Puedes comenzar este rato de oración diciéndole al Señor (de rodillas):
“Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí. Que me ves. Que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracias para hacer con fruto este rato de oración. ¡Madre mía inmaculada, San José mi padre y Señor, Ángel de mi Guarda, ¡interceded por mí!.
Piensa que estás delante de Dios realmente presente en el sagrario. Es el mismo que te ha creado, ha muerto por ti y te quiere infinitamente.
Señor, necesito hablar contigo, aunque en muchos momentos no lo sienta. Quiero aprender a hacer oración para quererte más cada día. Tu me has creado, me quieres y mi vida depende totalmente de ti (pausa). Quiero darte gracias por todo lo que me has dado; Además, pedirte perdón por todo lo que hay en mi vida que no te agrada y por último, pedirte cosas.
¡Estoy tan necesitada de tu ayuda! Necesito de ti para vivir, para poder estudiar, para ser buen hijo de mis padres, para querer a los demás y para ser feliz. Sin ti, no puedo nada (pausa).
Señor, muchas veces me da la sensación de que venir al oratorio a hablar contigo es una pérdida de tiempo. Ayúdame a darme cuenta de que si te trato, me iré pareciendo cada vez más a ti; seré más generoso; venceré el egoísmo, la envidia y superaré los enfados. Y junto con todo esto, seré muy feliz (pausa).
Señor, cuando te hablo me da la sensación de que me dirijo al vacío. ¿Verdad que estás esperando que te cuente las cosas, aunque ya las sepas? ¿Verdad que me entiendes y me escuchas? Señor, eres la persona que más me quieres y a la que más intereso. ¡Perdóname porque muchas veces no me doy cuenta! (pausa)
Señor, me resulta raro y extraño hablar con alguien a quien no veo. Señor, tú no eres un ser imaginario, sino una persona que vives realmente y además, en el colegio tengo la suerte de tenerte muy cerca. ¡A muy pocos metros! Puedo venir cuando quiera a contarte lo que me preocupa y lo que me da alegría. Con muchas personas no puedo hablar siempre que quiero, pero contigo, sí ¡Vives en mi propio colegio, en las iglesias y dentro de mí cuando te recibo en la sagrada comunión! Además, mis amigos, mis profesores o mis familiares, a veces están de mal humor o están ocupados y no me escuchan. Tú siempre estás atento a lo que te quiera decir, pero para poder dirigirme a ti necesito que me aumentes la fe. ¡Ayúdame a creer que estás realmente presente en el sagrario!
Señor, aunque te esté diciendo todas estas cosas, ¡no siento nada! No siento necesidad ni ganas de tratarte. Sé que los sentimientos no pueden dirigir mi vida pero es algo que no puedo evitar. ¡Venir al oratorio me parece un rollo! Pero ahora te digo: aunque no te veo, creo en ti; creo que me miras, que me amas, que me atiendes, y aunque no lo sienta mucho, quiero agradarte en todo momento: en mis obras, en mis conversaciones, en mis pensamientos. Señor, ¡que actúe siempre sabiendo que tú estás delante y que en ningún momento te sientas ofendido! Y si alguna vez te dije algo de lo que hago, te pido perdón (pausa). Señor, sé que hablar contigo todos los días, me costará, pero quiero ser fuerte y no dejar de tratarte. Si lo hago con constancia, iré queriéndote cada día más y querré hacer tu voluntad en todo momento, aunque a veces me cueste. Muchas veces pienso: ¿de qué voy a hablar contigo? ¡De mi familia, de mis estudios, de mis amigos, del colegio y de mí mismo! De todo lo que no funciona bien en mi vida, de mis enfados con las demás, de las comparaciones con mis hermanos, de lo que me parece que es una injusticia, de mi mal genio y de todas las cosas buenas que me suceden. ¡Y de tantas cosas más! Todo lo que me pasa te importa mucho: mis enfermedades (aunque sea un simple dolor de cabeza), de mis buenas o malas notas, de la llegada a casa de un familiar a quien quiero mucho, de lo pesadas o interesantes que me resultan algunas clases, etc…
¡Señor de cuántas cosas puedo hablar contigo! (pausa)
Señor, después de hablar contigo que se note ya que me esfuerzo por hacer todo lo que hemos visto entre los dos. Quiero ser un buen hijo tuyo y, además, que se note que estoy cerca de ti. No solamente durante el rato que estoy hablando contigo sino en todo momento (pausa).
Puedes terminar este rato de oración poniéndote de rodillas y diciéndole al Señor: "Te doy gracias, Dios Mío, por todos los propósitos que me has comunicado en este rato de oración. Te pido ayuda para ponerlos por obra. ¡Madre mía Inmaculada, san José mi padre y Señor, ángel de mi guarda, interceded por mí!"