Tres días sin señal

Un grupo de jóvenes dejó el ruido de la ciudad para disfrutar de la naturaleza y entrar en mayor conexión con Dios. Fue un fin de semana de amistad y de oración en Los Queñes, un lugar recóndito donde no llega señal de celular.

En la precordillera de Los Andes, donde confluyen los ríos Claro y Teno, y a 55 kms. al este de Curicó, se encuentra Los Queñes. Un lugar recóndito y sin señal de celular, ideal para la “desconexión”. Hasta allí llegaron un grupo de estudiantes universitarios y profesionales jóvenes que participan en las actividades del Centro Cultural Alto Colorado para gozar de la naturaleza, conversar en torno a la mesa o una fogata y, también, sintonizar mejor con Dios.

“Conocí a grandes personas, aprendí otra forma de ver la fe. Y entre risas, caballos y buena comida, creo haberme acercado un poco más a Dios”, cuenta José Ignacio Garrido, estudiante de Derecho.

Así narran esos días:

Llegamos la tarde del viernes, ya caída la noche, a una casa que nos prestaron. Lo primero que hicimos fue disponer un espacio lo más digno posible donde celebrar la misa que tendríamos en las mañanas. El sábado y domingo se organizó de tal manera que después de una meditación con el P. Jorge y de la misa, cada uno escogía entre ir a pescar al río, hacer excursiones a caballo en una zona con bosques de maules, quebradas y ríos o, también, estudiar.

Hicimos paseos a caballos por la zona, entre cerros, quebradas y ríos. ¡Un paisaje increíble!

“Esos días en Los Queñes nos desconectamos totalmente, sin señal de celular –cuenta Benjamín Matte, 21 años, estudiante de agronomía–. Esto nos ayudó a conectarnos más fácilmente con Dios; con la ayuda de la misa y la capilla teníamos hilo directo con Él. También, como la mayoría somos universitarios, aprovechamos el tiempo para estudiar. Fueron tres días en los que nos pudimos acercar más a Dios, compartir con los demás y disfrutar de un paisaje increíble”.

De regreso de los paseos, almorzábamos juntos, teníamos una charla de formación cristiana, y luego ¡cada cual a lo que quisiera! hasta juntarnos nuevamente para tener un rato de oración al caer la tarde. 

El ambiente en la noche facilitaba conversaciones “que tiraban para arriba”. Todo muy distendido, mucha confianza, un tono humano de respeto y “buena onda”. Además, nos turnamos para cocinar y así fue como pudimos disfrutar de un rico asado, pizzas y empanadas en horno de barro.

Pudimos conocernos mejor en conversaciones muy interesantes y con buenas comidas.

“Instancias donde poder reflexionar larga y tendidamente, son difíciles de conseguir en el día a día. Es por esto que momentos así son tan importantes. En el silencio y en comunidad, las reflexiones resultan más profundas y los rezos más cercanos al corazón”, sintetiza esos días José Ignacio Garrido Palma, estudiante de Derecho.