"María y yo nos conocimos el 1 de noviembre de 2008. Me cautivó su mirada magnética y su pequeño abrigo rojo, pero lo que realmente marcó nuestro encuentro fue la Virgen María".
Luca está casado con María desde hace doce años, tienen cuatro hijos y son supernumerarios del Opus Dei. Durante una entrevista en Radio Mater (Italia) compartieron su testimonio, contando cómo la presencia de la Virgen se ha hecho sentir desde su primer encuentro.
“Durante mis últimos años de universidad, que pasé en España -cuenta María-, tuve la oportunidad de visitar el Santuario Mariano de Torreciudad y le pedí a la Virgen que me presentara al que sería mi marido, prometiéndole que él me acompañaría allí, en acción de gracias, porque con él cumpliría el sueño de mi vida: casarme y tener una familia”.
Luca continúa: “Una noche me enteré de que María había estado en Torreciudad, un santuario del que había escuchado hablar y que tenía muchas ganas de visitar. Así que, mientras caminábamos, le pregunté: ¿Quieres acompañarme? No sabía que esas palabras mías eran el eco de una petición que ella había hecho a la Virgen”.
El 8 de mayo de 2010 se casaron: “Tras algo más de doce años de matrimonio, podemos decir que la realidad ha superado nuestros sueños. Por supuesto ha habido dificultades, pero incluso en esas circunstancias la presencia maternal de la Madre del cielo no tardó en llegar”, constata María.
Los regalos de la Virgen
Al cabo de unos años, se encontraron con algunos problemas profesionales: “En 2016 -recuerda Luca-, justo antes de que naciera Elisabetta, la empresa para la que trabajaba pasó por un temporada de crisis y tuve que afrontar una reducción temporal del salario, que equivalía a trabajar un día menos a la semana”. Luca y María decidieron comenzar una novena a la Virgen de Pompeya y el 8 de mayo, día de la fiesta de la Virgen y aniversario del matrimonio, recibieron la noticia de que volvería a trabajar a tiempo completo.
Otro gran regalo que recibieron por la intercesión de Nuestra Señora de Loreto fue su casa. María cuenta: “La primera vez que acudimos a ver la vivienda, nada más abrir la puerta nos recibió una imagen de Nuestra Señora de Loreto. Inmediatamente, tuvimos la certeza de que, tras cuatro años de interminable búsqueda, ese sería nuestro nuevo hogar. El día que firmamos el contrato era la fiesta de Nuestra Señora de Loreto. Durante varios años, los niños habían ofrecido pequeños sacrificios y oraciones, cada uno pidiendo una característica especial de la casa. Parecía imposible, pero nuestra casa se corresponde exactamente con lo que nuestros hijos habían soñado y descrito”.
“Reina de los maridos” y “Consuelo de las rentas”
Los momentos más intensos de la Covid dieron más frutos marianos. Luca explica que “todos los días teníamos una cita para rezar el Rosario online con varias familias, incluidos los abuelos y los niños. Habíamos planificado los turnos para dirigirlo. Además de rezar juntos, fue una forma de alimentar la esperanza entre las familias, dejando, para quienes lo desearan, un espacio de diálogo y charla al final. Cada uno podía poner diferentes intenciones y los niños eran los protagonistas; era un punto de apoyo que nos hacía seguir adelante en un momento tan difícil”.
No faltaron momentos verdaderamente hilarantes, como las letanías mal pronunciadas por los niños, como Reina de los maridos, en lugar de Reina de los mártires (nota del traductor: en italiano, Regina dei mariti / Regina dei martiri), y Consuelo de las rentas, en lugar de Consuelo de los afligidos (Consolatrice degli affitti / Consolatrice degli afflitti).
Recientemente, María enfermó con cierta gravedad, lo que ha asumido como una nueva oportunidad para pedir ayuda a Dios y a la Virgen. “Comprender el amor de Dios a través del sufrimiento y las dificultades no es fácil, es un camino empinado y misterioso. Asumir el camino de lo cotidiano y vivir dando lo mejor de sí cada día es una gran lucha, porque es precisamente en nuestras fragilidades donde encontramos la mano fuerte de Dios, que nos acompaña a través de las personas que pone a nuestro lado en cada momento. Los encuentros con Dios tienen un valor incalculable, nos ayudan a cultivar la esperanza y una relación de auténtica amistad con Él, y sólo cuando lo experimentas te das cuenta de su profundidad y belleza”.
Divertirse y llevar la cruz: se puede
En este camino no están solos, cada uno se apoya en el acompañamiento espiritual que se ofrece a quien se acerca al Opus Dei. En esta conversación personal, se ayuda a cada persona a comprender la voluntad de Dios y a dar sentido a las luchas, alegrías y angustias: “Nuestros directores espirituales son como nuestros ángeles de la guarda, están atentos a lo que nos pasa y no podemos prescindir de ellos si queremos ser santos. Nos ayudan a levantarnos cada vez que nos caemos y cometemos errores, y también nos ayudan a esculpir la escultura que hace el Señor si te dejas moldear por Él”.
María continúa compartiendo otro ingrediente que ha demostrado ser crucial para tratar de aceptar y llevar la cruz de cada día: la diversión. “Junto con nuestros hijos, que nos ayudan a distraernos un poco de la situación actual de mi enfermedad, suele haber un momento de la noche que se ha convertido en parte de nuestra rutina: las imitaciones. Nuestros hijos son muy creativos y expertos en hacernos reír, burlarse de nosotros -respetuosamente-, y suelen dar en el clavo. A menudo el Espíritu Santo nos habla a través de sus palabras y frases, que a veces nos sorprenden por su franqueza, sencillez y profundidad”.