Un mundo de milagros

"Un mondo di miracoli" es el título de un libro de próxima aparición, que recoge 19 curaciones extraordinarias atribuidas a la intercesión del beato Josemaría Escrivá. El volumen, del que es autor Flavio Capucci, Postulador de la Causa de Josemaría Escrivá, será publicado en Italia por la editorial Ares, de Milán.

El libro narra una curación inexplicable ocurrida el 17 de mayo de 1992, durante la ceremonia de beatificación de Josemaría Escrivá. Aquella mañana, un niño de 7 años que desde los 4 padecía frecuentes crisis de hipertensión, a causa de un estrechamiento de la arteria renal —irreversible, según la ciencia médica—, estaba con su padre en una playa del norte de España. Al mismo tiempo, su madre, que seguía por la televisión la ceremonia de beatificación de Josemaría Escrivá, se puso a rezar con intensidad por la curación del hijo. Llevada por un impulso materno pensó: "Haz que se cure ahora, en este momento". Y así sucedió: en aquel instante, un escalofrío sacudió al niño en la playa, y cuando volvió a casa se pudo comprobar que estaba curado.

Se recuperó de la cojera

El mismo día, en diferente lugar, sucedió otro de los casos recogidos en el libro. La pequeña localidad de Cerdanyola, en Cataluña, fue escenario de la curación de Josep Mas, un jubilado que en 1982, derribado por dos perros, se había fracturado la meseta tibial y había quedado irremediablemente cojo. Diez años después, el 17 de mayo de 1992, mientras veía por la televisión la ceremonia de beatificación de Josemaría Escrivá, rezó una oración por su propia curación. Se puso de pie y se dio cuenta de que podía moverse con soltura, como había hecho hasta diez años antes. En este caso, los "testigos directos" de la curación son prácticamente todos los habitantes del pueblo, que estaban al corriente de su evidente cojera. Fue tal la sorpresa de sus conciudadanos, que el ayuntamiento concedió a Josep Mas el título de "hombre del año" de 1992.

Después de un accidente

Extraordinaria es también la curación de Alberto Castro, estudiante universitario puertorriqueño. El 1 de agosto de 1993, Alberto —que tenía entonces 24 años— viajaba en coche con un compañero. El vehículo se estrelló contra un poste de electricidad y Alberto quedó seriamente lesionado, con una rotura del húmero izquierdo que afectó al nervio radial y, como consecuencia, le paralizó la mano. Siete meses después, a pesar de las curas y operaciones, la inmovilidad de la mano seguía siendo absoluta: según los médicos, el nervio radial estaba definitivamente muerto. Alberto comenzó a rezar ardientemente al beato, y al cabo de varios días pasó una noche con algunos dolores. Por la mañana estaba completamente curado y de nuevo podía mover la mano normalmente.

Desaparición de un quiste

Tampoco tiene explicación natural y científica la desaparición de un quiste parauterino que había ido desarrollándose en una mujer encinta. En el octavo mes de embarazo, el quiste llegó a alcanzar un grosor de 14 centímetros. La intervención quirúrgica, que conllevaba el parto cesáreo del niño, era ya inevitable. El hecho ocurrió en Roma. Maria Grazia, la protagonista, se había encomendado al beato Josemaría para que las cosas fueran del mejor modo posible. La víspera de la operación, ante la sopresa de los médicos, una ecografía "desmintió" a todas las precedentes (de cuya evidente exactitud, sin embargo, nadie ha dudado nunca) y mostró la completa desaparición del quiste, que hacía innecesaria la intervención.

Le devolvió el saludo

En "Un mondo di miracoli" se relata también la historia de Paulo, un brasileño de 35 años, víctima en 1993 de una miocarditis fulminante que le llevó al borde de la muerte. En 1974, durante un viaje del fundador del Opus Dei al Brasil, su madre había observado desde lejos que su hijo, que tenía entonces 16 años, había conseguido, durante un encuentro público, acceder al lugar donde se encontraba Josemaría Escrivá y darle un beso. Casi veinte años después de aquél encuentro, comenzó a implorar su intercesión para que lo curara, "devolviendo" de ese modo el beso a su hijo. En 48 horas, ante el estupor de los especialistas que lo daban ya por muerto, Paulo se recuperó completamente. Ahora lleva una vida normal.

Una ayuda para la vida ordinaria

El beato Josemaría es conocido como un apóstol de la vida ordinaria, del trabajo de cada día, del hombre de la calle: de lo normal y corriente, en definitiva. A la vez, en todo el mundo crece sin cesar su fama de santidad. Muchos miles de personas se han dirigido y se dirigen a él, como a un santo amigo y eficaz intercesor ante Dios.