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La voz de Dios en la vida de un joven puede sonar de muchas formas: como un sueño que impulsa, una duda que inquieta o una certeza que da paz. Esta serie de vídeos recoge testimonios de jóvenes de distintos países —Italia, Australia, Estados Unidos, Sudáfrica, Francia y España— que comparten cómo descubrieron su vocación al Opus Dei.

En sus relatos aparecen ilusiones, dudas y sueños que los llevaron a decir “sí”. Cada historia refleja una cultura y un camino de vida distintos —numerarios, agregados, supernumerarios—, pero todas coinciden en lo esencial: Dios sigue llamando hoy, en medio de la vida ordinaria, con una voz que cada uno puede reconocer en su corazón.


Es increíble que, sin haber conocido a mi abuelo, me haya marcado tanto. Hace muchos años mi abuelo falleció en un accidente de tráfico. Desde entonces, cada año, la familia nos reunimos en el día que conmemoramos su muerte, el día 25 de enero, y tenemos una misa en un Colegio Mayor, en Bonaigua, en Barcelona. Hace ya muchos años, en segundo de la ESO, más o menos, en una de esas misas, después de comulgar noté una gran inquietud. Era una inquietud molesta, pero a la vez me trajo muchísima paz.

Yo tenía en mi colegio un profesor con el que tenía bastante buena relación. Casualmente, él es del Opus Dei y le conté “no sé qué me pasa”. Le puse en contexto mi vida, la misa de mi abuelo, esta sensación y le dije que ahora que terminaba bachillerato me gustaría ir a algún centro universitario de la Obra donde pudiese estar con gente, recibir formación, etc.

Tenía ganas de cerrar, cerrar temas, más que nada porque no estaba tranquilo.

Entonces, justo el primer fin de semana de octubre me plantearon hacer un retiro espiritual en Torreciudad, un santuario en Aragón. Y yo, como estaba con este tema, dije pues yo creo que puede ser muy bueno para mí, para ver realmente cómo enfocarlo.

Así que el 2 de octubre, me acuerdo como si fuera ayer estaba rezando y noté muy claramente como Dios me pedía la vocación a la Obra, cómo agregado del Opus Dei.

Entonces yo claramente vi que era de Dios, porque yo, agregado del Opus Dei, no conocía casi bien a nadie, no conocía a ninguno. Lo lógico hubiese sido que hubiese pedido la admisión con otros referentes que yo conocía, pero no fue el caso. Entonces me di cuenta de que esto era de Dios. Tuve que leer, pregunté mucho a la gente, leí, y esto del agregado, ¿qué es?, y esto, ¿cómo se vive? ¿En qué se concreta?

"Decidí ser agregado porque notaba que Dios me pedía mi vida entera, mi corazón entero, sin cambiar de vida"

Decidí ser agregado, porque notaba que Dios me pedía mi vida entera, mi corazón entero, pero sin hacer nada raro, sin cambiar mi vida, continuando a ser quien era en medio de mi familia, de mis amigos, ahora, de la universidad que empezaba, de mi gente estando, en mi día a día, sin cambiar nada.

Mi abuelo fue del Opus Dei y aunque yo no lo conocí, hablando con mi abuela, que tengo la suerte de vivir con ella, y con mucha gente que sé que tuvo la suerte de conocerlo, me contaban que era una persona bastante ocupada, que era empresario, que todo el día estaba fuera, que trabajaba muchísimo, que tenía hijos que no descuidaban ni a sus hijos de su esposa, que todo el día estaba atendiendo a gente, ver cómo él tenía un mismo ideal que yo, que compartimos una misma vocación.

Y es que estoy feliz, estoy muy feliz. Es que saber que Dios ha tenido un plan para mí en concreto, para mí Santi, desde todos los tiempos. Pensar que yo he dado en mucho un 1%, y Dios me ha dado el ciento por uno, eso me ha endulzado la vida. Y poder transmitir ese cariño, esa felicidad a la gente que me rodea, a la gente de la universidad, y a mi familia. No hay cosa que me haga más feliz. Estoy feliz.