Una gracia especial

Con motivo de la estancia de san Josemaría en Plasencia (Extremadura, España), por iniciativa de un grupo de placentinos, se han organizado algunas actividades conmemorativas en torno al vigésimo aniversario de su canonización: la celebración de la santa Misa con la bendición de un cuadro del santo y una conferencia.

La celebración de la Santa Misa y la bendición del cuadro de San Josemaría en la Parroquia de El Salvador fue presidida por D. Javier Yániz, vicario de la Delegación de la Prelatura del Opus Dei para Andalucía Occidental y Extremadura, y concelebraron D. Juan Luis García Díaz, párroco de El Salvador, D. Diego Zambrana, Vicario General de la Diócesis de Cáceres, D. Javier Bel y D. Carlos Peña. El cuadro de san Josemaría es del pintor sevillano Ignacio Valdés.

La mesa redonda con una conferencia, impartida por D. Constantino Anchel, investigador del CEJE (Centro de Documentación Josemaría Escrivá de Balaguer), presentada por el periodista extremeño Rafael Angulo y presidida por el alcalde de Plasencia, Fernando Pizarro.

Cuadro de san Josemaría
Cuadro de san Josemaría

La Santa Misa con la bendición del cuadro tuvo lugar el 6 de octubre, vigésimo aniversario de la canonización de San Josemaría. En su homilía, D. Javier Yániz destacó la alegría que le producía la numerosa afluencia de fieles que, inspirados por el espíritu de san Josemaría, procuraban santificarse en su trabajo y en su familia en la histórica ciudad de Plasencia, para servir a la Iglesia y contribuir a dar a conocer a Jesucristo entre sus iguales.

Inspiración para vivir la vida cristiana

Luis F. Fernando Serrano, empresario y promotor de estos eventos, comentó que “el paso de san Josemaría por nuestra ciudad es un hito que nos inspira para vivir con presencia de Dios y para ser apóstoles en nuestro trabajo y en nuestra familia”.

Puerto López Mateos, farmacéutica placentina, comentó que le daba gran alegría que la labor del Opus Dei estuviera presente en su ciudad y que precisamente veinte años antes había pedido a san Josemaría, en el día de su canonización, que comenzaran los medios de formación de la Obra en Plasencia. La respuesta llegó en pocos días: ocho días después, el 14 de octubre de 2002, tuvo lugar el primer retiro mensual. 

Puerto continuó diciendo que precisamente “tener un cuadro de san Josemaría en mi parroquia, donde acudo a Misa todos los días, donde se han bautizado mis hijos, donde tenemos los retiros mensuales, me ayuda a dar gracias a Dios y a trabajar porque muchas personas se acerquen a Jesucristo a través del espíritu de san Josemaría”.

Durante la ceremonia el párroco, D. Juan Luis García Díaz, afirmó: “Para nosotros en la parroquia tener el cuadro de san Josemaría es una gracia especial”.

Conferencia en el antiguo convento de Las Claras

Dos días antes, el 4 de octubre, tuvo lugar una conferencia en el salón del artesonado del centro cultural, antiguo convento de Las Claras. Comenzó dando la bienvenida el alcalde de Plasencia, Fernando Pizarro, que manifestó su satisfacción porque se celebrara la visita a su ciudad de san Josemaría Escrivá, una de las personalidades más relevantes de la historia de la Iglesia en el siglo XX.

A continuación, el periodista emeritense Rafael Angulo, presentó con gracia al ponente de la conferencia, que adquirió la forma de un coloquio-entrevista, y resaltó que “el santo de lo ordinario, san Josemaría, cuando decía que el Opus Dei era una movilización de cristianos que hicieran divinos los caminos humanos de la tierra predicaba con el ejemplo: se los recorría todos. Y muchos de romero, siempre romero, peregrinando, instrumento para servir a las almas, a la Iglesia, y eso es lo que hizo al venir a Plasencia”.

Por último, D. Constantino Anchel relató los detalles de aquel viaje: el fundador de la Obra viajó a Plasencia el 1 de junio de 1934 con varias finalidades. Fue a ver a uno de los primeros fieles del Opus Dei, José María González Barredo, que había obtenido por oposición la Cátedra de Instituto de Física y Química, primero en Linares y que posteriormente fue destinado a Plasencia. Además, deseaba proponer a un sacerdote, Pelayo Mártil, que impartiera unas clases en la recién fundada Academia DYA de Madrid, la primera obra corporativa del Opus Dei.


Historia de la relación de san Josemaría con Plasencia

Viajó en un coche acompañado por tres jóvenes que cursaban por libre el bachillerato e iban a examinarse en el Instituto de la vecina ciudad de Béjar: su hermano Santiago, la hermana pequeña de José María González Barredo y Antonio Harrison Davis, un joven británico católico cuyos padres habían fallecido y su madre -antes de morir- había confiado la tutela y su educación católica a una familia española, los Ruiz Ballesteros. 

