Trabaja siempre, y en todo, con sacrificio, para poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades de los hombres. (Forja, 685)
La correspondencia a la gracia también está en esas cosas menudas de la jornada, que parecen sin categoría y, sin embargo, tienen la trascendencia del Amor. (Forja, 686)
No cabe olvidar que el trabajo digno, noble y honesto, en lo humano, puede –¡y debe!– elevarse al orden sobrenatural, pasando a ser un quehacer divino. (Forja, 687)
Jesús, Señor y Modelo nuestro, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revela que la existencia humana –la tuya–, las ocupaciones corrientes y ordinarias, tienen un sentido divino, de eternidad. (Forja, 688)