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La luz de la fe (VII): la vida sin Dios. El pecado

Dios es un Padre amoroso que creó al hombre para alcanzar la felicidad. Pero el hombre desobedeció y se prefirió a sí mismo antes que al Amor de Dios.

Para mí, vivir es Cristo (II): caminos de contemplación. Unidad entre oración y evangelización

Adentrarse por caminos de contemplación significa dejar obrar al Espíritu Santo para que Él refleje en nosotros la faz de Cristo en todas las situaciones de nuestra vida.

La luz de la fe (VI): un susurro en el alma: el silencio de Dios

El silencio es a menudo el «lugar» en el que Dios nos espera: para que logremos escucharle a Él, en vez de escuchar el ruido de nuestra propia voz.

Para mí, vivir es Cristo (I): en la alegre esperanza de Cristo. La fe en el Amor de Dios

Dejarnos tocar por el amor de Dios, dejarnos mirar por Cristo: la esperanza nos abre un mundo, porque se basa en lo que Dios quiere hacer en nosotros.

La luz de la fe (V): «Tu rostro, Señor, buscaré»: la fe en el Dios personal

La fe cristiana es una fe con Rostro, una fe que dice: no estás solo en el mundo… hay Alguien que ha querido que existas, que te ha dicho «¡vive!».

«Dale gracias por todo, porque todo es bueno»

Agradecer, ante lo bueno y ante lo malo, es saberse siempre querido por Dios: gracias por estar aquí a mi lado; gracias porque esto te importa.

La luz de la fe (IV): esa corriente trinitaria de Amor

El Misterio de la Trinidad cambia en profundidad nuestra mirada sobre el mundo, porque revela cómo el Amor es el tejido mismo de la realidad.

Nuevos Mediterráneos (V): «A Jesús, por María»

San Josemaría rezaba a la Virgen desde pequeño; de mayor descubrió más: se encontró en los brazos de una Madre, tan cercana como lo es el Cielo.

Nuevos Mediterráneos (IV): «No hable: óigale»

San Josemaría «descubre» al Espíritu Santo a través de un sencillo consejo, que también puede iluminar nuestra vida espiritual.

Nuevos Mediterráneos (II): «Jesús es mi amigo entrañable»

San Josemaría se supo siempre acompañado por Jesús, el «Gran Amigo» que comprende nuestras preocupaciones y zozobras, porque Él «es hombre también».