El coche en el que viajaban, conducido por su chófer, era de María Ballesteros Paredes. Esta señora, mexicana, de buena posición económica, casada con el ingeniero José Ruiz, había conocido a san Josemaría a través del tutor de Antonio Harrison, el sacerdote D. Saturnino de Dios, amigo de san Josemaría. Ella es la protagonista del punto 638 de Camino, una historia ocurrida unos meses después del viaje a Plasencia:

«¡Cuántos recursos santos tiene la pobreza! —¿Te acuerdas? Tú le diste, en horas de agobio económico para aquella empresa apostólica, hasta el último céntimo de que disponías. —Y te dijo —Sacerdote de Dios—: «yo te daré también todo lo que tengo». —Tú, de rodillas. Y... «la bendición de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ti y permanezca siempre», se oyó. —Aún te dura la persuasión de que quedaste bien pagado».

Esto ocurrió en febrero de 1935; por esas fechas había abierto la Residencia de Estudiantes de Ferraz y la Academia DYA, con gran escasez de medios económicos. El 18 de junio de 1974, en un coloquio en Buenos Aires con miles de personas, contó más detalles de esta historia:

«Había un sacerdote que he conocido un poco; aunque no lo acabo de conocer nunca, por su latón. Pues ese sacerdote, hace muchos años, tenía que trabajar y carecía de medios; y fue a una persona muy rica, después de rezar mucho. Aquella persona lo recibió con una amabilidad extraordinaria, porque además era muy atenta y educada. Pero cuando el sacerdote sacó el sable –no era militar, pero tenía que dar un sablazo– pensó: ésta se va a asustar. ¡No se asustó! Aquella santa mujer le dijo: Padre, venga. Le llevó a un salón, movió un cuadro: detrás había una caja de caudales. Abrió, sacó lo que había, se lo dio al sacerdote. Y el sacerdote –muy convencido; está tan convencido ahora de que hizo muy bien, de que salió ganando ella– le dijo: tú me has dado todo lo que tienes, en este momento. Yo te doy, ¡todo lo que tiene Dios! De rodillas. Se arrodilló: la bendición de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y permanezca para siempre. ¡Se quedó más contenta aquella criatura...! Y se ha encontrado su dinero en el Cielo, multiplicado por cien... y la vida eterna».

María Ballesteros conocía a las Carmelitas Descalzas de Plasencia, a las que había visitado algunas veces. El 1 de junio de 1934, antes de salir para Béjar, san Josemaría quiso visitarlas en el convento, y tanto les impresionó la santidad y doctrina de san Josemaría que el recuerdo de aquella visita todavía se conservaba vivo en la comunidad pasados los años. Así lo contaban en diciembre de 1975, más de cuarenta años después:

“El año 1934 el Padre realizó una breve visita a nuestro locutorio. Aún viven dos hermanas que estuvieron presentes; ellas se han encargado de transmitirlo a las que después hemos ido ingresando aquí, por lo que su recuerdo sigue muy vivo. Aunque breve, su estancia dejó una imborrable impresión de fervor y santidad por sus palabras y su actitud recogida en unos minutos que estuvo orando ante la reliquia de Nuestra Santa Madre Teresa que aquí poseemos”.

En otro testimonio más detallado del 15 de febrero de 1976 contaban:

“…visitó a nuestra Comunidad en el locutorio, atraído por el gran amor que sentía hacia el Carmelo. Nos pidió que le sacásemos la reliquia de Nuestra Santa Madre Teresa. Entregamos el relicario a la demandadera, quien lo colocó ante él en la mesa del locutorio. Él, inmediatamente se arrodilló ante ella y oró largo rato con todo fervor. Luego permaneció en conversación con nosotras. No nos cansábamos de oírle, persuadidas de que hablábamos con un santo. Nos recomendó tratásemos mucho con nuestro Ángel Custodio. Que él tenía mucha confianza con su Ángel y bien experimentados los favores que le hacía cuando recurría a su ayuda en el trato con las almas. Recordó la fidelidad que debíamos tener al espíritu de Nuestra Santa fundadora y que nuestro único amor ha de ser Cristo. Esta fue la única vez que tratamos personalmente al Fundador del Opus Dei y nos dejó una huella imborrable. Hemos referido esta visita a las que ingresaron después en esta Comunidad y todas conocen hasta el lugar del locutorio donde él rezó arrodillado. Después hemos tenido noticia de la gran labor católica que este santo sacerdote ha realizado a través de su Obra y de sus escritos en los que resplandece la finura de su alma y que constituyen obras ejemplares de ascética y mística, teología expuesta con la sencillez que nace de la intimidad con el Espíritu Santo y de las necesidades de la Iglesia”.

El tercer motivo de la visita a Plasencia fue para hablar con el joven sacerdote Pelayo Mártil, al que conoció por José María González Barredo, para proponerle que impartiera unas clases en la Academia DYA, que al final no pudieron concretarse. Se conserva también el testimonio de este sacerdote:

(...) Más tarde, él mismo me presentó a D. José María Escrivá; y trabamos amistad desde el primer contacto. Al principio, más que su Obra, fue a él a quien conocí; y, desde el primer momento, me dio la impresión de ser un hombre con categoría espiritual fuera de serie».

Todavía en Plasencia, antes de partir para Béjar, tuvo tiempo para escribir a los miembros del Opus Dei que estaban en Madrid, a quienes tenía muy presentes. En la carta, del 1 de junio de 1934, escribió:

«Jesús os guarde. Esta carta es para todos [...]. De todos vosotros me acuerdo hoy, mucho de los que estáis pendientes de exámenes. Que el trabajo extraordinario de fin de curso no sea nunca excusa, para dejar la oración».