La voz de Dios en la vida de un joven puede sonar de muchas formas: como un sueño que impulsa, una duda que inquieta o una certeza que da paz. Esta serie de vídeos recoge testimonios de jóvenes de distintos países —Italia, Australia, Estados Unidos, Sudáfrica, Francia y España— que comparten cómo descubrieron su vocación al Opus Dei.
En sus relatos aparecen ilusiones, dudas y sueños que los llevaron a decir “sí”. Cada historia refleja una cultura y un camino de vida distintos —numerarios, agregados, supernumerarios—, pero todas coinciden en lo esencial: Dios sigue llamando hoy, en medio de la vida ordinaria, con una voz que cada uno puede reconocer en su corazón.
Si Dios existe, y yo creo que existe, entonces no quiero vivir como si no existiera. No quiero vivir en una mentira. Cuando era más pequeña era muy perfeccionista, eso significaba que me centraba demasiado en vivir de manera perfecta los actos externos de una vida de fe, en lugar de llegar a lo esencial, que era una relación personal con Dios. No tenía ninguna iniciativa en mi fe.
Cuando estaba terminando el colegio fue cuando me planteé si quería de verdad ir a por ello y vivir una vida de fe. Pero, hablando con una persona y en el fondo yo también lo veía, me daba cuenta de que tenía que aparcar el tema de la vocación por el momento y intentar conocer mejor a Dios
A partir de entonces, dejé de lado el asunto de la vocación durante un tiempo. Y si lo llevaba a la oración, solamente decía “Te pido por mi vocación” y punto. Sin ir más allá. Pero sí, gradualmente, lentamente, me di cuenta de que, poco a poco, Dios me estaba llamando a ser supernumeraria. Un día estaba en Misa, no me acuerdo en qué parte porque estaba distraída, y entonces recuerdo que fuera el sol apareció por detrás de las nubes, literalmente. Y fue como si en ese momento viera que Dios me estaba llamando a amarle a través de otra persona. A partir de entonces, creo que Dios sólo me pide que confíe en él. Así que sí, cuando tomé la decisión de pedir la admisión en la Obra, seguía teniendo mucho miedo y mucha incertidumbre.
Nunca fue algo tan claro como “escucha, tenemos que dar este paso”. Pero lo hice y creo que otra gracia es que me haya llamado siendo todavía joven. Mi vocación me ha dado luz y una lente a través de la cual ver todas mis actividades. Y me ha dado mucha paz porque sé que por mí misma soy bastante inútil pero sé que no tengo que apoyarme en mí misma para lograr algo y que el resultado no depende de mi.
Sí, creo que muchos jóvenes intentan vivir su vida al máximo, lo que no me parece mal en absoluto. Pero de lo que me he dado cuenta es de que, al menos por experiencia personal, sí he obtenido la mayor alegría, satisfacción y felicidad real de la vida en los últimos años, que he sido de la Obra.





