Bendición papal al pueblo chileno

Por segunda vez en una semana, Benedicto XVI ha dirigido palabras de consuelo, aliento y esperanza al país, tan afectado por el fuerte terremoto del sábado 27 de febrero.

 "Invocando la protección de Nuestra Señora del Carmen, imparto de corazón la confortadora Bendición Apostólica, como signo de afecto al amado pueblo chileno", señala el Pontífice en un mensaje enviado el 5 de marzo al presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, monseñor Alejandro Goic, obispo de Rancagua.

Benedicto XVI se vuelve a mostrar "hondamente apenado por la dolorosa noticia del seísmo que ha ocasionado numerosas víctimas, heridos y cuantiosos daños materiales".

"Ofrezco sufragios por el eterno descanso de los fallecidos y elevo fervientes plegarias al Señor, para que conceda su consuelo a los afectados por tan enorme desgracia e inspire en todos sentimientos de esperanza cristiana y de solidaridad fraterna para superar la adversidad y aliento a las comunidades eclesiales, instituciones civiles y personas de buena voluntad, para que, en estos difíciles momentos, presten eficaz ayuda, con espíritu generoso y solícita caridad".

Hacia un bien más grande Dios no quiere el mal de sus hijos, y si permite el sufrimiento es para conducirlos a un bien más grande: a la reflexión y la conversión, señaló Benedicto XVI dos días más tarde al introducir la oración mariana del Angelus, en la Plaza de San Pedro.

"Frente a la fácil conclusión de considerar el mal como efecto de un castigo divino, Jesús restituye la verdadera imagen de Dios, que es bueno y que no puede querer el mal", dijo el Papa, reflexionando sobre el Evangelio de la Misa del domingo, que narra la enseñanza de Jesucristo ante el derrumbe de una torre sobre algunos caminantes. 

"Poniendo en guardia contra la tentación de pensar que las desgracias son el efecto inmediato de las culpas personales de quien las padece, Jesús invita a hacer una lectura distinta de estos hechos, colocándolos en la perspectiva de la conversión", afirmó el Pontífice.

 "Ante sufrimientos y lutos, la verdadera sabiduría es dejarse interpelar por la precariedad de la existencia y leer la historia humana con los ojos de Dios, el cual, queriendo siempre y sólo el bien de sus hijos, por un designio inescrutable de su amor, a veces permite que sean probados por el dolor para conducirlos a un bien más grande".

"Las desgracias, los acontecimientos trágicos –hizo ver el Papa– deben representar ocasiones para reflexionar desde la perspectiva de la fe, para vencer la ilusión de poder vivir sin Dios y para reforzar, con la ayuda del Señor, el compromiso de cambiar de vida, animados por el santo temor de Dios".

"¡Que la Virgen María ayude a todas las familias, sobre todo a aquellas que están en dificultades, para que no desesperen nunca del amor de su Hijo!", concluyó el Santo Padre.