«El Señor nos recuerda que nuestra vida tiene un valor y un sentido porque Él la ama»

León XIV sigue meditando las distintas parábolas del Evangelio con los peregrinos en la Plaza de San Pedro. Esta miércoles ha sido el turno de la del amo de la viña, que nos muestra cómo Dios nos da lo necesario para vivir y llena de sentido la existencia.

Queridos hermanos y hermanas:

Deseo detenerme una vez más en una parábola de Jesús. También en este caso se trata de un relato que alimenta nuestra esperanza. A veces, en efecto, tenemos la impresión de no lograr encontrar un sentido a nuestra vida: nos sentimos inútiles, inadecuados, como unos obreros que esperan en la plaza del mercado a que alguien los contrate. Pero a veces el tiempo pasa, la vida transcurre y no nos sentimos reconocidos ni valorados. Tal vez no llegamos a tiempo, otros se presentaron antes que nosotros, o las preocupaciones nos retuvieron en otra parte.

La metáfora de la plaza del mercado es muy adecuada también para nuestros tiempos, porque el mercado es el lugar de los negocios, donde lamentablemente se compra y se vende incluso el afecto y la dignidad, buscando sacar algún provecho. Y cuando uno no se siente valorado ni reconocido, corre el riesgo incluso de venderse al primer postor. El Señor, en cambio, nos recuerda que nuestra vida tiene un valor, y su deseo es ayudarnos a descubrirlo.

También en la parábola que comentamos hoy hay unos obreros esperando a que alguien los contrate por un día. Estamos en el capítulo 20 del Evangelio de Mateo y también aquí encontramos un personaje que tiene un comportamiento inusual, que sorprende e interpela. Es el dueño de una viña, que sale personalmente a buscar a sus obreros. Evidentemente quiere establecer con ellos una relación personal.

Como decía, es una parábola que da esperanza, porque nos dice que este dueño sale varias veces a buscar a quienes esperan dar un sentido a su vida. Sale al amanecer y luego, cada tres horas, vuelve a buscar obreros para enviarlos a su viña. Siguiendo este ritmo, después de salir a las tres de la tarde, ya no habría motivo para volver a salir, porque la jornada laboral terminaba a las seis.

Este dueño incansable, que quiere a toda costa dar valor a la vida de cada uno de nosotros, sale también a las cinco. Los obreros que quedaban en la plaza probablemente habían perdido toda esperanza. Aquel día parecía perdido. Y, sin embargo, alguien creyó todavía en ellos. ¿Qué sentido tiene contratar obreros solo para la última hora de trabajo? ¿Qué sentido tiene trabajar solo una hora? Y sin embargo, incluso cuando parece que podemos hacer poco en la vida, siempre vale la pena. Siempre existe la posibilidad de encontrar un sentido, porque Dios ama nuestra vida.

Y aquí se ve también la originalidad de este dueño al final de la jornada, en el momento de pagar. Con los primeros obreros, los que fueron a la viña al amanecer, el dueño había acordado un denario, que era el salario típico de una jornada de trabajo. A los demás les dice que les dará lo que sea justo. Y es precisamente aquí donde la parábola vuelve a provocarnos: ¿qué es lo justo? Para el dueño de la viña, es decir, para Dios, lo justo es que cada uno tenga lo necesario para vivir. Él ha llamado personalmente a los trabajadores, conoce su dignidad y en base a ella quiere pagarles. Y les da a todos un denario.

El relato dice que los obreros de la primera hora quedan decepcionados: no logran ver la belleza del gesto del dueño, que no ha sido injusto, sino simplemente generoso, que no ha mirado solo el mérito, sino también la necesidad. Dios quiere dar a todos su Reino, es decir, la vida plena, eterna y feliz. Y así hace Jesús con nosotros: no establece clasificaciones; a quien le abre el corazón le da todo de sí mismo.

A la luz de esta parábola, el cristiano de hoy podría verse tentado a pensar: “¿Por qué empezar a trabajar enseguida? Si la recompensa es la misma, ¿por qué trabajar más?”. A estas dudas san Agustín respondía así: «¿Por qué, entonces, demoras en seguir a quien te llama, si estás seguro del premio pero incierto del día? Cuida no privarte a ti mismo, por tu demora, de lo que Él te dará en base a su promesa».

Quisiera decir, especialmente a los jóvenes, que no esperen, sino que respondan con entusiasmo al Señor que nos llama a trabajar en su viña. ¡No pospongas, arremángate, porque el Señor es generoso y no te decepcionará! Trabajando en su viña encontrarás respuesta a esa pregunta profunda que llevas dentro: ¿qué sentido tiene mi vida?

Queridos hermanos y hermanas, ¡no nos desanimemos! También en los momentos oscuros de la vida, cuando el tiempo pasa sin darnos las respuestas que buscamos, pidamos al Señor que vuelva a salir y que nos alcance allí donde lo estamos esperando. ¡El Señor es generoso y vendrá pronto!

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