13 razones del Papa Francisco para cuidar la vida vulnerable

En numerosas oportunidades el Papa Francisco ha manifestado la necesidad de cuidar y proteger la vida de las mujeres vulnerables y de los niños y niñas por nacer. A continuación, 13 frases inspiradoras que nos pueden ayudar a reflexionar.

1. Para cuidar la vida, acompañar y ayudar a quien se encuentre en dificultad

La vida siempre ha de ser acogida y protegida —ambas cosas juntas: acogida y protegida— desde la concepción hasta la muerte natural, y todos estamos llamados a respetarla y cuidarla. Por otro lado, es responsabilidad del Estado, de la Iglesia y de la sociedad acompañar y ayudar concretamente quienquiera que se encuentre en situación de grave dificultad, para que nunca sienta a un hijo como una carga, sino como un don, y no se abandone a las personas más vulnerables y más pobres.

(Viaje apostólico del Papa Francisco a Polonia, 27-31 de julio de 2016)

2. Todo está conectado


La falta de preocupación por medir el daño a la naturaleza y el impacto ambiental de las decisiones es sólo el reflejo muy visible de un desinterés por reconocer el mensaje que la naturaleza lleva inscrito en sus mismas estructuras. Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona, porque, «en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza».

(Laudato Sii, p 117)

3. Sensibilidad personal y social para cuidar la vida

Dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto. No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un embrión humano aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades: «Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social».

(Laudato Sii, p 120)

4. La adopción, un camino de generosidad

La adopción es un camino para realizar la maternidad y la paternidad de una manera muy generosa, y quiero alentar a quienes no pueden tener hijos a que sean magnánimos y abran su amor matrimonial para recibir a quienes están privados de un adecuado contexto familiar. Nunca se arrepentirán de haber sido generosos. Adoptar es el acto de amor de regalar una familia a quien no la tiene. Es importante insistir en que la legislación pueda facilitar los trámites de adopción, sobre todo en los casos de hijos no deseados, en orden a prevenir el aborto o el abandono. Los que asumen el desafío de adoptar y acogen a una persona de manera incondicional y gratuita, se convierten en mediaciones de ese amor de Dios que dice: «Aunque tu madre te olvidase, yo jamás te olvidaría» (Is 49,15).

(Amoris Laetitia, p. 179)

5. Ofrecer testimonio frente a uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo

Les animo a hacer frente a los desafíos de nuestro tiempo. En el fondo de cada uno de ellos está siempre la vida como don y responsabilidad. El futuro de la libertad y la dignidad de nuestra sociedad dependen del modo en que sepamos responder a estos desafíos. Las víctimas inocentes del aborto, los niños que mueren de hambre o bajo las bombas, los inmigrantes se ahogan en busca de un mañana, los ancianos o los enfermos, de los que se quiere prescindir, las víctimas del terrorismo, de las guerras, de la violencia y del tráfico de drogas, el medio ambiente devastado por una relación predatoria del hombre con la naturaleza, en todo esto está siempre en juego el don de Dios, del que somos administradores nobles, pero no amos. No es lícito por tanto eludir dichas cuestiones o silenciarlas. No menos importante es el anuncio del Evangelio de la familia que, en el próximo Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, tendré ocasión de proclamar con fuerza junto a ustedes y a toda la Iglesia. Estos aspectos irrenunciables de la misión de la Iglesia pertenecen al núcleo de lo que nos ha sido transmitido por el Señor. Por eso tenemos el deber de custodiarlos y comunicarlos, aun cuando la mentalidad del tiempo se hace impermeable y hostil a este mensaje (Evangelii gaudium, 34-39). Los animo a ofrecer este testimonio con los medios y la creatividad del amor y la humildad de la verdad. Esto no sólo requiere proclamas y anuncios externos, sino también conquistar espacio en el corazón de los hombres y en la conciencia de la sociedad.

(Discurso en el encuentro con los obispos de Estados Unidos de América, Catedral de San Mateo, Washington DC, miércoles 23 de septiembre de 2015)

6. La dignidad intangible de cada vida humana

Se ha llegado a considerar la interrupción voluntaria de la existencia humana como una elección de «civilización». Está claro que allí donde la vida vale no por su dignidad, sino por su eficacia y por su productividad, todo se hace posible. En este escenario es necesario reiterar que la vida humana, desde la concepción hasta su final natural, posee una dignidad que la hace intangible.

