Misericordia: la chispa que enciende la entrega a los más necesitados

Durante el semestre, por exceso de estudio y distancias, a veces es difícil hacerse tiempo para concretar iniciativas de servicio: visitar a ancianos y a enfermos; socorrer necesidades de personas vulnerables, preparar personas para la recepción de sacramentos, etc…

Una de las tareas que desempeñaron en Inca de Oro fue enseñar a los niños a lavarse los dientes

En las vacaciones de invierno recién pasadas, en el contexto del Jubileo de la Misericordia y preparando el terreno para lo que sería la JMJ en Cracovia, muchos jóvenes –que participan en actividades de la Prelatura- se propusieron el desafío de mezclar descanso y trabajo por los más necesitados.

Es así como decidieron hacer vida las enseñanzas del Papa Francisco: -“La misericordia sin las obras está muerta en sí misma. ¡Propiamente! Lo que hace viva la misericordia es su constante dinamismo para ir hacia el encuentro de las necesidades de aquellos que están en dificultad espiritual y material” (Audiencia jubilar, 30 de junio, 2016). Viajaron a diferentes partes de Chile para participar en trabajos sociales de invierno: Cogotí, Tulahuén, Inca de Oro, Molina, Buin, Neltume, Riñihue y Calama, entre otros, fueron los lugares donde se asentaron. Repararon viviendas, visitaron y acompañaron a ancianos y enfermos; entregaron atención dental, hicieron catequesis y prestaron un abanico de servicios, según edades y expertise de los voluntarios.

Las alumnas de cuarto año de odontología trabajaban directamente con pacientes, mientras que las de segundo y tercero ayudaban en la atención dental

Reparando sonrisas

Algunas alumnas de Odontología de la Universidad de los Andes aterrizaron en el pueblo minero de Inca de Oro, en la Región de Atacama. Allí, la dentista Claudia Cristoffanini, junto a diez estudiantes, atendieron a más de 40 pacientes. Las duras condiciones de infraestructura no fueron un impedimento para que ejercieran su labor. “Nos cedieron un espacio en la posta y con el delegado comunal nos conseguimos colchones y frazadas para alojar”, cuentan. La noticia de que había dentistas en la zona corrió como reguero de pólvora. Gracias a los anuncios que se pegaron por todo el pueblo, los vecinos llegaron desde el primer minuto.

Para Marion Olea, alumna de tercer año, la experiencia fue maravillosa: “Ver a la gente feliz no tiene precio, además como futura odontóloga, es una oportunidad que se da una vez en la vida; nunca había hecho tanto, en tan poco tiempo”. Destacó, como algo muy positivo, el aprendizaje en terreno de ciertos procedimientos tale como la atención a pacientes con SIDA.

Las jóvenes destacaron la relación forjada con los habitantes del pueblo. “Una niñita, hija de padre alcohólico y madre drogadicta, nos acompañó todos los días. Incluso cuando nos fuimos se puso a llorar”, cuenta una de las alumnas. Otra actividad que destacaron fue la celebración de la Misa diaria. Siguiendo las enseñanzas de san Josemaría -“¡Sé alma de Eucaristía! —Si el centro de tus pensamientos y esperanzas está en el Sagrario, hijo, ¡qué abundantes los frutos de santidad y de apostolado! (Forja N. º 835) - y gracias a la compañía de uno de los capellanes de la Universidad, tuvieron esa posibilidad. “La gente empezó a asistir con nosotros; incluso hubo un señor que se dispuso a recibir el sacramento de la confirmación”, agrega Marion.

Visitar a los vecinos y ancianos fue una de las labores realizadas por las estudiantes del Centro Cultural Estoril

Cada día, una obra de misericordia diferente.

Otro grupo que se puso “a tono” en este Jubileo de la Misericordia, fue el de 30 chicas que asisten a medios de formación en el Centro Cultural “Estoril”. Las jóvenes se desplazaron a la localidad de Riñihue, a orillas del lago, unos 120 kilómetros al este de Valdivia.

Se pusieron como meta diaria hacer una obra de misericordia en particular. La primera jornada transcurrió en el hospital haciendo compañía a los enfermos; la siguiente, visitaron el cementerio local donde rezaron por los difuntos y luego fueron a un hogar de ancianos; al tercer día, emprendieron rumbo a un hogar de madres solteras, ahí estuvieron con ellas y sus hijos. Otro día se dedicaron a visitar familias para escucharlas y llevarles el mensaje de la Iglesia y cerraron con la visita a un comedor de indigentes para compartir con ellos.

La idea era, que en cada lugar visitado, las niñas hicieran como propio lo que el Papa ha señalado: “En la raíz del Evangelio de la misericordia el encuentro y la acogida del otro se entrecruzan con el encuentro y la acogida de Dios: Acoger al otro es acoger a Dios en persona” (alocución, 17 de enero, 2016).

Historias llenas de humanidad coparon sus experiencias, como una que cuenta Mercedes Montes, sobre un matrimonio del lugar: “El marido se enfrentaba a diario con la enfermedad de su mujer - que había sufrido una parálisis cerebral- y lo único que lo mantenía fiel era su esperanza en Dios, el cariño de la gente y la seguridad de que su mujer lo seguía viendo y escuchando”. También pudieron acompañar a la familia de un joven que estaba en estado vegetal: “Llevaba así ocho años, debido a que un grupo de amigos lo sumergió en el mar hasta quedar inconsciente. Era impresionante la fortaleza de la mamá para afrontar las dificultades que tenía en su vida, sus ganas de sacar adelante a su hijo y su fe en Dios”.

Antes de realizar las clases de catequesis, los jóvenes recibían una charla de formación

Darle un techo a quien no lo tiene.

Por otra parte, 50 jóvenes provenientes del Centro Cultural “Los Montes” se trasladaron a Tulahuén, un villorrio del norte de Chile, situado en la región de Coquimbo. Ahí, según explicó el encargado, Ronald Bown, durante las mañanas se trabajaba para mejorar la calidad habitacional de los pobladores. “Arreglamos techumbres y aislamos las casas para que la gente pudiera pasar un mejor invierno”. Uno de los casos más duros fue el de una casa prácticamente destruida. “Nos enteramos que un auto arrasó con todo. Fue tanto el desastre que agotamos los materiales que llevábamos sólo allí, por lo que tuvimos que partir a comprar más para terminar el resto”, añade Tomás Montero, uno de los asistentes.

En las tardes, las actividades se enfocaron en la formación espiritual de los lugareños. “Conversamos con el diácono del lugar y nos ayudó a reunir un grupo de vecinos para hacerles clases de catequesis.” cuenta Ronald.

La entretención y las conversaciones culturales tampoco faltaron, en especial por la diversidad de intereses de los participantes. Destacó la presencia de un músico, un piloto de avión y un joven norteamericano que, como una manera de darle mayor valor a sus vacaciones de verano, viajó a Chile a realizar trabajos sociales y se integró en este grupo.

Lo que más destacan fue la acogida que tuvieron por parte de los vecinos, el ejemplo de la sencillez y generosidad con que ellos enfrentan la vida y los detalles con que “los regaloneaban”, como unos buenos platos de huesillos: “Si Dios quiere, esperamos volver el próximo año”, concluye Tomás.