Iris y san Josemaría

En la clínica de la Universidad de los Andes Iris Parra encontró más que un trabajo: conoció a Jesús, a san Josemaría y un lugar donde aprender a ser mejor persona. Iris es una agradecida del cambio que experimentó en su vida: quiso hacer su primera comunión, se confirmó y se casó. Ella asegura que ha sido gracias a la oración a su amigo, san Josemaría.

Iris, su marido Andrés y sus hijos Andrés e Ignacio.

Iris es parte de la historia de la clínica de la Universidad de los Andes, pues entró a trabajar en el área de limpieza desde sus inicios. Sin embargo, cuando llevaba cuatro años trabajando, hubo una reducción del personal y ella y otros cuarenta colaboradores fueron desvinculados. Fue un golpe duro, pero su marido Andrés la impulsó a no desanimarse ni perder la esperanza. “Yo quería estar aquí en la clínica, el ambiente laboral, las amistades, el buen trato y alegría de todos quienes trabajan en la clínica es algo que anima a hacer bien el trabajo y yo quería recuperar eso”, señala Iris. Por eso cada día, con fe y perseverancia, pedía a san Josemaría su intercesión ante Dios para volver a trabajar. Cuatro meses después, Iris fue la única de ese grupo de cuarenta personas que regresó a la clínica.

Emocionada reconoce que esto fue gracias a la intercesión de san Josemaría, pues no hubo día que no le rezara junto a su marido Andrés, que también trabaja en clínica, quien pasaba todos los días a la capilla a encomendar a Iris.

En la clínica conoció la fe y a san Josemaría y con la ayuda de una numeraria se preparó para recibir los sacramentos de la primera comunión y confirmación. “Luego de muchos años viviendo con mi marido, finalmente nos casamos por la Iglesia y fue el día más feliz de nuestra vida; nos acompañaron nuestros hijos y familiares en una ceremonia preciosa”, relata. Añade que “san Josemaría me ayuda cada día a ser una mejor persona, a trabajar bien, a cuidar a mi familia. Él está siempre conmigo”.

Aquí puedes escuchar cómo Iris cuenta su historia en este audio.