Con la Novena de la Inmaculada concluye el mes de María

La costumbre universal de rezar la Novena de la Inmaculada coincide en Chile con los últimos días del Mes de María, que culmina justamente el 8 de diciembre, con la fiesta de la Inmaculada Concepción.

Imagen de la Virgen de Fátima

Así, la novena corona un mes en que todo el país celebra a la Virgen siguiendo una costumbre que nació a mediados del siglo XIX, por iniciativa del sacerdote Joaquín Larraín Gandarillas, quien fuera Rector del Seminario Mayor y de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Monseñor Larraín recogió esta tradición nacida en Europa y ampliamente extendida en América, ante la profunda devoción mariana de los chilenos, especialmente de la gente sencilla. En Europa, el Mes de María se reza en Mayo, llamado “mes de las flores”. En Chile esta devoción se trasladó a noviembre, primavera del hemisferio sur y se hizo coincidir su clausura con la fiesta de la Inmaculada.

Por este motivo, aquí la Novena no tiene textos especiales, y se puede rezar con la oración que generaciones de chilenos hemos aprendido desde niños, compuesta por el presbítero y Rector de la Universidad Católica, Monseñor Rodolfo Vergara Antúnez (1847-1914), que reproducimos a continuación.

Oración inicial Oh María, durante el bello mes que os está consagrado, todo resuena con vuestro Nombre y alabanza. Vuestro santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos os han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presidís nuestras fiestas y escucháis nuestras oraciones y votos.

Para honraros, hemos esparcido frescas flores a vuestros pies y adornado vuestra frente con guirnaldas y coronas. Mas, Oh María, no os dais por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y hay coronas que no se marchitan. Estas son las que Vos esperáis de vuestros hijos; porque el más hermoso adorno de una Madre, es la piedad de sus hijos y la más bella corona que pueden deponer a sus pies es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que Vos nos pedís, son la inocencia de nuestros corazones; nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes, consagrado a vuestra gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas, aún la sombra misma del mal.

La rosa cuyo brillo agrada a vuestros ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos; nos amaremos pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre sois, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que os es tan querida, y con vuestro auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y resignados.

Nuestra Señora del Carmen, patrona de Chile

¡Oh María!, haced producir en el fondo de nuestros corazones, todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den, al fin, frutos de gracias, para poder ser algún día dignos hijos de la más Santa y de la mejor de las Madres.

Amén.

Oración Final ¡Oh María, Madre de Jesús, nuestro Salvador y nuestra buena Madre! Nosotros venimos a ofreceros, con estos obsequios que colocamos a vuestros pies, nuestros corazones, deseosos de seros agradables, y a solicitar de vuestra bondad un nuevo ardor en vuestro santo servicio.

Dignaos presentarnos a vuestro Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud; que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia El, y cambie tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el vuestro. Que convierta a los enemigos de su Iglesia, y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida, y de esperanza para el porvenir.

Amén.