De Chile a la tierra de Juan Pablo II

Don Fernando Valbuena es un sacerdote del Opus Dei nacido en Santiago que se trasladó a Polonia en octubre de 1995.

Cuando don Fernando llegó a Polonia, la Obra comenzaba en Cracovia, por sugerencia de Juan Pablo II.

"Acababa de llegar a Italia para estudiar en el Colegio Romano de la Santa Cruz, cuando los primeros fieles de la Obra partieron a Polonia para comenzar el Opus Dei. En Roma, uno ensancha los horizontes y se da cuenta de la amplitud de la Obra y de que no importa donde uno viva, el espíritu es el mismo. Nunca pensé que yo también partiría a ese país de Europa del Este, aunque hubo algunas coincidencias que podían tomarse como pequeñas señales: cuando estaba en el colegio, comencé a ir a un centro del Opus Dei en Santiago en la calle Polonia; además, en 1981, me regalaron una estampa de la Virgen de Chestokowa, que desde entonces llevo conmigo", cuenta don Fernando.

Cuando se trasladó a Polonia, la Obra ya estaba en Varsovia desde 1989 y, por sugerencia del Papa Juan Pablo II, se comenzaba la labor en Cracovia.

¿Qué incidencia ha tenido la fe en Polonia?

"Los polacos son un pueblo católico, con la fe muy unida a la historia del país. Polonia se forma como nación hace más de mil años con el bautizo del primer rey polaco. La fe los ha sostenido en momentos de crisis y de división. Durante los 120 años en que Polonia desapareció del mapa de Europa, la fe católica los mantuvo como nación. Por eso, durante la época comunista no hubo en Polonia una persecución abierta a la Iglesia, a diferencia de otros países de Europa del Este, donde sí las hubo y los católicos sufrieron mucho. La Iglesia podía actuar con más o menos libertad y nunca estuvo en la clandestinidad. Existía, claro, cierto control y a veces presión por parte del régimen para dar información acerca de los polacos contrarios al gobierno. También había dificultades para construir iglesias".

¿Ha evolucionado la religiosidad en los años posteriores al comunismo?

"Los polacos que quieren algo más que ir a Misa sólo los domingos, buscan en la Obra y en otras instituciones de la Iglesia un camino de progreso espiritual", dijo.

"La juventud es viva y participa en la Iglesia. Gracias a Dios, la gente todavía no se ha contagiado con el laicismo occidental. Los polacos que quieren algo más que ir a Misa sólo los domingos, buscan en la Obra y en otras instituciones de la Iglesia un camino de progreso espiritual exigente, donde se les dé la posibilidad de recibir una buena formación y de tomarse el catolicismo en serio. Un factor muy importante en la buena acogida que ha tenido el Opus Dei ha sido que el Papa Juan Pablo II diera el "vamos" para que la Obra se desarrollara aquí. Actualmente, en la casa donde vivo, alrededor de doscientas personas de todas las edades asisten a los medios de formación".

¿Cómo han recibido los polacos el espíritu del Opus Dei?

"Al igual que en todas partes, en Polonia se ha pensado durante siglos que la llamada a buscar la santidad estaba destinada sólo a los sacerdotes y religiosos. Pero si uno estudia la historia de esta nación, entiende la fuerte unidad entre el pueblo y la Iglesia. Por lo mismo, la Iglesia como institución tiene mucho peso, a través de los sacerdotes. Por ese lado, la Obra es novedosa para ellos porque los sacerdotes no son los "mandamases" en los centros de la Prelatura, sino que están allí para servir. En general, los polacos ven como algo interesante que los laicos tengan una labor importantísima. Aunque también hay gente a la que le cuesta más entender el aspecto laical de la Obra".

Don Fernando, ingeniero industrial de la Universidad de Chile, conoció el Opus Dei cuando era alumno del Colegio Calasanz, de los Padres Escolapios. Confiesa que aunque nadie en su familia era de la Obra, los conmovió el cariño que les demostraron los miembros de Opus Dei en la difícil situación de la muerte de su padre. Hoy día tiene dos hermanas numerarias y su madre también pidió la admisión como supernumeraria.

¿Cómo ha sido para usted "hacerse al lugar", como decía San Josemaría?

