Un grupo de alumnos y graduados de la Universidad Austral participaron del Operativo San Josemaría, una iniciativa solidaria que busca transformar la vida del barrio desde el servicio. Allí pusieron manos a la obra para construir aulas de apoyo escolar en la capilla María Esposa del Espíritu Santo, una comunidad presente en la zona desde hace más de veinte años.
La Universidad Austral, como obra de evangelización del Opus Dei, promueve actividades solidarias como esta, en las que participan los alumnos que lo deseen. La experiencia se inspira en lo que san Josemaría enseñaba: “Santificar el trabajo, santificarse en el trabajo, santificar con el trabajo”. Y esta invitación a buscar la santidad en medio del mundo, a través del trabajo profesional, fue el motor que impulsó a los jóvenes durante toda la semana.
Entre los voluntarios, Juan fue quien rompió el hielo: “Decidimos poner nuestro tiempo en ir a ayudar, pensando en un futuro, en construir un espacio nuevo para que 40 o 50 chicos en invierno no tengan frío y puedan seguir estudiando”.
Decidimos ir a ayudar, pensando en un futuro, en construir un espacio nuevo para que 40 o 50 chicos en invierno no tengan frío y puedan seguir estudiando
El trabajo no se limitó a la construcción. También hubo espacio para el arte y la formación: pintaron un mural frente a la capilla y ofrecieron charlas y talleres prácticos para las familias. Todavía emocionada, Francisca recuerda: “Pintamos un diseño de flores para llenar de vida el frente y animar a los vecinos a acercarse. Muchos pasaban y se mostraban contentos, ¡y nosotros sólo habíamos pintado una pared!”.

Lo que más la sorprendió fue un gesto muy sencillo, pero cargado de significado: “Mientras limpiábamos la pared antes de pintarla, un chico se acercó, agarró la escoba y empezó a barrer con nosotros. Se lo veía feliz y nos decía: ‘Yo vengo acá también a ayudar, quiero ser parte’”.
Francisca reconoce que al principio dudó en participar, pero fue el lema del operativo lo que la convenció: “Leí ‘poner tu profesión al servicio’, y entendí que significaba usar todo lo que aprendí estos años en la universidad para ponerlo al servicio de los demás y dejar una huella. Esa frase me encantó y fue lo que me decidió”.
Leí ‘poner tu profesión al servicio’, y entendí que significaba usar todo lo que aprendí estos años en la universidad para ponerlo al servicio de los demás y dejar una huella
Durante esos días, cada uno pudo aportar sus conocimientos de la carrera: “Según lo que habías estudiado, podías dar charlas. Cada uno iba poniendo su semilla con lo que sabía”.
Al terminar, descubrió algo nuevo: “Mi aporte es valioso y puede generar un cambio, mientras sea una acción hecha con amor. Como decía san Josemaría: ‘No hay cosas pequeñas: todas son grandes, porque el Amor es grande’”.

Juan también destacó la forma de transmitir cariño de los vecinos: “Es un barrio que está predispuesto a comunicarse y compartir tiempo con nosotros. Mucha gente del mismo barrio ayuda, tanto grandes como chicos. En este operativo teníamos a Ramón, un hombre de 72 años, jubilado, que nos daba instrucciones para la construcción. Y estaban los chicos que querían ayudarte con las bolsas de cemento; uno les tenía que decir que no porque era peligroso, pero se sumaban con las tareas simples porque lo importante para ellos era ser parte y aportar lo suyo”.

Elías, de veintidós años y organizador del operativo, coincide al destacar la participación de los más chicos: “Lo que más me llegó fueron los niños que acompañaban, charlaban y hasta te alcanzaban un mate o un vaso de agua. Cuando faltaban palas o baldes, ellos los pedían a sus padres o a algún vecino. Veías cómo en la comunidad todos aportaban lo suyo para que esto saliera aún mejor”.
En la comunidad todos aportaban lo suyo para que esto saliera aún mejor
Conmovido por la actitud de los vecinos, decía: “Es un hermoso barrio, increíblemente generoso”.
Los días tenían un ritmo intenso que combinaban trabajo, oración y convivencia: “Desayunábamos e íbamos enseguida a la capilla a trabajar hasta las cinco de la tarde. Después volvíamos para participar de la Misa. Era muy importante poder recibir el cuerpo de Cristo todos los días, porque eso nos daba fuerzas para llevar adelante ese proyecto”.
No faltaban los momentos de encuentro: “Compartíamos la merienda, la cena y, por último, participábamos de charlas sobre distintos temas y testimonios que nos inspiraban muchísimo. Así terminábamos la noche”.
Diego Emir, de veintiún años, recuerda un momento que lo conmovió profundamente: “Estábamos terminando de almorzar y yo estaba pelando manzanas para los nenes. Un chiquito, de alrededor de tres años, vino y me pidió una. Yo se la di; al minuto volvió y me pidió otra, y así cinco veces. Cuando le di la quinta, lo miré para ver qué hacía con las manzanas y ví que las estaba guardando en la bolsa de su mamá para comerlas después, en su casa”. Este gesto lo hizo emocionar: “No pude contener las lágrimas”, comentó Emir, convencido de que experiencias como esta muestran la necesidad de redoblar esfuerzos para transformar tantas realidades en nuestro país.
Recordó también una enseñanza de san Josemaría que cobró vida en Derqui: se puede encontrar a Dios en el trabajo diario. “En este operativo lo entendí. Desde mezclar cemento hasta cargar ladrillos, si se hace con entrega y alegría, tiene un valor enorme a los ojos de Dios”.
Aprendí que la santidad no está en el tipo de trabajo que uno hace, sino en cómo lo hace
Juan coincide con esa idea: “Aprendí que la santidad no está en el tipo de trabajo que uno hace, sino en cómo lo hace. Y aunque terminabas cansado físicamente, al hacer las cosas por amor terminás renovado espiritualmente también”.
Más allá de las tareas concretas, el operativo se convirtió en un espacio de encuentro y crecimiento para quienes participaron. Porque allí pudieron hacer vida lo que recordaba san Josemaría: “Ante Dios, ninguna ocupación es por sí misma grande ni pequeña. Todo adquiere el valor del Amor con que se realiza”.
Elías lo explicó con sencillez: “En el operativo reforcé la idea de que no se trata solo de hacer las cosas bien, sino de hacerlas lo mejor posible. Santificarnos haciendo un buen trabajo, no uno mediocre.
No es cuestión de que las cosas sean perfectas, sino de hacerlas de la mejor manera que podamos, con nuestras capacidades y con amor”, concluye.
