Cuando el Papa eligió un lema para el año jubilar quiso poner en primer plano la esperanza. Pero no es una esperanza cualquiera, en la bula de convocatoria del Jubileo, el Papa la describe como la esperanza que no defrauda. “La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda”, explicaba, “porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino”.
Rosario y Lucy, junto con otras siete amigas, tuvieron la oportunidad de vivir este año jubilar en Roma. Son jóvenes universitarias, entre 19 y 21 años, que aceptaron la propuesta del Papa de vivir el año jubilar en Roma. Además de recorrer los lugares santos, decidieron compartir su peregrinación en redes sociales a través de la cuenta de Instagram @nueveencamino, donde fueron relatando paso a paso todo su viaje.
“El viaje surgió por Pili y Delfina, dos numerarias con muchas pilas y con una enorme esperanza de que se pueden lograr y concretar los sueños”, cuenta Rosario. “Lo que me gusta es que lo compartí con amigas que aspiran a lo mismo que yo, tienen los mismos deseos e inquietudes. Son amigas que encontré en la Obra, que siempre me ayudan a sacar mi mejor versión, y aspiran muy alto: a la santidad”.
Entendí que Dios nos sigue llamando a todos los jóvenes a ser parte de la Iglesia y de su plan. Me dio mucha esperanza ver la capacidad de Dios de transformar corazones
Al recordar Roma y el Jubileo, Rosario explica con emoción que lo que más le impactó fue la Misa de inicio: “Estábamos en un lugar espectacular y veías las escaleras de San Pedro con sacerdotes de todas partes del mundo celebrando juntos. Se veían miles de jóvenes y a una Iglesia grande, diversa y muy humana, con todas nuestras fortalezas y debilidades. Y entendí que Dios nos sigue llamando a todos los jóvenes a ser parte de la Iglesia y de su plan. Me dio mucha esperanza ver la capacidad de Dios de transformar corazones para llevar su mensaje a todo el mundo. Él sigue llamando a los jóvenes, así como somos, con nuestras fragilidades y también con todo lo bueno que tenemos, porque sabe que puede transformarlo en algo mucho mejor. Como aprendizaje me llevo que, si vos dispones tu corazón, Dios lo transforma”, concluye.
En Roma, con esa magnitud y belleza pensaba ¿qué será el cielo? ¿Qué es Dios? ¿Qué estoy viviendo y qué es lo que me espera? No veíamos sólo monumentos, sino la obra de Dios. Te sentís rodeada de santidad
Emocionada, Lucy también cuenta su experiencia: “Cuando crucé la Puerta Santa, automáticamente me empezaron a caer lágrimas de alegría. Me pasaban un montón de ideas por la cabeza, pero al mismo tiempo tenía mucha paz. Sentí que perfectamente podría estar entrando al cielo, estaba pisando tierra santa. Y eso en Roma me pasó muchísimo, con toda esa magnitud y belleza. Pensaba que, si el hombre hizo toda esta obra, esta escultura que es tan perfecta y detallada, ¿qué será el cielo? ¿Qué es Dios? ¿Qué estoy viviendo y qué es lo que me espera? No veíamos sólo monumentos, sino la obra de Dios. Te sentís rodeada de santidad”.
La emoción también estuvo presente en el encuentro con el Papa León XIV. “Con el Papa fue algo muy loco, porque no lo conocemos tanto, pero yo me sentía abrazada por él, sentí esa relación que tiene un padre con su hijo. Y no es que me miró a los ojos, no tuve un momento de conexión, pero llegó y yo me sentía tranquila de que estaba en mi casa”, explica Lucy.
“En la vigilia de Tor Vergata”, agrega Rosario, “veías cómo en su cara, en su silencio y en su mirada, se reflejaba la mirada de Dios. Me impresionó ver al Papa arrodillado frente a Jesús durante 40 minutos y cómo lo miraba. Se notaba que charlaban y se comunicaban, y pensaba: ‘Jesús y el Papa se conocen muy bien, yo también quiero conocer así a Jesús’. Verlo te ayudaba mucho a rezar, transmitía la presencia de Dios. Admiro mucho su piedad, su silencio, su mirada y su cercanía a Dios”.
Caminar a la Puerta Santa fue también caminar hacia nuestro interior, dejar atrás todo eso que no nos permitía seguir dejando que nuestra fe se renueve
En su cuenta de Instagram, en la que subían fotos y videos cada día, dejaron plasmado lo que sintieron esos días: “El Jubileo fue para nosotras un tiempo de gracia, una invitación a volver al corazón, a dejarnos abrazar por Él. A reencontrar el sentido más profundo de la vida: el sabernos amadas y llamadas por Él. Caminar a la Puerta Santa fue también caminar hacia nuestro interior, dejar atrás todo eso que no nos permitía seguir dejando que nuestra fe se renueve, uniéndonos una vez más a su Cruz.” Y dejaron además este mensaje abierto a todos: “El Jubileo es para todos, especialmente para los que tienen el deseo de volver, aquellos cansados, perdidos, los que buscan algo más y tienen el anhelo de encontrarse con Él”.
Otro momento significativo del viaje fue conocer Villa Tevere, el lugar donde está enterrado el fundador del Opus Dei: “Fue muy lindo estar ahí, rezar frente a la tumba de San Josemaría y agradecerle su sí a Dios. Porque, gracias a eso, Dios le mostró una obra tremenda que hoy ayuda a mucha gente. Tuvimos un rato de oración muy especial y le agradecimos también por toda la gente que conocemos que entregaron su vida a la Obra y hoy hace mucho bien”.

