Algo había reservado para mí

María, de Costa Rica, cuenta que "el sacerdote escuchó mi historia y me dijo: “algo tiene Dios reservado para usted”. Estoy segura de que sus palabras se han cumplido."

Pese a que fui criada en el seno de una familia católica, la rebeldía aliada de la inmadurez y la ignorancia me alejaron de la Iglesia. Durante unos quince años, Dios no representó nada en mi vida, aunque sé que nunca me dejó de amar y de proteger. Me centré en mi trabajo como periodista, en ganar dinero, ir a fiestas…, y me encerré en una vida mundana y frívola.

Un día, tenía ya treinta y tres años, pasé por casualidad frente a la Nunciatura Apostólica y quise saber el horario de Misas. No sé por qué, pero ese domingo fui y a la semana siguiente me confesé, después de dieciocho años de no hacerlo. El sacerdote escuchó mi historia y me dijo: “algo tiene Dios reservado para usted”. Estoy segura de que sus palabras se han cumplido.

El sacerdote escuchó mi historia y me dijo: “algo tiene Dios reservado para usted”

Semanas después, por mi trabajo, tuve que entrevistar a un experto en educación y a una madre de familia numerosa. Así fue como conocí a María, que me regaló Camino y, a través de ella, conocí a Gabriela, que me dio clases de doctrina y me invitó a un retiro mensual; luego, hice mi primer curso de retiro.

Cambios

Poco a poco me iba interesando en conocer la vida de San Josemaría y el espíritu del Opus Dei. Los cambios en mi vida no tardaron a presentarse. Con el paso del tiempo, me he convertido en una mujer más paciente, menos impulsiva, más consciente de los aspectos de mi vida, de mi carácter, que debo mejorar y procuro trabajar en eso a diario. Soy consciente de mi fe y creo fielmente en que Dios me guía día a día, para que mi trabajo, y yo misma, sean herramientas para ayudar al prójimo.

A partir del momento en que comprendí que el trabajo, las dificultades, las labores domésticas, los contratiempos de cada día, las diferencias con las personas que me rodean…, son instrumentos de santificación, mi vida tuvo un sentido renovado. Cada cosa que hago transciende el esfuerzo físico y toma un sentido sobrenatural. ¡Qué satisfacción y tranquilidad me ha traído esto!

A los quince años de ejercer mi profesión como periodista en medios de comunicación masiva, comencé a trabajar en el Proyecto Educativo Surí. Aquí mi vida profesional tomó otro rumbo y esto me ha deparado grandes satisfacciones en todos los sentidos.

El mejor compañero

Mi mejor compañero de trabajo está en el Sagrario, a menos de quince metros de mi oficina. Cuando hay problemas, simplemente me acerco al oratorio y dejo en manos de Jesús Sacramentado lo bueno y lo malo, la fácil y lo difícil. Es maravilloso comprobar cómo la confianza en Dios permite tener otra perspectiva y hasta lo impensable logra una solución. Cada día veo cómo mi labor incide positivamente en la vida de mujeres que, si bien no tienen los recursos económicos básicos, cuentan con grandes deseos de superación y buscan en Surí eso que necesitan para tener una mejor calidad de vida, para ellas y sus familias.

Caigo y me levanto, procuro mejorar y aplico lo que enseñó san Josemaría - la importancia de la oración, mortificación y acción- como fórmula para actuar en todo momento. El Santo de lo ordinario es hoy mi guía en esta nueva etapa de mi vida que estoy disfrutando en plenitud, gracias a Dios.

Estoy segura de que mi madre, desde el Cielo, está muy complacida de que, después de tantos años perdidos, haya retomado el rumbo

Estoy segura de que mi madre, desde el Cielo, está muy complacida de que, después de tantos años perdidos, haya retomado el rumbo de la mano del santo cuya estampa la acompañaba a diario en sus labores domésticas. Un recuerdo que conservo de mi infancia es la estampita de san Josemaría en el marco de la ventana de la cocina de mi mamá. Esa imagen se me quedó grabada y, tiempo después, ayudó a que retomara el camino hacia el reencuentro con Dios.