«Santo Rosario»: publicada la edición crítico-histórica

Es el segundo libro de san Josemaría en ser analizado por los expertos. «Es un libro —dicen— que el corazón lo entiende de inmediato...».

El análisis crítico-histórico de un libro sirve para conocer mejor su contenido. Se analiza el contexto en el que se escribió, la intención del autor, las fuentes de las que se sirvió, etcétera. El Instituto Histórico San Josemaría Escrivá se ha propuesto analizar y publicar las obras completas del Fundador del Opus Dei. Tras 'Camino', el primer libro del santo, ahora se publica la edición crítico histórica de 'Santo Rosario', que ha sido realizada por tres teólogos de la Universidad de Navarra.

PEDRO RODRÍGUEZ

Qué llevó a San Josemaría a escribir un libro sobre el Rosario?

Pedro Rodríguez: 'Es mucho lo que no sabíamos y hemos aprendido'.

Lo escribió porque Dios le empujaba por dentro y le “salía del alma” expresar ese modo contemplativo de trato con el Señor y con la Virgen María. A la vez, quería imprimirlo —explicó a su Director espiritual— “con el fin de empujar a nuestros amigos por el camino de la contemplación”. Se refería a los jóvenes estudiantes y profesionales que trataba.

¿Cuáles son las novedades más relevantes sobre ‘Santo Rosario’ que han descubierto tras analizarlo a fondo?

Muchas. Quiero decir que es mucho lo que no sabíamos y hemos aprendido, a lo largo de la investigación, acerca de la historia de la redacción de “Santo Rosario”. Al meternos en los borradores, papeles y cartas de san Josemaría, hemos podido ver cómo se gestaron las dos fases redaccionales del libro y esas otras piezas que a lo largo de estos años se van añadiendo: Prólogos, Notas del Autor, etc. En otro orden de cosas, a mí me ha impresionado mucho la unidad, que se advierte por todas partes en esa historia, entre lectio divina, contemplación y testimonio apostólico.

¿La investigación ha desvelado algunos particulares sobre la redacción de un solo tirón que realizó el santo?

Es ésta sin duda, una de las principales clarificaciones logradas. Ahora, como digo, conocemos toda la historia textual de Santo Rosario, que está descrita punto por punto en la edición crítica. Allí remito para no extenderme ahora. Es así, en efecto: San Josemaría lo escribió en 1931, probablemente el 6 de diciembre, junto al presbiterio de Santa Isabel, “de un tirón”, como él decía; “en una sentada”, como dijo alguna vez don Álvaro del Portillo.

Cuando se plantea la 4ª edición en 1945, un hermoso libro de bolsillo con dibujos de Luis Borobio, el Autor decide hacer unas ampliaciones textuales en la mayoría de los misterios para encuadrar bien la secuencia texto-grabados en la paginación del libro. Los nuevos textos son, sobre todo, pasajes bíblicos, que se sitúan dejando intacta la “tacada” de 1931.

Este “tirón” trae a mi memoria unas palabras de Romano Guardini a propósito de su interesante libro sobre el Rosario. Durante más de veinte años hizo bocetos y bocetos, que no le satisfacían. “La tarea más elevada de un escrito espiritual —dice—debiera ser sin duda hablar de Dios de tal modo que el corazón humano lo entienda de inmediato. Pero, ¿quién puede hacerlo…?”. Tal vez estas palabras del gran teólogo alemán expliquen lo que ocurre con Santo Rosario, sin bocetos, redactado de un tirón: que el corazón lo entiende de inmediato…

Es el segundo análisis crítico-histórico de obras de san Josemaría. ¿Qué rasgos espirituales y literarios son comunes a Camino?

La redacción de “Camino” tiene un arco de casi una década —los años treinta del pasado siglo— y refleja por tanto la rica y variada experiencia espiritual del Autor en esos años primeros de la vida del Opus Dei. En cambio, como ya he dicho, el texto emblemático de Santo Rosario se escribió en un día. Pero la unidad de ambos libros es total. Es la misma pluma la que escribe “Santo Rosario” y determinados puntos de “Camino”, que le son casi simultáneos.

Un dato interesante: al final de la edición crítico-histórica de “Camino” hay un índice cronológico de los puntos del libro. Allí se puede ver que en los seis primeros días de la Novena de la Inmaculada de 1931 san Josemaría escribe los futuros puntos 853, 854, 870, 855, 771, 864, 430 y 857. En el día séptimo escribe el “tirón” de Santo Rosario. Invito al lector a que lea y medite esos puntos a la vez que “Santo Rosario”. Comprobará que, espiritual y literariamente, el patrimonio común es el sentido de la filiación divina y la vida de infancia.

¿Qué otras ediciones crítico-históricas se esperan?

Las del resto de las obras de San Josemaría, publicadas e inéditas. En la mayoría de ellas ya están trabajando los investigadores. Sin prisa y sin pausa… Es tarea de bastantes años. Por la información que tengo, las más próximas a la edición son las obras que siguen históricamente a “Camino” y “Santo Rosario” entre las obras publicadas: “Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer” y “Es Cristo que pasa”.

JAVIER SESÉ

¿Qué aporta Santo Rosario a la historia de esta devoción mariana tradicional?

