Guía para aprovechar el vídeo
El crecimiento de los hijos es un proceso bonito, pero, al mismo tiempo, representa un desafío. No siempre estamos preparados para las elecciones que comporta la maduración en la vida. Es claro que el crecimiento es personal, pero es deber de los padres estar cercanos a los hijos para ayudarlos y acompañarlos. La adolescencia se caracteriza a menudo por una pérdida del diálogo “hijos-padres”. En cambio, si se gestiona bien, puede representar una excelente ocasión para un nuevo acercamiento. Un comportamiento empático nos ofrece los recursos para saber escuchar, aprender y entender mejor a la otra persona, es decir, a los hijos.
En cada cultura del mundo existen momentos en la vida que se festejan de un modo particular. Cada hijo desea justamente celebrar los 15 años, o la mayoría de edad, con una fiesta que subraye la importancia del momento: llegará el día en el que el hijo pedirá a los padres ayuda para celebrarlo.
Existen muchos modos para celebrar, pero es necesario encontrar aquél que más se adapta a la persona que desea hacerlo. Esto puede ser el origen de un conflicto, en el cual cada una de las partes muestras sus propias razones. Situaciones parecidas pueden crearse además en otros contextos, como un viaje con los amigos o los lugares donde celebrar con ellos, etc. Es deseable que los padres escuchen todos los argumentos y busquen ser creativos respecto al deseo de los hijos, para no generar una situación de bloqueo que difícilmente podrá acabar bien. Esto no significa secundar todas las peticiones del hijo o de la hija, sino razonar juntos sobre el modo mejor y más auténtico de actuar en cada caso.
Proponemos algunas preguntas que pueden ayudaros a sacar partido al vídeo, cuando lo veáis con amigos, en la escuela o en la parroquia:
Preguntas para el diálogo:
- ¿Pienso que los deseos de mis hijos coinciden con los míos? ¿Qué puedo hacer para entender cómo piensan mis hijos? ¿Qué modelo de vida tienen mis hijos? ¿Y sus amigos? ¿Tengo una actitud abierta hacia ellos? ¿Procuro que la forma en que expongo mis ideas en nuestras conversaciones sea adecuada a su capacidad? ¿Soy conscientes de que puedo herir a mis hijos con mi falta de confianza? ¿Acepto y alabo algunas de sus propuestas? ¿Procuro hablar de modo diverso con cada uno de mis hijos? ¿Les pregunto las motivaciones que justifican sus propuestas?
- ¿Cuáles son las fiestas que vale la pena celebrar? ¿Por qué motivo es importante celebrar la mayoría de edad? ¿Cómo celebran esa fiesta la mayor parte de las personas hoy en día?
- ¿Cómo es de oportuno, para los padres, hacer partícipe a los hijos de las cuestiones económicas de la familia? El elemento económico, respecto a la organización de la fiesta, ¿cómo se relaciona con la parte estrictamente educativa? ¿Cómo explicar con naturalidad el significado de la sobriedad? ¿Cómo hablar a los propios hijos de los padres de sus amigos o amigas cuando hacen elecciones discutibles respecto a las fiestas? ¿Existen “fiestas de pobres” y “fiestas de ricos”?
- ¿En qué modo se relacionan habitualmente los hijos con los padres respecto a las cuestiones materiales (petición de dinero, ropa, gastos extraordinarios…)?¿De qué forma se puede responder a los hijos cuando quisieran ser tratados como en otras familias que tienen un estilo de vida diferente? ¿cuáles son nuestras costumbres familiares para celebrar los cumpleaños, graduaciones, etc?
Propuestas para la acción
- Asegúrate de que tú y tu marido/mujer compartís el estilo que conviene adoptar en la organización de las fiestas de los hijos, sobre todo en aquellas más importantes, como la fiesta de los 15 años o la de la mayoría de edad.
- No esperes que tu hijo o tu hija te propongan una única forma de celebrar: intenta anticiparte con propuestas creativas y que pongan en el centro las relaciones familiares y de amistad.
- Escucha hasta el final las propuestas de tus hijos y sus razones respecto al tipo de fiesta que les gustaría organizar, aunque sepas que será imposible. En el momento del diálogo, no acudas demasiado a las diferencias entre las costumbres actuales y aquellas de tu época: no es un argumento muy convincente.
- Los hijos están muy atentos a la actitud de los padres en el diálogo: no cierres la puerta, no des por supuesto que tus razones de padre/madre serán inmediatamente comprendidas. Comparte con los hijos y con el cónyuge el compromiso de hacer la mejor fiesta posible.