(Discurso del Papa Francisco a los participantes en la asamblea plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, viernes, 26 de enero de 2018)

7. La vulnerabilidad pertenece a la esencia del ser humano.

La creciente toma de conciencia de la dignidad de cada persona, especialmente de los más débiles, ha llevado a tomar posiciones valientes de inclusión de aquellos que viven con diversas formas de discapacidad, para que nadie se sienta extraño en su propia casa. Y sin embargo, a nivel cultural todavía hay manifestaciones que hieren la dignidad de estas personas por la prevalencia de una falsa concepción de la vida.Una visión a menudo narcisista y utilitaria lleva, por desgracia, a algunos a considerar marginales a las personas con discapacidad, sin percibir en ellas su múltiple riqueza espiritual y humana. Todavía es demasiado fuerte en la mentalidad común la actitud de rechazo de esta condición, como si impidiera ser felices y realizarse a sí mismos. Prueba de ello es la tendencia eugenésica de eliminar a los nonatos que tienen alguna forma de imperfección. En realidad, todos conocemos a tantas personas que, con su fragilidad, incluso grave, han encontrado, aunque con fatiga, el camino de una vida buena y rica en significado. Por otro lado, también conocemos personas aparentemente perfectas y desesperadas. Además, es un engaño peligroso pensar que somos invulnerables. Como decía una chica que conocí en mi reciente viaje a Colombia, la vulnerabilidad pertenece a la esencia del ser humano.

(Discurso del Papa Francisco a los participantes en un congreso organizado por el Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, sábado, 21 de octubre de 2017)

8. No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo

La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte. No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo, donde unos festejan, gastan alegremente y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros solo miran desde afuera mientras su vida pasa y se acaba miserablemente.

(Gaudete et Exsultate, n. 101)

9. Cada vida es pensada por Dios desde siempre

El embarazo es una época difícil, pero también es un tiempo maravilloso. La madre acompaña a Dios para que se produzca el milagro de una nueva vida. Cada niño está en el corazón de Dios desde siempre, y en el momento en que es concebido se cumple el sueño eterno del Creador. Pensemos cuánto vale ese embrión desde el instante en que es concebido. Hay que mirarlo con esos ojos de amor del Padre, que mira más allá de toda apariencia.

(Amoris Laetitia, n. 168)

10. Incluso con problemas y preocupaciones, que nada quite la alegría interior de la maternidad

A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo. Ocúpate de lo que haya que hacer o preparar, pero sin obsesionarte, y alaba como María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su sierva» (Lc 1,46-48). Vive ese sereno entusiasmo en medio de tus molestias, y ruega al Señor que cuide tu alegría para que puedas transmitirla a tu niño.

(Amoris Laetitia, n. 171)

11. El trabajo femenino como prioridad para cuidar la vida

Que no falte entre vuestras prioridades una atención privilegiada al trabajo femenino, ni mucho menos a la asistencia a la maternidad que debe siempre tutelar la vida que nace y a quien la sirve cotidianamente. Tutelad a las mujeres, ¡el trabajo de las mujeres! Que no falte nunca la seguridad social para la ancianidad, la enfermedad, los accidentes de trabajo. Que no falte el derecho a la jubilación, y subrayo: el derecho —¡la pensión es un derecho!— porque de esto se trata. Sed conscientes de la altísima dignidad de cada trabajador, al cual prestáis servicio con vuestra obra. Sosteniendo el ingreso durante y después del periodo laboral, contribuís a la cualidad de su compromiso como inversión para una vida a la medida del hombre.

(Discurso del Papa Francisco al personal del Instituto Nacional Italia de la Seguridad Social (INPS), sábado 7 de noviembre de 2015)

12. Los médicos, cuidadores de la vida humana

El aborto no es un problema teológico: es un problema humano, es un problema médico. Se asesina a una persona para salvar a otra —en el mejor de los casos— o para vivir cómodamente. Va contra el juramento hipocrático que los médicos deben hacer. Es un mal en sí mismo, pero no es un mal religioso al inicio: no, es un mal humano.

(Conferencia de prensa durante el vuelo de regreso a Roma luego del viaje apostólico a México, 17 de febrero de 2016)

13. Aborto, misericordia y sanación

Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente. Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre. Por tanto, que cada sacerdote sea guía, apoyo y alivio a la hora de acompañar a los penitentes en este camino de reconciliación especial.

(Misericordia et mísera, n. 12)


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