Pedro recuerda bien cómo llegó al Programa Ambulatorio Intensivo (PAI) del Policlínico El Salto. Con su vestimenta habitual —polera negra de una banda de punk, múltiples anillos y collares, las uñas pintadas de negro y el cabello largo y alisado—, cuenta que cargaba con el peso de numerosos intentos fallidos de dejar el alcohol. Su esposa, tras una de sus últimas borracheras, había sido clara: era su “última oportunidad” para sanar. "Muchas veces le hice daño moral, nunca le pegué a nadie, pero a mi señora y mi hija las avergoncé muchas veces", reconoce Pedro. Había intentado otros métodos de rehabilitación, consultas con distintos psiquiatras, e incluso tratamientos con pellets antialcohol, pero nada había funcionado.
Según cuenta, llegó al Policlínico “furioso”, consciente de que el programa significaba dejar el alcohol. En la evaluación manifestó su intención de querer sanarse y fue seleccionado para el programa. Con todo, en sus primeras sesiones, el Dr. Tomás Middleton, psiquiatra encargado del Programa Ambulatorio Intensivo (PAI), le hizo una observación que cambiaría su perspectiva. “Él me quedó mirando y me dijo: ‘Pedro, tú tienes una depresión que no te has tratado en 30 años, así que vamos a enfocarnos en eso primero en vez de dedicarnos directamente al alcoholismo’”, relata Pedro. Fue entonces cuando entendió que el alcohol era solo una manifestación de algo más profundo y que su tratamiento comenzaría abordando su depresión de larga data, que lo había llevado a diferentes conductas autodestructivas.

El PAI ofrece a los pacientes, que como Pedro buscan una recuperación integral, un tratamiento de dos años que incluye sesiones de psicoterapia individual y grupal, además de controles psiquiátricos regulares a un precio asequible. Según el Dr. Middleton, este enfoque es fundamental para lograr una rehabilitación duradera: “Un paciente con una patología adictiva necesita psicoterapia semanal, terapias familiares, sesiones grupales y controles psiquiátricos mensuales. Si llevas eso a lo que costaría en una atención privada sería carísimo, y los servicios públicos no dan abasto. Entonces, estamos cubriendo una necesidad de salud pública, estamos ayudando a resolver un problema real”, comenta.
Desde el inicio del programa, Pedro sintió que estaba en buenas manos. “Para mí fueron los seres de luz que me encontré en el camino… No me trataron el alcoholismo directamente, sino que trataron la base del iceberg y no solamente la punta”, explica. Desde que ingresó al programa, no tuvo recaídas, y ya celebra más de cinco años de sobriedad.
“No estamos ayudando a 15 personas, estamos ayudando a unas 150 personas. Cómo la familia se vuelve a unir, eso desde lo humano es maravilloso, no tiene precio”, Dr. Middleton.
La transformación de Pedro es un ejemplo del impacto que una rehabilitación puede tener, no solo en el paciente, sino en su entorno. El Dr. Middleton señala que por cada persona adicta hay, al menos, 10 personas afectadas alrededor: “No estamos ayudando a 15 personas, estamos ayudando a unas 150 personas. Cómo la familia se vuelve a unir, eso desde lo humano es maravilloso, no tiene precio”.
Hoy Pedro se siente una persona completamente distinta. “Ya no dependo de una botella para ser quién soy. Me transformé en una persona que, si bien puedo compartir una mesa con personas que beben, no me siento con ganas de consumir. La vida me cambió del cielo a la tierra”, confiesa. Además, describe cómo logró recuperar la estabilidad emocional y una mejor relación con su familia, sin la “bomba atómica” depresiva que formaban el consumo de alcohol y la depresión.

Otro aspecto que destaca especialmente es el trato que recibió durante el programa: “La capacidad del staff que tiene el PAI, partiendo desde la secretaria, de los encargados, de los psiquiatras, de las psicólogas…creo que son muy dedicados y son todos especialistas en el tema de adicciones. Yo me sentía muy acogido. Bueno, también como que no paso muy desapercibido (se ríe, porque por la vestimenta que usa llama frecuentemente la atención). Entonces ya yo llegaba y todo el mundo me conocía, mucha gente sabía quién era y eso también era muy gratificante”.
El Policlínico El Salto es un recinto médico de inspiración cristiana. Fue fundado bajo el impulso de mons. Adolfo Rodríguez, el primer sacerdote del Opus Dei que llegó a Chile a dar a conocer el mensaje de san Josemaría. En ese espíritu, surgió el PAI, que fue encomendado a la Virgen de Fátima para que intercediera por los pacientes en rehabilitación. El programa fue inaugurado el 13 de mayo de 2010, el día de la fiesta de esta advocación de la Virgen.
El Policlínico El Salto es un recinto médico de inspiración cristiana. Fue fundado bajo el impulso de mons. Adolfo Rodríguez, el primer sacerdote del Opus Dei que llegó a Chile a dar a conocer el mensaje de san Josemaría.
Actualmente, el PAI tiene todos sus cupos completos y maneja una lista de espera. Antes de aceptar a nuevos pacientes, el programa verifica que cumplan con los requisitos necesarios, evitando prolongar la espera de quienes no califican. El tiempo de espera depende de las altas de los pacientes, y aquellos en lista de espera son contactados para evaluar su situación.
Una novedad de este proyecto es que su servicio es remoto. En un comienzo era presencial, pero debió transformarse durante la pandemia y esta experiencia les permitió observar que la tasa de asistencia a las terapias era mayor, lo que incidía directamente en el éxito de la rehabilitación.
En este Día Mundial sin Alcohol, el testimonio de Pedro y el compromiso del Policlínico El Salto demuestran que la rehabilitación es posible, especialmente cuando se trata la raíz de la adicción y no solo sus síntomas visibles, a través de un programa integral que involucra también a la familia.