“Espero que quienes lean estas líneas recen por mí y por todos los sacerdotes, para que seamos, en las manos de Dios, instrumentos de alegría, de comprensión y de paz”. Así se expresa Laurent Mazingi Kadogo cuando descubre que se le está haciendo una entrevista.
El ahora “Abbé” Laurent, nacido en Bukavu-Sud Kivu (República Democrática del Congo) en 1971, es uno de los 26 diáconos que han recibido la ordenación sacerdotal de manos de Mons. Javier Echevarría el 31 de mayo en la basílica de San Eugenio. Junto a él fueron ordenados otros 25 fieles del Opus Dei procedentes de Argentina, Brasil, Chile, España, Filipinas, Francia, Inglaterra, Japón, México, Nigeria y Perú. Numerosos parientes y amigos acompañaron a los nuevos presbíteros durante la ceremonia y despidieron su procesión final con un largo aplauso.
Mons. Echevarría: "Se os confía como misión que los fieles descubran el rostro santo y misericordioso del Redentor"
Durante la homilía, el Prelado del Opus Dei animó a los nuevos sacerdotes a seguir el ejemplo de san Josemaría, del que en los meses de preparación al presbiterado "os he hablado como modelo de existencia plenamente sacerdotal". Mons. Echevarría les dijo también que "deseo traer a vuestra memoria uno de esos rasgos tan significativos, estrechamente unido a la representación visible de Cristo Sacerdote, Maestro y Pastor, que se os confía como misión. Me refiero a la necesidad de ser, en todo momento, transparencia viva del Señor, de modo que los fieles —al miraros, al escuchar vuestras exhortaciones, al contemplar vuestro comportamiento— descubran el rostro santo y misericordioso del Redentor".
Dirigiéndose a sus familias, añadió: "Padres y hermanos de los nuevos sacerdotes, agradeced al Señor el cariño con que ha distinguido a vuestra familia. procurad corresponder a tanta predilección mediante la renovación de vuestra vida cristiana".
Laurent Mazingi: “Toda la vida del Papa es una gran lección para mí”
Conversando sobre su ordenación sacerdotal, Laurent manifiesta especial gratitud hacia Juan Pablo II, ahora que se acerca el 25 aniversario de pontificado: “Toda la vida del Papa –señala– es una gran lección para mí. Su entrega sin tregua a la Iglesia y a todas las personas me mueve a ser más generoso”. El nuevo sacerdote congoleño tuvo la oportunidad de saludar recientemente a Juan Pablo II: “en esa ocasión –explica– noté aún más de cerca cómo sabe querer y servir de verdad. Al verme, en seguida me dijo: ‘¡África!, África, la paz, el Congo’. Me emocionó que estas palabras salieran del corazón del Papa, y me pareció una magnífica oración para elevar a Dios”.
A propósito de la cruel guerra que azota al Congo desde hace años, Laurent reza todos los días “por todas aquellas personas que pueden construir la paz, para que no eludan esta tarea urgente”, y afirma que “la violencia es un camino sin futuro”.
Comentando los cinco años de estudios teológicos que ha pasado en la ciudad eterna, el economista congoleño, que se convierte ahora en sacerdote, señala que se llevará de Roma “el deseo de paz, de la paz cristiana, que te lleva a saber perdonar y a saber pedir perdón. Aquí he comprendido aún más que la Iglesia es mi familia, y que hay que quererla cada día más y servirla sin condiciones”.
Dos sacerdotes en casa
Del continente europeo procede Stéphane Hénaux, nacido en Poyssy (Francia) hace 31 años. El 2003 será un año memorable para la familia Hénaux, porque sus dos hijos se ordenan sacerdotes. “Mi hermano Pierre-Antoine –explica Stéphane– es benedictino, del monasterio de Fontgombault, cerca de Poitiers, y recibirá el presbiterado este verano. Mis padres, que son de la Obra, están muy contentos. Y tanto Pierre-Antoine como yo rezamos para que todos seamos muy fieles a Dios”.
“Shohei, ser sacerdote es algo muy bonito y muy grande”
Otro de los nuevos sacerdotes es Shohei Kimura, de Osaka (Japón), que estuvo acompañado por su padre y hermanos, y por un grupo de fieles de la parroquia “Ibaraki”, con el padre Inove a la cabeza. “Me ha emocionado ver en mi ordenación a feligreses de Ibaraki, una zona del Japón en la que, debido a las persecuciones, ha habido muchos católicos clandestinos”.
Comentando su camino hasta el sacerdocio, Shohei explica: “Me bauticé a los 12 años. Este hecho decisivo en mi vida lo debo a muchas personas, pero destacaría en primer lugar a mis padres. Mi madre, que se convirtió 4 años antes gracias a una amiga, rezaba el Rosario con frecuencia y recuerdo que tenía mucha devoción a la Virgen. Ella me presentó a un sacerdote que empezó a enseñarme el catecismo. Mi madre murió hace 10 años; quería que yo fuera sacerdote y rezaba por mí. Respetaba completamente mi libertad, pero recuerdo que de vez en cuando me decía: «Shohei, ser sacerdote es algo muy bonito y muy grande»”.
Y, refiriéndose a su padre, cuenta: “le debo mucho porque es un hombre que ama la libertad. Aunque es ateo y no le gustaba que me convirtiera, defendió siempre mi libertad frente a algunos familiares que veían la conversión de mi madre y la mía como una traición. Mi conversión era un hecho aún más grave, al ser yo el primogénito. Sin embargo mi padre siempre salió en mi defensa. Cuando empecé a recibir las primeras clases de catecismo, decía a los que me echaban en cara mi “traición”: «Dejadle, si el chico quiere convertirse, se convertirá». Este amor a la libertad de mi padre ha sido también algo decisivo.