Mi vida en alta mar

Raymond Lee es marinero en barcos de carga. Desde el puerto de Hong Kong, viaja a todo el mundo. En esta entrevista, cuenta cómo vive su fe en alta mar, ayudado por el espíritu del Opus Dei.

Raymond, cooperador del Opus Dei, desembarca en Hong Kong tras seis meses en alta mar.

¿Cuál es tu trabajo?

Soy marinero, un marinero que surca los mares. Sirvo como ingeniero de marina a bordo de diferentes barcos. Mi trabajo consiste en vigilar la maquinaria de la nave. Normalmente tengo que permanecer a bordo unos seis meses y luego vuelvo a Hong Kong para descansar durante dos. Después, vuelvo a embarcarme otros seis meses.

¿Seis meses sin tocar tierra? ¿No te aburres en el mar?

(Risas) En realidad, un barco no está seis meses seguidos en el mar, sino que va parando en diferentes puertos. Trabajo en barcos de carga: llevamos carga de un sitio a otro, y, dependiendo de la distancia del siguiente puerto, el viaje puede durar desde un día hasta un mes. Según la cantidad y el tipo de carga, podemos estar algunas horas en un puerto, pero en ocasiones pasan días. Mientras el barco está en el puerto, tengo la oportunidad de salir y pisar tierra.

procuraba ser muy cuidadoso en la práctica de mi fe, sin embargo, las cosas se complicaron

Eres cristiano, ¿cómo vives la fe en el mar?

Cuando tenía veintiún años, decidí bautizarme. La fe me parecía un tesoro, era como si algo ardiera dentro de mí. Al principio, procuraba ser muy cuidadoso en la práctica de mi fe, sin embargo, las cosas se complicaron cuando empecé mi trabajo como marinero.

Mucha gente me pregunta si hay un sacerdote a bordo del barco. La respuesta es que no. Gracias al esfuerzo de la rama estadounidense de los Apóstoles del Mar (AoS), una labor apostólica que está dirigida por el Consejo pontificio para el cuidado de la pastoral con trabajadores itinerantes, casi todos los cruceros de Estados Unidos tienen un sacerdote a bordo. Por desgracia, yo solo trabajo en barcos de carga propiedad de una empresa de Singapur, así que no gozo de este privilegio.

El mar de Tarawa, la capital de Kiribati, uno de los destinos de la nave.
¿Y puedes asistir a misa al menos los domingos?

Ese es mi mayor reto. Evitamos permanecer los domingos en el puerto, porque las autoridades portuarias imponen tasas más altas. Además, cuando estamos en puerto durante el domingo, no siempre hay iglesias cerca a las que pueda ir. Normalmente, tengo la oportunidad de asistir a la misa el domingo una vez cada tres meses. Por eso, cada vez que tengo la oportunidad de ir a misa me siento invadido por una gracia tan grande que solo me queda dar gracias.

Cuanto más tiempo estoy sin recibir la comunión, más la anhelo. Para intentar compensar esa carencia, procuro cuidar más mi vida espiritual cuando estoy a bordo. Soy un lector lento, pero en el barco tengo un libro de lectura espiritual. En otros contextos, tengo que luchar para no olvidarme de rezar el santo rosario, pero cuando estoy a bordo siento una gran necesidad de hacerlo. En Hong Kong, no suelo ir a la iglesia entre semana, pero cuando navego y hay una iglesia cerca del puerto, también entre semana, voy a rezar un poco delante del Señor presente en el sagrario. Son propósitos que me ayudan en mi vida cristiana, y que he descubierto gracias a la formación espiritual que recibo en el Opus Dei. Desde el año pasado soy cooperador de la Obra.

¿Has tenido siempre esta inquietud espiritual?