Meditar con la Sagrada Escritura y con el Catecismo de la Iglesia Católica
- ¿Qué haréis en el día de la solemnidad, y en el día de la fiesta de Jehová? (Oseas 9, 5).
- ¡Viva la alegría!, pues la única felicidad para el hombre bajo el sol es comer y beber y regocijarse: esto le toca por su trabajo a lo largo de los contados días que Dios le concedió vivir bajo el sol (Qohelet 8, 15).
- "¿Estáis dispuestos a recibir de Dios, responsable y amorosamente, los hijos y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?” “Sí, estamos dispuestos” (Rito del matrimonio).
- Durante la infancia, el respeto y el afecto de los padres se traducen ante todo en el cuidado y la atención que consagran para educar a sus hijos, y para proveer a sus necesidades físicas y espirituales. En el transcurso del crecimiento, el mismo respeto y la misma dedicación llevan a los padres a enseñar a sus hijos a usar rectamente de su razón y de su libertad (Catecismo de la Iglesia Católica, 2228).
Meditar con el Papa Francisco
- La misma vida familiar, vista a través de los ojos de la fe, nos parece mejor que los cansancios que comporta. Nos aparece como una obra de arte de sencillez, bonita precisamente porque no es falsa, sino capaz de incorporar en sí todos los aspectos de la vida verdadera. Nos aparece como una cosa «muy buena», como Dios dijo al finalizar la creación del hombre y de la mujer (cfr. Gn 1, 31). Por tanto, la fiesta es un precioso regalo de Dios; un precioso regalo que Dios ha hecho a la familia humana: ¡no lo estropeemos! (Audiencia General, 12 agosto 2015).
- En una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Él nos llama a tener un comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es importante. En un mundo, a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado, es necesario cultivar un fuerte sentido de la justicia, de la búsqueda y el poner en práctica la voluntad de Dios. Ante una cultura de la indiferencia, que con frecuencia termina por ser despiadada, nuestro estilo de vida ha de estar lleno de piedad, de empatía, de compasión, de misericordia, que extraemos cada día del pozo de la oración (Homilía, 24 diciembre 2015).
Meditar con San Josemaría
- Escuchad a vuestros hijos, dedicadles también el tiempo vuestro, mostradles confianza; creedles cuanto os digan, aunque alguna vez os engañen; no os asustéis de sus rebeldías, puesto que también vosotros a su edad fuisteis más o menos rebeldes; salid a su encuentro, a mitad de camino, y rezad por ellos, que acudirán a sus padres con sencillez —es seguro, si obráis cristianamente así—, en lugar de acudir con sus legítimas curiosidades a un amigote desvergonzado o brutal. Vuestra confianza, vuestra relación amigable con los hijos, recibirá como respuesta la sinceridad de ellos con vosotros: y esto, aunque no falten contiendas e incomprensiones de poca monta, es la paz familiar, la vida cristiana (Es Cristo que pasa, 29).
- ¿Crees que los demás no han tenido nunca veinte años? ¿Crees que no han estado nunca copados por la familia, como menores de edad? ¿Crees que se han ahorrado los problemas —mínimos o no tan mínimos— con los que tropiezas?... No. Ellos han pasado por las mismas circunstancias que tú atraviesas ahora, y se han hecho maduros —con la ayuda de la gracia—, pisoteando su yo con perseverancia generosa, cediendo en lo que se podía ceder, y manteniéndose leales, sin arrogancia y sin herir —con serena humildad—, cuando no se podía (Surco, 715).
- Urge recristianizar las fiestas y costumbres populares. —Urge evitar que los espectáculos públicos se vean en esta disyuntiva: o ñoños o paganos.
- Pide al Señor que haya quien trabaje en esa labor de urgencia, que podemos llamar "apostolado de la diversión" (Camino, 975).
- Es muy necesario que vean cómo esa piedad ingenua y cordial exige también el ejercicio de las virtudes humanas, y que no puede reducirse a unos cuantos actos de devoción semanales o diarios: que ha de penetrar la vida entera, que ha de dar sentido al trabajo, al descanso, a la amistad, a la diversión, a todo. No podemos ser hijos de Dios sólo a ratos, aunque haya algunos momentos especialmente dedicados a considerarlo, a penetrarnos de ese sentido de nuestra filiación divina, que es la médula de la piedad.
- He dicho antes que todo esto la juventud lo entiende bien. Y ahora añado que el que procura vivirlo se siente siempre joven. El cristiano, aunque sea un anciano de ochenta años, al vivir en unión con Jesucristo, puede paladear con toda verdad las palabras que se rezan al pie del altar: entraré al altar de Dios, del Dios que da alegría a mi juventud (Ps 42, 4.) (Conversaciones, 102).