Teia: «Conectar con la naturaleza es una necesidad para todos»

Entre campos, frutos, maquinaria pesada y agricultores transcurre la vida y el trabajo profesional de Teia, una agregada del Opus Dei que encuentra a Dios en medio de esta labor y que afronta el futuro de los trabajadores de la tierra con optimismo a pesar de los retos que encaran.

Teia es la mayor de siete hermanos. El trabajo en el campo es su pasión. El espíritu del Opus Dei, que conoció en el Club Rocabruna, le ayuda a ser "consciente de que todo lo que hago diariamente, decenas de cosas de todo tipo, muy pequeñas, muy insignificantes en sí mismas, pueden tener un valor infinito". El día a día de esta agregada del Opus Dei transcurre en los campos de Cataluña, en concreto en los de la provincia de Gerona.

Hace diez años, el Papa Francisco invitaba a cristianos y no cristianos a cuidar de la casa común con la publicación de su carta encíclica Laudato si'. Recientemente, León XIV ha sido el primero en celebrar la misa por el cuidado de la creación durante sus vacaciones en Castel Gandolfo, una nueva fórmula litúrgica a la que el nuevo papa dio luz verde. En ella recordó «la urgencia de cuidar nuestra casa común».

«¡Mi trabajo realmente me apasiona!»

Teia recuerda que se alegró mucho por la publicación de esta encíclica: "La Iglesia tiene mucho que decir en muchos aspectos que se refieren a la Tierra —creación de Dios y bien común—. Fue como una llamada de atención para profundizar en la doble vertiente de las palabras: 'dominad la tierra' y 'cuidadla'". 

"La naturaleza —añade— es una fuente de serenidad y de paz, de bienestar, de admiración constante, de agradecimiento. Nos enseña a ser pacientes, a esperar, a ser resilientes, a volver a empezar una y otra vez cuando las cosas salen torcidas. En ella descubrimos la belleza, el orden que nos llevan a la contemplación —un lujo en nuestro tiempo—. La naturaleza nos empuja a hacernos preguntas, a buscar siempre más allá, a abrir la mente. 

Mi experiencia es que por poco que contemples serenamente cualquier elemento de la naturaleza, del más grande al más pequeño, descubres a Dios detrás de esa maravilla extraordinaria a la que quizás nos hemos acostumbrado tanto que ya ni la vemos como tal. Me parece que desde que en nombre del 'progreso' nos hemos alejado de ella, en vez de avanzar, hemos dado pasos hacia atrás".

Teia estudió ingeniería técnica agrícola, una de las opciones de estudios que tenía sin moverse de Girona y de esta manera poder echar una mano en casa, ya que su familia estaba pasando una época difícil económicamente, y al ser 7 hermanos, las dificultades eran mayores. "Siempre agradeceré a mis padres que no se ahorraran ningún sacrificio para que todos tuviéramos la oportunidad de tener una buena formación en todos los aspectos". Ahora confiesa estar feliz de haber escogido esta opción.

Actualmente, trabaja en una empresa que creó hace dos años, junto con otro socio, en la que se ofrece asesoramiento mayoritariamente a agricultores y también a gestores de espacios verdes, campos de deportes, etc., en todo lo que se refiere a la sanidad vegetal, fertilización... Como ella misma explica, "viene a ser como un médico de las plantas, así lo entienden mis amigos que no son del gremio". Además, también ofrecen un servicio de gestión de una parte de la infinita burocracia que carga sobre el sector, lo más pesado de este trabajo.

Al preguntarle si el trabajo en el campo está maltratado, su respuesta es "que el campo está mal comprendido y es desconocido. Mucha gente ve la parte bucólica de trabajar en el campo, y realmente existe, porque ves unos paisajes increíbles: las montañas, los sembrados, la luz, las flores, los pájaros... pero el día a día es muy exigente, física y mentalmente".

"Después, estás a merced del tiempo: quizás has estado muchos meses trabajando en un cultivo y poco antes de recoger el fruto, una inclemencia meteorológica te echa por tierra todo".

En cuanto a la relación del trabajo de Teia en el campo y su relación con Dios, explica que "el trabajo es el lugar que me permite aportar los talentos que Dios me ha dado, aunque sean pocos, a la sociedad en la que me ha tocado vivir. Es el lugar que me da el privilegio de 'servir' a los demás con el doble sentido de la palabra: ser útil y ofrecer mi dedicación. Porque 'el campo' son sobre todo las personas que trabajamos en él.

El lugar donde puedo encontrarlo y conversar con Él —quizás más fácilmente que si trabajara en otras tareas— cada día en medio del silencio mientras camino sola por un campo de trigo, o tomo muestras en una viña o hago un informe para un cliente".

"A pesar de que quizás hay pocos que tengan fe —o al menos que la manifiesten— son siempre muy respetuosos. Una vez, un agricultor me decía: 'yo, Teia, no necesito tener fe porque, ¿quién si no Dios abre y cierra el grifo para regar los campos?'".

Las redes sociales como forma de compartir los aprendizajes

"Utilizo las redes para compartir todo lo que veo en el ámbito profesional y que me parece interesante o que puede ayudar a otros agricultores. Siempre me gusta poner en práctica una cosa que he aprendido en la Obra: a los que empiezan un trabajo que tú ya llevas tiempo haciendo, pásales toda tu experiencia de manera que ellos empiecen donde tú has acabado y así el conocimiento progrese. 

No tiene ningún sentido que cada vez tengamos que empezar de cero. Procuro siempre compartir la realidad de lo que vivo y veo desde una perspectiva bonita, positiva y respetuosa, también cuando las cosas salen mal podemos sacar un aprendizaje. ¡Hay tantas cosas sorprendentes y fantásticas en la naturaleza, en las tradiciones, y sobre todo en las personas!".

En cuanto a los desafíos que enfrenan los cristianos en el trabajo del campo, Teia afirma que el reto para todos los que vivimos inmersos en el bullicio de la sociedad actual es el mismo: hacer vida el punto nº 1 de Camino: «Que tu vida no sea una vida estéril. —Sé útil. —Deja poso. —Ilumina con la luminaria de tu fe y de tu amor».

El espíritu del Opus Dei

"El espíritu de la Obra me ayuda a ser consciente de que todo lo que hago diariamente, decenas de cosas de todo tipo, muy pequeñas, muy insignificantes en sí mismas, pueden tener un valor infinito si las hago para hacer sonreír —y a veces, ¡reír!— a este Dios que intento tratar muy de cerca cada día, porque es mi Padre, mi mejor Amigo, y sé que siempre lo tengo a mi lado.

Y también me ayuda a entender que la vida, con sus alegrías y penas, con todas las dificultades y obstáculos, con unas pocas seguridades y muchas dudas, también los retos que supone trabajar en el campo, tienen mucho sentido cuando los veo como una oportunidad de poner mi granito de arena para hacer el mundo un poco mejor, de servir, de ser útil a los demás, de compartir lo que he aprendido con esfuerzo".