Viaje de estudio a Oxford, junto a alumnos polacos.

"Ha sido hacerme polaco. Debo reconocer que las oraciones de la gente ayudaron mucho porque les pedía siempre que rezaran para que aprendiera rápido el idioma, que no fue nada fácil. Estuve con clases durante un año y medio en Varsovia. Mi labor pastoral durante ese tiempo era bastante restringida, pero poco a poco aprendí a leer en polaco y con eso pude celebrar la Misa. Luego, estuve viviendo en una residencia de estudiantes en Varsovia, por lo que oía polaco de la mañana a la noche. Al principio era un poco duro, todo el tiempo escuchando un ruido como de viento que sonaba shctschtschtsch".

Señala que cuando el Prelado estuvo en Polonia el 2005, les contó que un Cardenal le había comentado que en los países latinos de Europa que están cerca del Mediterráneo, ya que hay mucho sol, el idioma está lleno de vocales como la a y la o. Pero cuando uno se va moviendo hacia el norte, donde los países son más fríos -por ejemplo, Alemania- el sonido es como xcs; y ya después, en la estepa polaca o rusa, todo suena como shctsc.

Don Fernando afirma que "el pueblo polaco en general es muy amistoso y abierto. Cuidan mucho la familia y se preocupan de recibir a la gente con cariño. No son muy metódicos, sino más bien relajados y buenos para improvisar. Por eso hacen muchas bromas del ‘orden’ alemán".

¿Se siente ya polaco?

"Siempre seré chileno pero, estando acá, me siento polaco. Me gustan las costumbres como la de la vigilia de Navidad, donde la cena es un ritual para católicos y protestantes, siendo o no practicantes. Tradicionalmente, se lee el evangelio de San Lucas sobre el nacimiento de Jesús y no se come carne en esa ocasión, pero sobre la mesa se ponen doce tipos de platos diferentes. Al comienzo de la cena, se divide en pedazos un pan especial, parecido a la hostia, y cada comensal le entrega un trozo a otro deseándole lo mejor. Es un momento muy familiar y también de reconciliación. Otra hermosa tradición es la veneración a la Virgen de Chestokowa: hay peregrinaciones desde toda Polonia al santuario, se van a pie y caminan días, semanas…"

Acompañando a los jóvenes durante una convivencia de estudiantes en Ruda.

¿Cómo es su vida corriente?

"Vivo con otras ocho personas en un centro del Opus Dei que está en Potznan, una ciudad entre Berlín y Varsovia. El Director del centro nació en Polonia, aunque tiene familia alemana, por lo que allí descubrió la Obra y luego volvió al país. El más antiguo en la Obra es un dentista ya jubilado que nació en Inglaterra, pero de padres polacos que se quedaron en Londres después de la segunda guerra mundial. El conoció el Opus Dei allá y se vino a Polonia en 1990. El resto son polacos que se han incorporado durante estos años.

Colaboro confesando en una parroquia, pero más que nada me dedico a las labores de formación propias del Opus Dei: celebrar la santa Misa, predicar retiros, meditaciones, atender confesiones".

¿Tienen algún proyecto en marcha?

"Se está construyendo un nuevo centro que será también una pequeña residencia universitaria para dieciséis personas en Poznan, porque la casa que tenemos es arrendada y ya se nos hace muy estrecha. Estamos buscando los fondos y hemos sufrido algo por la crisis. Gracias a Dios, la cosa ya va avanzando y si Dios quiere la nueva casa va a estar funcionando en los próximos meses.

El año pasado comenzó el otro proyecto importante, el primer pre-escolar con doce niños, que será el germen de un futuro colegio. Los papás que lo han emprendido están con gran entusiasmo y empuje. No todos son de la Obra, sino que se incluyeron después de ver el éxito que tuvo un colegio de Varsovia que ya tiene seis años y que está creciendo. Ya llegaron a séptimo básico y han construido un pre-escolar para doscientos alumnos. La gente se ha entusiasmado porque la educación estatal polaca ha ido empeorando y se presenta esta buena alternativa. Como el colegio está en las afueras de Varsovia, muchas familias se han trasladado para poder matricular a sus hijos".