He viajado a Badajoz para entrevistar a Manolo y me encuentro con una persona muy alegre, que transmite paz, lo que corroboro con otros que le tratan y conocen más, y que no da ninguna importancia a los retos que ha tenido que superar para cursar una carrera universitaria, fundar una familia con su esposa, educar a sus hijos…
Manolo se lo pasa muy bien y nos lo hace pasar bien a los que le acompañamos, viviendo con naturalidad su fe cristiana y su vocación al Opus Dei como supernumerario. Pero dejamos que hable Manolo:
“Me llamo Manuel Lozano Salamanca, tengo una pequeña discapacidad de nacimiento en la parte izquierda de mi cuerpo, de parálisis cerebral. He nacido en Mérida, pero vivo en Badajoz. Era el mayor de tres hermanos y tenía que dar ejemplo… tenía que ser, pues eso, normal no, sino lo siguiente…
“Tengo una madre que ha tirado de mí y gracias a ella he llegado a ser lo que soy hoy en día.
“Mi faceta como deportista nació precisamente en el colegio El Tomillar. Siempre me ha gustado mucho el fútbol, el atletismo… Siempre he querido ser uno más, aunque a veces me aprovechaba, como algún amigo mío me ha recordado alguna vez cuando nos hemos juntado, ya mayores:
—Hay que ver, Manolo, cuando eras chico cómo te aprovechabas de nosotros: en las excursiones, uno te llevaba en brazos, el otro te llevaba la mochila, y tú siempre has sido un genio, tú siempre nos engatusabas…
“Además, iba a cualquier competición y lo ganaba todo: y en otras comunidades autónomas o con otros equipos de otros sitios… Me decían mis amigos:
—¿Qué has hecho, Manolo?, hay que ver… Necesitas una carretilla para recoger todas las medallas del podio…
“Rápidamente entré en la selección extremeña, en la selección española… Después, al mismo tiempo que hacía deporte, me saqué los cursos de técnico, de árbitro y entonces estaba en los comités en Extremadura”.
Manolo estudió Magisterio y es profesor de Educación Física en ASPACE, que es una Asociación dedicada a la atención integral y especializada de las personas con parálisis cerebral y discapacidades afines. También desempeña trabajos en el colegio del Grupo Attendis El Tomillar, en Badajoz, donde estudió. Pero sigamos dejando hablar a Manolo:
“Tengo una mujer que adoro, Nini, mi hija María, mi hijo Lolo. María acaba este año Derecho en Cáceres. Y Lolo está en Sevilla, en el Colegio Mayor Almonte, estudiando tercero de Arquitectura… Para mí, lo más importante es la familia: mi madre, mis hermanos, mi padre… Y siempre que podemos nos juntamos”.
Manolo nos cuenta que conoció el Opus Dei en su juventud y es supernumerario desde hace treinta y cinco años. Y en el espíritu de san Josemaría aprendió a encontrar a Dios en el trabajo:
“Para mí Dios es muy importante: desde que me levanto con el ofrecimiento de obras… -siempre digo que ningún día se parece a otro-. Ofrecer mi trabajo, el sacrificio que ello supone, procurar hacer las cosas bien, tener los uniformes preparados, cuidar los detalles en los talleres, que los usuarios que trato en Aspace estén alegres, estén contentos, estén bien atendidos –su merienda, su comida-, cuidar los detalles…
“A través del trabajo nos acercamos a Dios: para mí la fe es lo más importante, yo no sería nadie si no ofrezco todo lo que hago o si no llevo un plan de vida ordenado: mi trabajo, mis normas de piedad, mis cosas…”.
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Dejamos a Manolo en el trabajo después de haber compartido unas horas con él y nos despedimos antes de tomar el coche para Sevilla y nos quedamos con la buena sensación de haber contemplado una vida ordinaria, de quien ha tenido que superar retos poco comunes, gracias a su empeño alegre y esforzado y a la educación que ha recibido en su familia y en el colegio, y a la fe cristiana que ha recibido y procura vivir según el espíritu del Opus Dei…
Gracias a todos, esa vida ordinaria se ha convertido con naturalidad en una vida extraordinaria, lograda y feliz.