Antes, consideraba mi fe como algo estrictamente personal. No me importaba decir que era católico, pero no me proponía hablar a otros sobre mi fe o no me preocupaba por la fe de los demás. Sin embargo, mi mentalidad cambió después de conocer a un sacerdote del Opus Dei. Unos años antes, este sacerdote se había ofrecido a procurarme una guía espiritual. Resultó una oferta muy oportuna, ya que, en ese momento, yo estaba considerando si continuar o no con mi profesión de marinero. Este sacerdote me ayudó en el discernimiento. Decidí seguir como marinero, al menos por un tiempo. Desde entonces, intento esforzarme por rezar y hacer apostolado dentro del barco.

¿Cómo es el trato con tus colegas?

siempre rezo antes de las comidas empezando por la señal de la cruz

En un barco, la tripulación se compone normalmente de personas de diferentes países. Muchos de mis compañeros de trabajo se consideran budistas, musulmanes, cristianos o ateos. Aunque se da por supuesto que se respetan todas las creencias, siempre resulta algo embarazoso iniciar una conversación sobre religión. Normalmente, vivo mi fe de manera más sutil. Por ejemplo, siempre rezo antes de las comidas empezando por la señal de la cruz. Esto, en ocasiones, despierta el interés de los no católicos. Si sé que alguien es católico, le invito a venir conmigo a visitar una iglesia. Siempre es bonito ir a la iglesia en un sitio nuevo, igual que es increíble ver cómo han penetrado las costumbres locales en las diferentes iglesias.

¿Te han ocurrido aventuras en alta mar?

Aunque siempre rezo para que tengamos un viaje tranquilo, pienso que Dios me ha librado de varios momentos delicados que pasé en el mar, de esos que uno puede leer con frecuencia en los periódicos: piratería, naufragios, encalladuras, etc. Solo pensar en ello pondría los pelos de punta a cualquier marinero.

El barco de carga en el que trabaja Raymond como ingeniero.
¿Puedes contarnos una?

Sí. Recuerdo que era octubre. Nuestro barco navegaba al norte desde el sur del océano Pacífico hacia Taiwán. Las previsiones meteorológicas indicaban que habría una importante tormenta tropical cerca de nuestra trayectoria. Con frecuencia, nos enfrentamos a condiciones meteorológicas adversas, no es algo inusual. Para protegernos, cambiamos un poco nuestra ruta, aseguramos todo lo que llevamos a bordo y tomamos todo tipo de medidas de seguridad. De hecho, no todos los barcos están tan bien preparados como el nuestro.

¿Y os pilló la tormenta?

Bueno, alrededor de las cuatro de la mañana, recibimos un aviso inquietante. Un barco contenedor cercano a nosotros había sido alcanzado por la tormenta. Había perdido estabilidad y se había hundido. Rápidamente, nos dirigimos al lugar del naufragio. Cuando llegamos, ya había otros barcos participando en las labores de rescate. Según la información que nos dieron, habían sido rescatados trece miembros de la tripulación del barco hundido y debían ser veintiséis en total. En coordinación con los otros barcos, mantuvimos la vigilancia alrededor de la zona con la esperanza de poder salvar a los otros trece. Después, se unieron también a la operación otros barcos. El servicio de guardacostas japonés también envió dos botes patrulla y tres aviones. Sin embargo, el tifón hacía muy difíciles nuestras tareas de salvamento. Desde el momento en que comenzamos el rescate, estuve rezando por las víctimas.

¿Encontrasteis a todos?

No, por desgracia. Después de dos días, quince miembros habían sido rescatados y once seguían en paradero desconocido. Teniendo en cuenta que las posibilidades de sobrevivir eran muy escasas después de 48 horas en un mar agitado, los japoneses pusieron fin a las labores de rescate. Tormentas así son muy duras para la vida del marinero. Te dejan huella.

Y aun así, ¿tu trabajo vale la pena?

He tenido que enfrentarme a peligros serios en el mar, pocas horas para descansar, soledad, prescindir de la comunión, etc. Sin embargo, estas preocupaciones pueden superarse contemplando a Dios durante el trabajo. Creo que si hago mi trabajo por amor a Dios, su voluntad me protegerá y me dará la gracia para hacerlo mejor y sentirme realizado como hijo suyo.