Para que este mundo nuestro vaya por un cauce cristiano –el único que merece la pena–, hemos de vivir una leal amistad con los hombres, basada en una previa leal amistad con Dios. (Forja, 943)
Con frecuencia, siento ganas de gritar al oído de tantas y de tantos que, en la oficina y en el comercio, en el periódico y en la tribuna, en la escuela, en el taller y en las minas y en el campo, amparados por la vida interior y por la Comunión de los Santos, han de ser portadores de Dios en todos los ambientes, según aquella enseñanza del Apóstol: "glorificad a Dios con vuestra vida y llevadle siempre con vosotros". (Forja, 945)
Los que tenemos la verdad de Cristo en el corazón, hemos de meter esta verdad en el corazón, en la cabeza y en la vida de los demás. Lo contrario sería comodidad, táctica falsa.
Piénsalo de nuevo: a ti, ¿te pidió permiso Cristo para meterse en tu alma? –Te dejó la libertad de seguirle, pero te buscó Él, porque quiso. (Forja, 946)
Con obras de servicio, podemos preparar al Señor un triunfo mayor que el de su entrada en Jerusalén... Porque no se repetirán las escenas de Judas, ni la del Huerto de los Olivos, ni aquella noche cerrada... ¡Lograremos que arda el mundo en las llamas del fuego que vino a traer a la tierra!... Y la luz de la Verdad –nuestro Jesús– iluminará las inteligencias en un día sin fin. (Forja, 947)