de sentarse a la mesa y de partir el pan, en su gusto por exponer la doctrina de una manera concreta, tomando ejemplo de las cosas de la vida ordinaria, se refleja lo que ha sido la infancia y la juventud de Jesús y, por tanto, su trato con José»[7].

San José nos enseña a conocer a Jesús a convivir con Él, a sabernos parte de lafamilia de Dios

Con su Madre, el Señor aprendió a hablar y a andar; en el hogar presidido por san José, recibió lecciones de laboriosidad y de honradez. El mutuo cariño hizo que José y Jesús se pareciesen en muchas cosas: «No es posible desconocer la sublimidad del misterio. Ese Jesús que es hombre, que habla con el acento de una región determinada de Israel, que se parece a un artesano llamado José, ése es el Hijo de Dios. Y ¿quién puede enseñar algo a Dios? Pero es realmente hombre, y vive normalmente: primero como niño, luego como muchacho, que ayuda en el taller de José; finalmente como un hombre maduro, en la plenitud de su edad. Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres (Lc 2, 52)»[8].

José es realmente Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre.

Maestro de Jesús

Habiendo contemplado tantas veces el trato íntimo y continuado que san José mantuvo con Jesús y con María a lo largo de toda su vida, san Josemaría lo señala como maestro de la vida interior: «De san José dice santa Teresa, en el libro de su vida: “Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro, y no errará en el camino”. –El consejo viene de alma experimentada. Síguelo»[9].

San José transmitió a Jesús la experiencia con que todo buen padre israelita sabía educar a su hijo: lecciones de vida limpia y de sacrificio, de virtudes humanas y de trabajo ofrecido a Dios y bien acabado; lecciones de vida sobria, justa y honesta. San José nos enseñará también a nosotros que formamos un mismo Cuerpo con Cristo. «José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de Él con abnegación alegre. ¿No será ésta una buena razón para que consideremos a este varón justo, a este Santo Patriarca en quien culmina la fe de la Antigua Alianza, como maestro de vida interior? La vida interior no es otra cosa que el trato asiduo e íntimo con Cristo, para identificarnos con Él. Y José sabrá decirnos muchas cosas sobre Jesús. Por eso, no dejéis nunca su devoción»[10].

San José nos enseña a conocer a Jesús, a convivir con Él, a sabernos parte de la familia de Dios.

Un servicio silencioso

En un escrito del boletín Romana titulado "San José en la vida cristiana y en las enseñanzas de san Josemaría", se indica que «dos características de la vida de san José atraen poderosamente el afecto de san Josemaría: su vida de contemplación y su vida de trabajo. Es lógico, pues ambos rasgos son esenciales en el espíritu del Opus Dei». En la fiesta que recuerda la adoración de los reyes magos, decía en 1956: «Y un último pensamiento para ese varón justo, nuestro Padre y Señor san José, que, en la escena de la Epifanía, ha pasado, como suele, inadvertido. Yo lo adivino recogido en contemplación, protegiendo con amor al Hijo de Dios que, hecho hombre, le ha sido confiado a sus cuidados paternales. Con la maravillosa delicadeza del que no vive para sí mismo, el santo Patriarca se prodiga en un servicio tan silencioso como eficaz. Hemos hablado hoy de vida de oración y de afán apostólico. ¿Qué mejor maestro que san José? Si queréis un consejo que repito incansablemente desde hace muchos años, Ite ad Ioseph (Gn 41, 55), acudid a san José: él os enseñará caminos concretos y modos humanos y divinos de acercarnos a Jesús. Y pronto os atreveréis, como él hizo, a llevar en brazos, a besar, a vestir, a cuidar a este Niño Dios que nos ha nacido»[11].

Acudid a san José: él os enseñará caminos concretos y modos humanos y divinos de acercarnos a Jesús

Enamora a san Josemaría la vida de trabajo de José y lo considera maestro de vida interior en esa vida de trabajo intenso y humilde «porque nos enseña a conocer a Jesús, a convivir con Él, a sabernos parte de la familia de Dios», y «nos da esas lecciones siendo, como fue, un hombre corriente, un padre de familia, un trabajador que se ganaba la vida con el esfuerzo de sus manos. Y ese hecho tiene también, para nosotros, un significado que es motivo de reflexión y de alegría»[12].


[1] Francisco, Patris corde, n 1.

[2] San Josemaría, De la familia de José, notas de la predicación, 19-III-1971.

[3] Cfr. Andrés Vázquez De Prada, El Fundador del Opus Dei, vol. III, pp. 728 ss.

[4] San Josemaría, Camino, n. 559.

[5] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 39.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd., n. 55.

[8] Ibíd.

[9] San Josemaría, Camino, n. 561.

[10] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 56.

[11] Ibíd., n. 38.

[12] Ibíd., n. 39.