Destacaría, sobre todo, dos aspectos, entrelazados entre sí: una forma de rezarlo marcadamente contemplativa, que muestra, entre otras cosas, la hondura que puede alcanzar una oración vocal bien vivida; y el enfoque de esa oración contemplativa desde la infancia espiritual, que da un particular tono de sencillez, ternura y audacia al diálogo de amor con Dios y con su Madre.

¿Cómo se enmarca este libro en la experiencia interior personal de San Josemaría?

En nuestro estudio se muestra con detalle cómo la redacción de 1931 vino a culminar unos meses especialmente intensos en la vida interior y apostólica de San Josemaría, marcados por particulares luces sobrenaturales sobre la filiación divina y la infancia espiritual, y por una generosa respuesta personal a esas luces, que enriqueció a fondo su vida personal y contribuyó decisivamente al primer desarrollo de la labor del Opus Dei.

¿Qué destacaría desde el punto de vista teológico-espiritual en Santo Rosario?

La capacidad de expresar en pocas, pero certeras y bellas palabras, la hondura de los principales misterios de la vida de Jesucristo y de María, alcanzando una difícil armonía entre esos dos elementos de la oración cristiana, que aconsejó siempre en su enseñanza San Josemaría: piedad de niños y doctrina de teólogos.

CONSTANTINO ANCHEL

Constantino Anchel: 'Literariamente manifiesta espontaneidad y hermosura'.

Cada libro de san Josemaría tiene un estilo particular: puntos breves, homilías, relatos de escenas... ¿qué llama la atención en este sentido de ‘Santo Rosario’? ¿es singular en la literatura cristiana?

Dice Mons. Echevarría, en el prólogo, que «muchos escritores e innumerables lectores consideran este libro como una verdadera joya desde el punto de vista literario, por su estilo y sus imágenes sugestivas; por la claridad de su prosa, que lo hace asequible a toda clase de personas, independientemente de su formación cultural o literaria; por la profundidad y sencillez con que expone la escenas evangélicas». Los textos de Santo Rosario, «son textos que hacen, más que dicen», en palabras de un experto filólogo.

Los problemas que, desde el punto de vista de la expresión literaria, presentaba “Santo Rosario”, eran de no fácil resolución. El autor tenía que describir escenas evangélicas muy conocidas y meditadas, en un breve espacio y de un modo que el resultado supusiera una aportación. Y el resultado es una obra que literariamente manifiesta espontaneidad y hermosura. ¿Cómo lo resuelve? Ibáñez Langlois afirma que la clave es «el punto de vista narrativo», por el que se introduce en las escenas como un testigo ocular, que le permite hablar en primera persona de los acontecimientos que propone, implicando a la vez al lector con la invención de personajes que entran en diálogo con el autor: el narrador niño y el lector niño.

¿Qué sentido tienen las ilustraciones en esta obra?

En 1934, cuando se preparaba la primera edición impresa de “Santo Rosario”, San Josemaría quiso que el texto estuviera acompañado de ilustraciones. Las encargó al arquitecto Ricardo Fernández Vallespín, que buscó la inspiración, son sus palabras, en los maestros, y acudió en bastantes ocasiones a la Biblioteca Nacional. Por circunstancias que desconocemos, probablemente por las dificultades técnicas que presentaba a la modesta imprenta que se encargó de la edición, “Santo Rosario” apareció sólo con texto.

La siguiente edición, hecha en Valencia en 1939, tampoco pudo aparecer ilustrada. Fue en la edición de 1945 cuando pudo materializarse este deseo de San Josemaría, contando con el buen hacer de Luis Borobio.

El deseo de San Josemaría se sitúa en la tradición de los libros sobre el Rosario. Cuando comienzan a imprimirse en el siglo XV, los textos suelen ir acompañados de ilustraciones, según las modalidades que permitía la recién inventada imprenta: los grabados sustituyen a las miniaturas de los códices e intervienen los grandes maestros de este arte, especialmente en Alemania e Italia.

Lo interesante es que estas ilustraciones no tienen finalidad ornamental, sino que se integran en la estructura y proyecto del libro. Y es que estas obras no se dirigen sólo a la gente de cultura, sino también a los incultos e ignorantes. Han de estar, por tanto, al alcance de todos, también de aquellos que no saben leer: así alimentarán su imaginación y memoria con la contemplación de las realidades divinas.

¿Ha servido “Santo Rosario” de inspiración para otros artistas?

Luis Borobio captó muy bien el clima espiritual de “Santo Rosario”. Pero, como es obvio, no había vinculación necesaria entre el texto y las bellas ilustraciones del joven arquitecto aragonés. La siguiente edición fue en Portugal, y el libro apareció con dibujos de un autor distinto. De hecho, los editores del libro han buscado constantemente, en el riquísimo patrimonio artístico cristiano, representaciones de los misterios que sintonizaran con el texto de san Josemaría, como se puede comprobar repasando la lista de ediciones que viene al final de la edición crítica.

Pero también ha estimulado la creatividad de bastantes artistas, que han elaborado las representaciones de las escenas, acordes con lo que les sugería la lectura de la obra. En este sentido, sorprende cómo autores de distintas sensibilidades culturales y étnicas han sabido plasmar las escenas de los misterios de acuerdo con las tradiciones de su pueblo, como se comprueba en las ediciones rusas, chinas o de Kenia.