Después de mi matrimonio, me mudé con mi esposo al norte, a Delhi, y me encontré en una cultura y un entorno muy diferentes, lejos del ambiente en el que me había criado.
Como sucede a muchas personas en circunstancias similares, al principio no me fue fácil adaptarme a una nueva ciudad. Sin embargo, nuestro primer hijo nació a los pocos meses y aquello nos cambió la vida. Al mismo tiempo, nos dimos cuenta de que necesitábamos que alguien nos orientase en la educación de nuestro hijo. Como siempre, Dios lo tenía todo pensado, solo ahora me doy cuenta.
Como siempre, Dios lo tenía todo pensado, solo ahora me doy cuenta
Había comenzado a dar clases en un colegio y allí una amiga me habló por primera vez sobre el mensaje del Opus Dei y su fundador. Sus enseñanzas sobre la grandeza del matrimonio y la vida familiar me ayudaron mucho. Mi amiga me aconsejó algunas lecturas y me habló también de su matrimonio. Estaba llena de ideas sobre cómo quererse entre cónyuges, educar a los hijos y compaginar el trabajo y la familia.
Ahora ya tengo dos niños y somos mi esposo y yo quienes compartimos nuestra experiencia con otras parejas jóvenes. La verdad es que nos lo pasamos muy bien contando nuestras aventuras de los primeros años.
La vida es como un puzzle
Algo que aprendí y que ahora trato de transmitir es que a veces le damos demasiada importancia a los grandes acontecimientos y nos olvidamos de que nuestra vida está compuesta por piezas pequeñas, como un puzzle, que componen una imagen más grande. San Josemaría en sus escritos, homilías y charlas siempre subrayó el valor de las cosas pequeñas: dar gracias, ser ordenados en las cosas materiales de la casa, perdonar, disculparse, ser puntuales, sonreír...
Niños con necesidades especiales
Ahora trabajo en un colegio de niños con necesidades especiales. Personalmente, encuentro muy significativas y alentadoras estas palabras del Papa Francisco: “Merecen una gran admiración las familias que aceptan con amor la difícil prueba de un niño discapacitado".
Como profesora, tengo que ayudar y entrenar a estos niños para que formen parte de la sociedad
Y sigue: "La familia que acepta con los ojos de la fe la presencia de personas con discapacidad podrá reconocer y garantizar la calidad y el valor de cada vida, con sus necesidades, sus derechos y sus oportunidades. Dicha familia proveerá asistencia y cuidados, y promoverá compañía y afecto, en cada fase de la vida” (Amoris Laetitia, n. 47).
Como profesora, tengo que ayudar y entrenar a estos niños para que formen parte de la sociedad, hacer que las personas de su entorno sean sensibles y no solo comprensivas, y ayudar a los padres para aceptar la condición de sus hijos y que sean más optimistas.
Todo esto necesita dedicación, paciencia y amor. Y para que estos estén en mi corazón, como enseña san Josemaría, sé que tengo que estar cerca de Dios con mucha oración y contar con su ayuda en todas las situaciones. ¡Acudo a su intercesión para que me ayude a lograrlo con una sonrisa!