"El mañana depende de cómo viváis el hoy"

Con la misión de convertirse en protagonistas del tercer milenio, tres universitarias chilenas cuentan la gran impresión que les produjo el mensaje de Benedicto XVI en Aparecida.

En Brasil, el Papa Benedicto XVI recordó a los jóvenes su vocación de ser amigos de Cristo, discípulos, "centinelas del mañana", como los llamaba su predecesor, Juan Pablo II. "Los jóvenes no temen al sacrificio –expresó– sino a una vida sin sentido".

Tres universitarias chilenas que viajaron a Brasil con un grupo que participa de los medios de formación del Opus Dei, dan testimonio sobre la impresión que les produjo oír de los labios del Papa la misión que encomendó a los jóvenes latinoamericanos: "El anhelo de que los cristianos experimenten que no siguen a un personaje de la historia pasada sino a Cristo vivo, presente en el hoy y ahora de sus vidas." 

Para Catalina Silva, estudiante de Derecho, Patricia Andrighetti, de Periodismo, y Catalina Infante, de Enfermería, la primera gran impresión fue encontrarse con el Santo Padre tan alegre, cálido, cercano y humilde, lleno de amor a Dios y cariño a la juventud, con mucha esperanza y confianza en los jóvenes, no sólo como la generación del futuro, sino como la del presente.

Les dejó una profunda huella en sus almas el discurso que les dirigió en el estadio Pacaembu. En el marco de la lectura del evangelio del joven rico, acogieron el llamado a vivir el aquí y ahora con una mirada a la eternidad: "La vida os trasciende", le escucharon decir y se sintieron invitadas a buscarle un sentido a sus vidas, recordando que el único capaz de darlo es Jesús. Grabadas a fuego quedaron sus frases de que "El mañana depende mucho de cómo estéis viviendo el hoy de la juventud." Después de haberlo escuchado tienen claro que no pueden quedarse de brazos cruzados sino que deben actuar desde ahora, siendo protagonistas del tercer milenio, revitalizando a la Iglesia con el ejemplo y viviendo el Evangelio.

Dejar huella con una fe viva

Las dos Catalinas y Patricia se sintieron interpeladas por el llamado del Papa a ser personas muy apostólicas y a no pensar que hay que hacer cosas tan grandes, sino aquello que está a su alcance como jóvenes, sabiendo que Dios se vale de ellas como instrumentos para influir en muchas personas.

¿Dónde? En la sala de clases, en el equipo deportivo, en el grupo musical, en el trabajo, en las juntas con los amigos, en las celebraciones familiares…

¿Cómo? Aprovechando la vida universitaria para hacer lo mismo que sus compañeros, pero de manera distinta; dejando huella con el testimonio de una fe viva. Mostrando que se puede trabajar en equipo, que existe la verdadera amistad, la sinceridad, el respeto y el compromiso. Ayudando a que sus compañeros experimenten la felicidad, trabajando con alegría, sorprendiendo a quienes queremos con algún detalle, haciendo favores de buena gana, saludando a quienes nos rodean o, simplemente, siendo buenos hijos, buenos amigos y buenos estudiantes.

Para lograr estos propósitos, tienen claro que hay que seguir formándose y profundizando en el conocimiento de Cristo y alimentarse de El, a través de la oración y los Sacramentos.

Muchos jóvenes en la misma lucha

La segunda sorpresa de las chilenas resultó ser la cantidad de jóvenes –laicos, consagrados y religiosos– buscando el mismo fin: llegar al Cielo, siendo santos y haciendo apostolado aquí en la tierra. Comprobaron en terreno que la Iglesia sigue viva y que hay muchas personas dispuestas a luchar por ella. Les emocionó ver a una juventud que no está triste ni amargada, sino feliz de tener a Cristo y poder transmitirlo a los demás.

Su tercera sorpresa fue constatar la universalidad del Opus Dei y sentirse parte de "algo tan bueno como la Obra". La alegría era desbordante, a pesar del cansancio de muchas que viajaron desde lejos. Tuvieron la oportunidad de conocer chicas brasileñas que con su ejemplo les enseñaron valores que –aseguran– les servirán por el resto de sus vidas.

Para las tres este viaje fue un inmenso regalo, una experiencia impresionante. Ver al Papa tan vital a pesar de sus años, a miles de jóvenes de toda Latinoamérica vibrando con su mensaje tan actual, claro y desafiante, les ayudó a reafirmar su fe y su amor a Dios y a darse cuenta de que los jóvenes están dispuestos a luchar por un mundo más justo, comprometido y solidario.

  "El Santo Padre nos pidió que nunca nos sintiéramos faltos de amor y de acogida, como ovejas sin pastor, porque la caridad de Dios es infinita y, además, el Papa nos ama".