“Con la vocación al Opus Dei, he aprendido a ver la vida de otra manera”

Entre los fieles del Opus Dei que han recibido la ordenación sacerdotal este sábado 26 de mayo en Roma, hay un chileno: Juan Manuel Varas, rancagüino, Ingeniero Comercial de la Universidad de los Andes.

Juan Manuel Varas

A los diez años, San Josemaría le hizo el primer favor: que su equipo de fútbol, el O´Higgins, al cual no le había ido muy bien... ¡ganara el campeonato! Juan Manuel asistía entonces al club Cormorán, en Rancagua. Años más tarde, San Josemaría le haría otro gran favor: conocer el espíritu de la Obra —ahora de manera más madura— y a tener la inquietud de la vocación al Opus Dei. 

"Me acuerdo perfectamente cuándo ocurrió: estábamos viendo un video con una tertulia de San Josemaría en Argentina, donde una señora le dice al Padre que ella lo había odiado, porque primero su marido le había llamado Padre, después todos sus hijos le habían llamado Padre…y ahora ella le llamaba Padre. Me quedé pensando si mi mamá le podría decir también al Padre que lo había odiado por tener un hijo Numerario. Después de pensármelo un tiempo... pedí la admisión. Me fui a vivir a un centro de la Obra en 1993, cuando partí a Santiago para estudiar Ingeniería Comercial. 

El futuro sacerdote hizo su tesis doctoral sobre Santa Teresa de los Andes.

"En el 2002, al terminar la carrera, me preguntaron de parte del Padre si quería ir a Roma a continuar mis estudios eclesiásticos, y partí en septiembre de ese año, un mes antes de la canonización de nuestro Fundador.

"En Roma estuve dos años y me fui a Pamplona en septiembre de 2004: en la Universidad de Navarra hice la Licenciatura y, después, el Doctorado en Teología Moral-Espiritual.

Y aquí estoy…"

Descubrí la gran santidad de "nuestra" Teresa 

Al llegar a Roma, Juan Manuel preguntó si existía la posibilidad de hacer su tesis sobre Santa Teresa de los Andes. La respuesta fue unánime: imposible, pues era muy difícil conseguir la bibliografía —estaba todo en Chile— y no había ningún profesor que supiera bastante del tema.

"Al llegar a Pamplona, me asombré al ver que uno de los profesores citaba frecuentemente a “nuestra” Teresa. Le pregunté si existía la posibilidad de hacer una tesis sobre esta santa. La respuesta fue positiva, pero tomando yo la responsabilidad de conseguir la bibliografía.

"Gracias a Dios, he recibido la ayuda de mi familia y de amigos chilenos que viven aquí y que de cada viaje a Chile traen algunos libros bajo el brazo.

"En junio del año pasado, defendí la primera parte de la tesis, que lleva por título “Jesucristo en los escritos de santa Teresa de los Andes”.

"Conforme iba investigando, me di cuenta de la gran santidad de esta chilena que, con sólo19 años, llegó a grandes alturas espirituales".

Me sorprendió la alegría

Juan Manuel recuerda que "aunque era bastante chico, desde el primer momento me sorprendió la alegría de la gente de la Obra que atendía el club: siempre estaban contentos, con una sonrisa acogedora, y dispuestos a ayudar.

"A medida que fue pasando el tiempo, me di cuenta que esa alegría no era exclusiva de los que atendían Cormorán, sino que un rasgo distintivo del espíritu de la Obra. Cuando comencé a vivir en un centro del Opus Dei, pude “palparla” más directamente, pero con un nuevo matiz: era la de una familia cristiana, que se esfuerza en serio por vivir de acuerdo a las enseñanzas del Señor".

Otro rasgo del espíritu del Opus Dei que atrajo a Juan Manuel es que “la vocación no saca a nadie de su sitio: me podía entregar a Dios y dedicar mi vida a Él, sin moverme de donde estaba: podía ser Ingeniero Comercial, que era lo que más quería; podía seguir yendo los fines de semana a esquiar a Chapa Verde; podía seguir jugando tenis; podía seguir siendo muy amigo de mis amigos… en fin, podía seguir siendo el mismo, pero con una llamada que había cambiado mi vida.

