Familias: “laboratorios de humanización”

Tres familias cuentan cómo se embarcaron en diferentes proyectos que les supuso abrir sus hogares y entregar tiempo y mucho amor.

​El Papa Francisco ha pedido a los católicos “que las familias, gracias a una vida de oración y a una vida de amor, se vuelvan cada vez más laboratorios de humanización”.

La gratuidad del amor

Los recién nacidos vulnerables son una fuente de preocupación para el matrimonio compuesto por Jaime y Francisca.

Hace un año, ambos se cuestionaron cómo ayudar, “sentíamos que estábamos muy cómodos. Nuestros hijos ya son grandes y teníamos más tiempo para nosotros, que podíamos usar para viajar, salir a comer más seguido, etc.”.De esta manera comenzó a rondar la idea de acoger a niños que por, diversas circunstancias, se encontraban alejados de sus padres biológicos. Le pidieron luces a Dios y se plantearon ser ´familia guardadora´, es decir, la posibilidad de recibir a un recién nacido para entregarle todo el cariño y preocupación que requiere.

“FUIMOS CON MI MARIDO A VERLO Y SE RIÓ. ¡FUE MARAVILLOSO!"

“No era una decisión fácil, se lo propusimos a nuestros hijos y a la señora que nos ayuda en la casa y todos estuvieron de acuerdo. Tenía que haber unanimidad” comenta Francisca. Recuerda cuando vieron por primera vez a Maximiliano o Maxi como suelen decirle, con tan solo cuatro meses: “Fuimos con mi marido a verlo y se rió. ¡Fue maravilloso! Nos dio una inmensa paz y nos miró como diciendo “gracias por querer cuidarme”. Nos enamoramos de él inmediatamente”, recuerda.

Francisca y sus hijas con Maxi

Hoy Maxi tiene nueve meses y cada integrante de la familia se da un tiempo para poder ayudar en su cuidado. “Eso sí, mi marido y yo hacemos de cabeza, lo que implica levantarse en la noche y criar como cuando nuestros hijos eran de su edad” explica Francisca, sin dejar de enfatizar que “es de las cosas más lindas que hemos vivido como familia”, recordando, por ejemplo, el día que lo bautizaron.

El matrimonio no duda en recomendar que más familias repliquen la experiencia: “nuestros amigos nos han visto tan contentos que una familia amiga acaba de recibir a un chiquitito y otro matrimonio también decidió hacerlo”.

Francisca sabe que esto no es para siempre. Cuando tenga un año y medio aproximadamente deberán entregar a Maxi a quienes los tribunales determinen. “Con dolor en el alma lo entregaremos; lo vamos a llorar” explica. Pero al mismo tiempo les reconforta saber que han brindado un inmenso cariño a Maxi y la posibilidad de vivir en una familia. Y, asegura que, cuando llegue el momento, tendrán el corazón listo para recibir a un nuevo niño.

Encuentro de culturas

Andrea Araya y Rodrigo Irarrázabal son un matrimonio que también ha abierto las puertas de su familia a raíz de la experiencia vivida durante una temporada en Francia por motivos profesionales. Parte de sus corazones quedó en ese país, donde conocieron su cultura e idioma, y convivieron con personas de mucha fe. “Conocimos comunidades cristianas de vida parroquial y nos impresionó la fe con que vivían, la convicción, la consecuencia de vida y lo sacrificados que eran. Además, fuimos elegidos padrinos de bautizo de una buena amiga musulmana que se convirtió al cristianismo”, explica Andrea.

De regreso en Chile, ambos quisieron devolver la mano a los ciudadanos del país que tan bien los acogió y pensaron hacer lo mismo con familias francesas recién llegadas a Chile. Así es como conocieron a algunos matrimonios franceses con quienes han establecido amistad: “Los invitamos frecuentemente a nuestra casa y hemos hecho paseos con ellos y sus hijos. Ha sido una preciosa experiencia, se puede hacer mucho con la amistad personal, ayudándoles en lo que esté en nuestras manos para que puedan instalarse bien”, explica Andrea.

De esta experiencia destacan que ha sido un cable a tierra. “El francés en general es desprendido y sobrio en el modo de vida. Son una nación que ha pasado por dos duras guerras por lo que saben comenzar desde cero y vivir con lo fundamental. A pesar de eso mantienen una dignidad y elegancia en el modo de vida que es bien admirable” puntualiza.

Entregando Valores

Todo comenzó hace doce años cuando Fernando Coloma (32) junto a otros jóvenes comenzaron a realizar catequesis a niños del club de fútbol "Unión Caribe" ubicado en la comuna de Lo Espejo, Santiago. Ahí Fernando conoció a Jeannette y Eduardo, un matrimonio que con mucho sacrificio e invirtiendo sus escasos recursos económicos, entrega valores a niños y jóvenes, junto con alejarlos de la drogadicción.

"NUESTRA FE BIEN VIVIDA NOS DEBE ABRIR NECESARIAMENTE AL SERVICIO"

Ya casado y con tres hijos, Fernando y su familia han seguido colaborando con Jeannette y Eduardo: “Cada cierto tiempo con mi familia y amigos los visitamos, ayudándolos en la medida de nuestras posibilidades. Durante estas visitas, mis hijos comparten con otros niños, almuerzan y se entretienen con ellos, y últimamente han acompañado a Eduardo que se encuentra en cama por problemas de salud”. Y es que, como señala el Papa Francisco, “para superar la opresiva condición de pobreza es necesario que ellos perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la puerta del corazón y de la vida, los hacen sentir amigos y familiares”. (Mensaje del Papa Francisco para la II Jornada Mundial de los Pobres, Junio 2019).

Jeannette y su familia en el club de fútbol, junto a un hijo de Fernando.

Por su parte, Fernando confía en que “el contacto con gente más necesitada permita a mis hijos vivir más preocupados de los demás y desprendidos de su tiempo y medios materiales. A la vez, espero que les haga comprender que nuestra fe bien vivida nos debe abrir necesariamente al servicio y a vivir atentos a las carencias ajenas”.