En la tarde del 26 de julio mons. Fernando Ocáriz se reunió con centenares de jóvenes que participan en medios de formación en centros del Opus Dei en Santiago, Viña del Mar y otras ciudades de nuestro país.
Cuando aún faltaba media hora para que comenzara el encuentro con el Padre, el antiguo comedor, ahora auditorio del Colegio Tabancura, ya estaba abarrotado. Pese al frío invernal, la atmósfera de calor humano y sobrenatural se respiraba.
Poco antes de empezar, Domingo Guzmán, el animador de la velada, con su habitual aire desenvuelto tomó el micrófono y comenzó a instar al recogimiento. Invitó a los asistentes a apagar sus teléfonos celulares y aprovechar al máximo estos momentos de encuentro con el prelado, sin distraerse sacando fotos. Luego evocó la estadía de san Josemaría, cincuenta años atrás, en lo que entonces era sólo un galpón del incipiente colegio Tabancura. Recordó cómo al ver esa precariedad, san Josemaría comentó: “¡A mí este barracón me parece una catedral! Lo habéis hecho con amor que se ve”.
Al entrar el Padre todos nos pusimos de pie. Domingo comenzó por agradecerle que nos viniera a ver y a enumerarle los diversos lugares y ambientes de Chile desde los que habían llegado los asistentes. “Con este foco no te veo”, le comentó con una sonrisa simpática el Prelado, para que se posicionase en otro lugar más acertado del escenario.
Luego, ya todos bien instalados, el Padre habló de los medios de formación y el apostolado: “no sólo se ordenan a vuestro crecimiento interior en virtudes, sino que también están enfocados hacia su entrega a los demás, hacia el servicio”, dijo con fuerza, marcando el tono y el tema troncal de lo que sería esta animada, pero también profunda tertulia.
Recordó cómo nuestro Señor, cuando le preguntaron cuál era el mandamiento más importante, explicó que toda la ley se resumía en el amor a Dios y al prójimo. “Se les forma con doctrina, ciertamente. Pero no sólo se les transmite un contenido intelectual, sino que también se les forma para el trato con Jesucristo y para la vida de oración. Y esto se proyecta en el apostolado”. Invitó a descubrir que siempre se puede dar un poco más al Señor si somos generosos, también en el terreno del apostolado y del amor al prójimo.
“El apostolado no es hacer una especie de campaña para que los demás piensen como yo. Tampoco es algo puramente sentimental. Es amor, es querer el bien de nuestros amigos, y por eso buscar que conozcan y amen más a Dios”. Este cariño que les tenemos, explicó el padre, “no es algo teórico sino muy concreto: se traduce en detalles de entrega y servicio, en rezar mucho por ellos, en amarlos con un amor que se funda en nuestro amor a Dios”. “Somos apóstoles. Tenemos que querer a la gente. Todas las personas son objeto del amor de Dios”.
La amena conversación entre el Padre y los jóvenes estuvo intermediada por el canto de una paya de tres estudiantes –Juan Ignacio Mena, Sebastián Herrera y Sebastián Castro–, quienes al compás de una guitarra, recitaron:
Brindemos sí por el Padre,
que nos vino a visitar
igual que nuestro Padre
cinco décadas atrás.
Desde el avión miró atento
una blanca cordillera
y se puso muy contento
porque ya era nuestra tierra.
En este Chile querido
grandes cosas se encontró
y todo fue concebido
porque un santo lo inspiró.
Al finalizar, los estudiantes le regalaron una linda manta de huaso chileno, hecha de lana de oveja.
Y fue así como comenzaron las preguntas. El primero fue Vicente Carrasco, de 17 años y estudiante de tercero medio en el Colegio Montemar en Viña del Mar, proveniente de familia de navales. Vicente es presidente del centro de alumnos de dicho colegio.
¿Cómo explicar o compartir con mis amigos la experiencia de la oración, que es tan personal y a menudo difícil de transmitir a alguien que vive lejos de Dios?
Para explicar y compartir con los amigos la experiencia de la oración, afirmó el padre, sobre todo con personas que están lejos de Dios, “es importante en primer término fomentar una verdadera amistad”. De este modo “a la persona le llega mucho más fuerte el mensaje”, recalcó. Luego, agregó la necesidad de ponerse en la presencia de Dios y de rezar por la persona en cuestión. Enfatizó que la experiencia de la oración debe transmitirse de modo sencillo y con naturalidad.
Entrega a Dios, noviazgo y carisma de la Obra
La siguiente pregunta la planteó Andrés Amunátegui, estudiante de Filosofía y quien vive desde hace pocos meses en el Centro Alto Colorado. “Estoy contento y muy impresionado. No fue hasta que estuve viviendo ahí, que me di cuenta del verdadero pulmón espiritual que significa un centro”. “Padre quiero pedirle que nos ayude a entender mejor a los que estamos aquí la entrega de la vida a Dios en celibato. El matrimonio y el celibato parecen caminos tan distintos, tan lejanos… ¿Nos puede hablar un poco del lugar donde se encuentran?”.
El padre, con mucha cercanía, habló de la importancia de que los jóvenes se puedan preguntar sin temor, en la intimidad de su oración, cuál es el camino que Dios tiene preparado para cada uno. “Todos somos libres para responder”, dijo, según lo que creamos que Dios quiere de nosotros. No se puede comparar el celibato o el matrimonio; el mejor camino es el que Dios tiene pensado para cada uno de nosotros, explicó.