"Al salir de Chile, me sorprendió, también, el espíritu universal de la Obra: gente de todos los colores, razas, condiciones sociales y culturales están en lo mismo que yo. Tanto en Roma como en Pamplona me ha tocado convivir con personas de todos los continentes, y me he dado cuenta que la Obra es mucho más de lo que uno ve en Chile o en un país concreto".

¡Vale la pena!

Juan Manuel señala que la vocación le ha ayudado a tomarse en serio lo que el Señor dijo a todos hace 21 siglos “sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. 

"Me ha enseñado a hacer lo de cada día, lo ordinario, por amor a Dios: hasta ahora, el trabajo que tenía entre manos; los últimos 5 años, el estudio, que ha demandado todo mi tiempo y energías; a partir del próximo 26 de mayo, la labor sacerdotal que lleve a cabo. Me ha mostrado que vale la pena ser muy amigo de mis amigos y hacer lo posible para que se acerquen más a El. Que vale la pena tratar de vivir lo que el Papa Juan Pablo II recalcó tantas veces —y ahora que se cumplen 20 años de su visita a Chile viene bien recordar—: no tener miedo de mirar a Cristo, de abrirle las puertas del alma y de vivir de acuerdo a sus enseñanzas.

"Con la vocación al Opus Dei —sin sentirme ni mejor ni superior a los demás, porque no lo soy—, he aprendido a ver la vida de otra manera. Estos años en la Obra —y los que me quedan por delante: muchos, si Dios así lo quiere—, no los cambiaría ni por todo el oro del mundo. Siento que, usando un dicho chileno, me casé con la bonita... ¡Y estoy feliz!"

Recuerdos entrañables

De su estadía en Roma, recuerda con especial cariño la posibilidad de vivir cerca del Papa; de rezar frente a los restos de San Josemaría y de don Alvaro del Portillo en Santa María de la Paz; de tener cerca, muy cerca, al Padre, Monseñor Javier Echevarría, el Obispo Prelado del Opus Dei, y de sentir su afecto; de tener como "patio" de la Universidad, la Piazza Navona. Especialmente entrañables fueron las veces que pudo estar a solas con Juan Pablo II. 

"La primera de ellas, junto a mis padres, en agosto de 2003. El Papa se despedía de la policía de Catelgandolfo y del Obispo de Albano —diócesis a la que pertenece la casa de verano pontificia— y, gracias a un favor de Monseñor Sodano, pudimos estar unos minutos con el Papa en una audiencia en la que no había más de 30 personas.

"La segunda vez fue en el UNIV del año 2004. Al final de la audiencia, un grupo de cuatro sudamericanos cantamos unas canciones del cono sur. Y grande fue nuestra sorpresa cuando al terminar, don Estanislao nos animó a pasar a saludar al Papa, que ya estaba bastante cansado, pero tuvo el detalle de preguntarnos de dónde veníamos y de bendecirnos las guitarras…"

En Navarra, España, recuerda que tuvo la suerte de vivir, en la misma residencia universitaria con don Luis De Moya, un sacerdote que quedó tetrapléjico en un accidente de auto hace ya 16 años, y que saca adelante algunas páginas web como parte de su trabajo profesional.

 "Ver su manera de trabajar, su fuerza para vivir; sus alegrías y penas, me ha ayudado a dar gracias por la salud que tengo y a valorar más las cosas…y también a entender el dolor de los enfermos y el valor redentor que tiene la enfermedad, unida a Cristo.

"Pero lo más entrañable en estos años ha sido la profundización en el trato con nuestro Fundador. Desde ese primer favor que me hizo en 1985, he seguido pidiendo y han sido muchísimos los favores que he recibido, algunos de ellos auténticos milagros: pequeñas ayudas en mi vida diaria; conseguir trabajo a algunos amigos; conversiones de conocidos… Para mí ya no sólo es un santo al que le pido cosas, sino verdaderamente un Padre, al que procuro contarle mis asuntos, mis luchas, mis ilusiones; pedirle ayuda;… en fin, tenerlo muy cerca todo el día… todos los días. Un Padre de una familia maravillosa, de la que estoy orgullosísimo de pertenecer."