Más que una Primera Comunión

¿Qué tiene en común una abuela que prepara a su nieto para la Primera Comunión con la rehabilitación de drogas de una mujer en situación de calle? Myrta Urquieta cuenta cómo se entrecruzan estas historias, signo evidente de cómo Dios –y los niños– mueven corazones.

“Soy Myrta Urquieta, vivo en Antofagasta y tengo 2 hijos, 3 nietos y uno en camino. Siempre he realizado catequesis, me gusta enseñar y, sobre todo, acercar a los niños a Jesús, que lo conozcan y lo quieran. Cuando mi nieto mayor estaba en edad de hacer la Primera Comunión, hablé con mi nuera Ana y le pregunté si podría ayudarlo con su preparación, ya que en el colegio al que asiste no hay preparación para sacramentos. Así lo hice y resultó muy bien.

Este año le tocaba a mi segundo nieto, Cristóbal, y aproveché de invitar a otros niños de su curso que quisieran hacerlo. Así fue como lo preparé junto a cuatro compañeros, cuyas mamás me contaron que llevaban a sus hijos a misa y que les gustaría mucho que pudieran comulgar”.

Jamás imaginé los frutos que el Señor nos regalaría. Ni la historia conmovedora que se cruzó en nuestras vidas.

La preparación del corazón

“Para realizar la catequesis a los niños, me acerqué al colegio Chañares que recibe formación del Opus Dei, y pedí material para prepararlos. Les enseñé los mandamientos, el Credo, las partes de la Misa; aprendieron todo lo que necesitaban para recibir la Comunión. Además, los niños hicieron su primera Confesión y recuerdo el recogimiento con el que salió cada uno después de ese momento.

“Pienso que si Dios me puso a estos niños en mi camino no podía mirar para el lado; debía hacer lo que hacía con mis hijos cuando pequeños: mostrarles la felicidad que da el estar cerca de Jesús, tratarlo y quererlo como a un amigo”, dice Myrta.

Además de la enseñanza de la doctrina, otra parte fundamental fue preparar el corazón de esos niños: los invité a realizar alguna acción social, que ellos conocieran y estuvieran con personas que viven en condiciones más difíciles y también vieran ahí a Cristo, agradecieran la vida que tienen y entreguen parte de su tiempo a esas personas necesitadas. Los llevé a la playa, a un sector donde viven muchas personas en situación de calle. Ahí nos encontramos con Edith, una mujer encantadora, pero que había caído en las drogas y estaba sola. Los niños compartieron con ella mientras le contaban que estaban preparándose para su Primera Comunión. Ella a su vez les habló de sus recuerdos de cuando recibió por primera vez a Jesús, e incluso del vestido blanco que su madre le había comprado para ese día. Les contó a los niños que le gustaba rezar e incluso recitaron juntos el Credo; por último les aconsejó nunca separarse de Jesús como ella lo había hecho ya que lamentablemente había caído en la droga y hoy se encontraba viviendo en la calle.

Los niños en su primera visita a personas en situación de calle en la playa de Antofagasta, donde conocieron a Edith.

Fue realmente impresionante ese diálogo entre Edith y los niños, ellos quedaron muy sorprendidos y me pidieron volver a verla otro día. En ese nuevo encuentro, Edith les preguntó cuándo sería la Primera Comunión porque tenía ganas de ir a verlos. Yo no me esperé jamás lo que vi aquel día: antes de empezar la ceremonia, entró a la iglesia una mujer muy bien peinada, maquillada y vestida muy bonita. Era Edith que, tal como les había prometido a los niños, fue a acompañarlos en su sacramento. Tan sorprendente como verla, fue que junto a ella venía otra mujer, quien me contó que era su “tutora”, ya que después de la visita de los niños Edith había decidió acudir a un centro de rehabilitación que ayuda a personas adictas en situación de calle y que los apoyan para su reinserción social y laboral.

Al terminar la ceremonia, Edith se sacó fotos con Myrta y los niños, saludó a sus mamás y le agradeció a cada una lo que sus hijos le habían enseñado.

Días después me contacté con el director del centro 'Con los ojos de mi madre' donde estaba yendo Edith para ofrecer ayuda pastoral, ya que vi una nueva oportunidad de acercar más gente a Dios; y también le pedí al sacerdote del colegio Chañares si podía dar los sacramentos a quienes quisieran prepararse para recibirlos, especialmente el Bautismo”.

Cristóbal, el nieto de Myrta, al momento de recibir su Primera Comunión.

Mi relación con el Opus Dei

“Cuando trabajaba en una parroquia en Antofagasta conocí a una persona que buscaba ayuda para formar un comedor solidario para algunos universitarios con necesidades económicas de la Universidad Católica del Norte. Juntamos donaciones y en una conversación ella me contó que daba unas charlas de formación cristiana y me invitó. Fui porque sentí curiosidad. Al finalizar la charla, donde había más personas, nos mostró una estampa de san Josemaría, a quien yo no conocía. La siguiente semana volví y desde ese entonces nunca más me separé de la Obra. Llevo más de 30 años, soy supernumeraria, participé como encargada del club de niñitas que partió en mi casa y en retiros para universitarias, y soy muy feliz”.