Siguiendo con este tema, Patricio Canales, estudiante de Derecho, le preguntó: “Le cuento que desde hace poco he empezado por primera vez un noviazgo o, como decimos aquí, pololeo. Estoy muy contento. En el ambiente actual en nuestro país, el modo de vivirlo no es muy cristiano, y parece que así es más fácil y atractivo, sin aparentes consecuencias. Algo que se preguntan bastantes jóvenes católicos, que quieren hacer las cosas bien y cara Dios es: ¿cuál es la mejor forma de vivir el noviazgo, para luego vivir el mejor matrimonio?”.
Con mucho cariño el padre se refirió a la etapa de noviazgo como un tiempo de conocimiento del otro. En ese sentido se refirió a la necesidad de respetarse mutuamente y llamó a los jóvenes a no tener miedo, pues vivir el noviazgo de esta manera es, en sus palabras, la “afirmación de un amor auténtico”.
Luego siguió Juan Carlos Díaz, estudiante de Ingeniería.
“¿Qué podría decir usted sobre lo que distingue a la Obra de otros carismas también atractivos? ¿Qué es lo que hace Obra a la Obra?”
El padre fue enumerando, en palabras simples, algunos rasgos. En primer lugar, la centralidad de la Eucaristía en el Opus Dei: “gira todo alrededor de ella”, dijo. Luego “el trato con Dios matizado por el sentido de la filiación divina (…) somos todos hijos de Dios”. Según explicó este elemento es el que da la familiaridad: “el ambiente de familia que tiene la Obra es algo que fomentamos siempre”. Y, por último, buscar la santidad realizando bien el trabajo.
Los estudiantes siguieron preguntando sobre temas actuales y desafiantes para ellos, como es lo referido al uso del celular y redes sociales. Así fue el turno de Kleber Monlezun, estudiante de Derecho:
“Padre todos los días lunes me llega una notificación al celular diciendo cuánto tiempo he estado “en pantalla” en promedio la semana anterior. La pasada fue de 4 horas. Gran parte de este tiempo es viendo videos, memes, noticias, etc. y enviándoselos a distintos amigos. ¿Qué nos aconsejaría para usarla y poder ser de verdad contemplativos en medio de este mundo?”.
El padre del respondió que era importante que los jóvenes puedan evaluar lo que realmente les resulta necesario de las redes sociales y se refirió a la conveniencia de “ser fuertes para establecer un plan de uso, con tiempos específicos, tanto para el teléfono celular como para las redes (…) y no usarlo en torno a lo que apetece en el momento, o por meros caprichos”. Pidió tener cuidado con perder el tiempo y ver cosas que hagan daño: “Es importante tener conciencia de que somos débiles, nuestra naturaleza es humana. En el celular y las redes se pone a prueba el autocontrol y el dominio de uno mismo” finalizó.
Llamados a practicar la caridad
Martín Ascuí, estudiante de Derecho en Viña del Mar, contó que desde Nordeste, el centro de la Obra en esa ciudad, un grupo de jóvenes colegiales y universitarios visitan regularmente a ancianos muy pobres que viven en los cerros de Valparaíso.
“¿Podría hablarnos sobre la caridad, sobre cómo no caer rendidos ante las injusticias y carencias materiales y espirituales que podemos ver en el día a día, en especial en estas visitas que realizamos?”.
“En la persona humana hay una tendencia a buscar el bien de la gente. Y con la gracia sobrenatural se ve acentuada esta tendencia a ayudar a los que necesitan más”, destacó el padre. “La clave está en ver en los otros a Jesucristo”, recalcó. “Tenemos que lanzarnos, no quedarnos parados, no quedarnos quietos. Muchas veces podemos hacer más de lo que pensamos”.
Antes de finalizar este encuentro, un grupo de estudiantes viñamarinos cantó “Dónde estás escondida”, del grupo Weiza, la que habla de aspectos típicos de nuestro país.
Tranquilidad y alegría
Temas como la paz que produce la figura del padre, la tranquilidad que se siente al confiar en los planes de Dios, la alegría que debemos sentir al saber que somos hijos de Dios y la visión aterrizada del matrimonio, fueron aspectos citados como los más llamativos por algunos jóvenes que fueron entrevistados, mientras caminaban por los pasillos del Colegio Tabancura.
Una vez finalizado el encuentro, algunos de los jóvenes comentaron:
“Me llamó mucho la atención la tranquilidad que transmitía el Padre, esa paz que va de la mano con estar muy cerca de Dios”, comentó Ignacio, estudiante de tercer año de Derecho de la Universidad de los Andes.
“Me quedo principalmente con la importancia de entregarse a otros, en los distintos proyectos sociales, encontrarse con Dios en la entrega a los demás y ver a Cristo en esas personas”, afirmó Arturo, estudiante de psicología e ingeniería comercial en la Universidad del Desarrollo.
“A mí me gustó que haya insistido tanto en el apostolado, que nosotros tenemos mucho que hacer. También eso del apostolado de la alegría. Y eso que decía al final de si estamos tristes, pensar por qué estoy triste, si soy hijo de Dios”, señaló Joaquín alumno de ingeniería en la Universidad Católica.