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La virtud del orden

Toma tu teléfono, desbloquéalo y mira la pantalla: ¿cuántas aplicaciones hay? ¿Están todas dispersas y cada vez que necesitas una tienes que desplazarte? ¿Has puesto las que más usas en un lugar específico o incluso las has dividido en carpetas? ¿Cómo vives la virtud del orden?

El orden es una virtud que de hecho afecta todos los aspectos de tu vida: desde el más físico (el entorno en el que me muevo) hasta el mental (estudio, trabajo, organización de la propia vida, razonamiento, enfoque de los problemas); incluso incide en la esfera espiritual:  tus sueños, deseos, ideales, tu amistad con Dios y con los demás...

Como ocurre con cualquier otra virtud, al vivir el orden ninguna dimensión es una esfera suelta. Por ejemplo: es difícil estudiar bien en un lugar caótico; es complicado establecer una relación con Dios si no priorizas el tiempo que dedicas a la oración. Y, como cualquier otra virtud, el orden puede convertirse en vicio si se lleva al extremo o si se vive sin la motivación adecuada. Si una persona es ordenada, se nota. Si una persona está obsesionada con el orden, se nota. Recuerdo a una compañera mía de la universidad que no podía estudiar si no tenía todos los libros del curso forrados y etiquetados con su nombre. 

El orden se expresa con comportamientos muy visibles, pero siempre es importante recordar la razón que hay detrás. Si no, termina por atarte las manos y convertirte en una persona rígida y difícil de tratar. 


¿Vale la pena ser ordenado?

Todos han sentido, al menos una vez en la vida, la necesidad de establecer un cierto orden. Esta necesidad es parte del corazón humano. ¿Qué nos dice el libro del Génesis? Dios "crea ordenadamente" un universo en el cada cosa tiene una razón de ser y un lugar que ocupar.  En esa armonía, la naturaleza manifiesta su belleza más grande y refleja el rostro de Su Creador. 

El hombre, por tanto, en cada decisión y acto libre, es capaz de encarnar esa armonía y darle nueva vida. ¿No te sorprendes cada vez que escuchas una nueva canción de tu artista preferido? Las notas musicales siguen siendo siete, pero el "orden" que han recibido las ha llevado a crear algo nuevo. Casi parece magia, ¿no te parece?

Así, tú también colaboras en la creación cada vez que ejerces tu libertad para "discernir", para decidir, en cada momento, qué dirección dar a tu vida. Cualquier acto puede realizarse por inercia, por hábito, o porque, libremente, con la inteligencia del corazón, se ha elegido actuar de una manera en lugar de otra. ¿Te das cuenta de que si tienes esto presente nunca caerás en la inercia de la rutina?

Me levanto a la misma hora, me arreglo, desayuno, saludo a las mismas personas en el camino de casa a la universidad, tengo clases, estudio, hago deporte, veo a mi familia y a mis amigos, hago un ratito de oración, veo el capítulo de una serie, me voy a dormir... Siempre lo mismo y, sin embargo, siempre con una razón de ser. Ser ordenado significa saber detenerse y preguntarse: ¿por qué estoy haciendo esto ahora?

Una persona ordenada es una persona que sabe elegir, porque es consciente de que cada acto libre tiene una repercusión en sí misma y la define. Por tanto, la virtud del orden no se reduce a la suma de estrategias y técnicas para optimizar el tiempo o aumentar la productividad. Vivir el orden significa amar las decisiones que estamos llamados a tomar cada día.

Esto, evidentemente, no es una justificación para que mantengas tu habitación en un caos constante. Más bien, lo importante es que recuerdes que hay una razón más profunda para limpiar tu habitación que el tener a tus padres contentos. 

El orden exterior, más visible y evidente, manifiesta el orden que hay en el interior de la persona. Por ejemplo, sacar adelante un proyecto profesional de manera eficaz requiere no sólo orden mental, sino también la capacidad de gestionar el tiempo de manera ordenada. Cuanto mayor sea el alcance y la complejidad de nuestros proyectos, más sólido debe ser este fundamento.

Cuando tengas orden
se multiplicará tu tiempo, y, por tanto, podrás dar más gloria a Dios.
Camino, 80

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Recuerdo que, en una ocasión, para prepararme para un examen de la universidad, tenía que leer muchos libros. Me puse de inmediato a hacerlo, estudiando todos los libros de principio a fin, con gran intensidad pero sin un plan. Logré la hazaña, pero ¿a qué coste? Me di cuenta de que había sido desordenada: podría haber ahorrado mucho tiempo y energía si hubiera contado con un plan de trabajo: algunas páginas al día, durante un cierto número de días, dando prioridad a los textos más importantes, preguntándole a alguien que ya hubiera realizado el examen cómo se iba a desarrollar, etc.

Pensemos en la organización de una tarde de estudio: establecer un horario ciertamente puede ayudar a marcar el ritmo del estudio, evitando distracciones innecesarias y pérdidas de tiempo. Al mismo tiempo, dicho horario no debe ser tan rígido que no nos permita ayudar en algo a nuestro hermano pequeño si nos lo pide.

El orden, contrario a lo que se podría pensar, no es estático, sino intrínsecamente dinámico. Es la respuesta a una vida que nos interpela constantemente. Vivir el orden con madurez significa saber ser flexibles, y para ser flexibles es necesario ejercitar la fortaleza interior, para manejar la incertidumbre que experimentamos cada vez que nos enfrentamos a una elección.

Además, el orden es indiscutiblemente una forma de respeto hacia los demás: es la base de la colaboración y la convivencia. Bajo esta perspectiva, ¡qué importante se vuelve la puntualidad y el cuidado de los espacios! Vivir el orden, conscientes de que es una virtud, es un acto de amor.


No hay una fórmula mágica adquirir la virtud del orden, pero te puede ayudar el recordar la razón detrás de que cada decisión. Así en una melodía cada nota musical tiene un lugar específico, también cada uno de tus actos libres va componiendo la sinfonía de tu vida. ¿Te imaginas el concierto que se armará en el Cielo?