Un borrico fue mi trono

"Cuando se acerca el momento de su Pasión, y Jesús quiere mostrar de un modo gráfico su realeza, entra triunfalmente en Jerusalén, ¡montado en un borrico! Estaba escrito que el Mesías había de ser un rey de humildad", escribe san Josemaría.

Cuando se acerca el momento de su Pasión, y Jesús quiere mostrar de un modo gráfico su realeza, entra triunfalmente en Jerusalén, ¡montado en un borrico! Estaba escrito que el Mesías había de ser un rey de humildad: anunciad a la hija de Sión: mira que viene a ti tu Rey lleno de mansedumbre, sentado sobre una asna y su pollino, hijo de la que está acostumbrada al yugo (San Mateo, XXI, 5).

Amigos de Dios, 103

No sé a vosotros; pero a mí no me humilla reconocerme, a los ojos del Señor, como un jumento. Ut iumentum factus sum apud te, como un borriquito estoy delante de Ti, et ego semper tecum, pero Tú estás siempre conmigo. Esto es la presencia de Dios. Tenuisti manum dexteram meam. Yo acostumbro a decirle: me has tomado por el ronzal, et in voluntate tua deduxisti me, y me has hecho cumplir tu voluntad, es decir, me has hecho fiel a mi vocación: et cum gloria suscepisti me, y después me darás un abrazo bien fuerte.

Tertulia con san Josemaría, 12-IV-1971

Ecce ego quia vocasti me!, aquí estoy porque me has llamado, ut iumentum!, como un borrico fiel que no quiere apartarse de tu lado.

Carta, 15-X-1948, n. 8

Haz cuanto quieras

Hoy, en mi oración, me confirmé en el propósito de hacerme Santo. Sé que lo lograré: no porque esté seguro de mí, Jesús, sino porque... estoy seguro de Ti. Luego, consideré que soy un borrico sarnoso. Y pedí —pido— al Señor que cure la sarna de mis miserias con la suave pomada de su Amor: que el Amor sea un cauterio que queme todas las costras y limpie toda la roña de mi alma: que vomite el montón de basura, que hay dentro de mí. Después he decidido ser borrico, pero no sarnoso. Soy tu borrico, Jesús, que ya no tiene sarna. Lo digo así, para que me limpies, pues no vas a dejarme mentir... Y de tu borrico, Niño Dios, haz cuanto quieras: como los niños traviesos de la tierra, tírame de las orejas, zurra fuerte a este borricote, hazle correr para tu gusto... Quiero ser tu borrico, paciente, trabajador, fiel... Que tu borrico, Jesús, domine su pobre sensualidad de asno, que no responda con coces al aguijón, que lleve con gusto la carga, que su pensamiento y su rebuzno y su obra estén impregnados de tu Amor, ¡todo por Amor!

Apuntes íntimos, n. 313

Jesús, puesto que soy tu borrico, dame la tozudez y fortaleza del borrico, para cumplir tu amable Voluntad.

Apuntes íntimos, n. 596

Señor, tu borrico quiere merecer que le llamen el que ama la Voluntad de Dios.

Apuntes íntimos, n. 711

Esta mañana, como de costumbre al marcharme, me acerqué un instante al Sagrario, para despedirme de Jesús diciéndole: Jesús, aquí está tu borrico... Tú verás lo que haces con tu borrico... —Y entendí inmediatamente, sin palabras: “Un borrico fue mi trono en Jerusalem”. Este fue el concepto que entendí, con toda claridad.

Apuntes íntimos, n. 543

¡Oh, Jesús! Ayúdame, para que tu borrico sea ampliamente generoso. ¡Obras, obras!

Apuntes íntimos, n. 606

Madre mía, Señora, Tú sabes bien lo que necesito. Antes que nada, dolor de Amor: ¿llorar?... O sin llorar: pero que me duela de veras, que limpiemos bien el alma del borrico de Jesús. Ut iumentum!... ¡Oh!, quiero servirle de trono para un triunfo mayor que el de Jerusalem..., porque no tendrá Judas, ni huerto de los Olivos, ni noche cerrada... ¡Haremos que arda el mundo, en las llamas del fuego que viniste a traer a la tierra!... Y la luz de tu verdad, Jesús nuestro, iluminará las inteligencias, en un día sin fin.

Apuntes íntimos, n. 1741

Borrico de noria

¡Bendita perseverancia, llena de fecundidad, del pobre borrico de noria!: siempre lo mismo, monótonamente, escondido y despreciado, a su paso humilde..., sin querer saber que son sus sudores el aroma de la flor, la hermosura del fruto en sazón, la fresca sombra de los árboles en el estío: la lozanía toda del huerto, y todo el encanto del jardín.

Instrucción, 9-I-1935, nn. 220 y 221

Me atrae ese animal paciente y laborioso, porque el borrico es recio y austero, porque es humilde. Pero, sobre todo, porque trabaja: porque sabe perseverar día tras día dando vueltas a la noria, sacando el agua que hace florecer el huerto. El borrico se conforma con todo, hasta con los palos. Trabaja y trabaja, y con un puñado de paja o de hierba tiene bastante.

Carta, 15-X-1948, n. 11

Me atrae ese animal paciente y laborioso, porque el borrico es recio y austero, porque es humilde, pero, sobre todo, porque trabaja

Nunca se ha reducido la vida cristiana a un entramado agobiante de obligaciones, que deja el alma sometida a una tensión exasperada; se amolda a las circunstancias individuales como el guante a la mano, y pide que en el ejercicio de nuestras tareas habituales, en las grandes y en las pequeñas, con la oración y la mortificación, no perdamos jamás el punto de mira sobrenatural. Pensad que Dios ama apasionadamente a sus criaturas, y ¿cómo trabajará el burro si no se le da de comer, ni dispone de un tiempo para restaurar las fuerzas, o si se quebranta su vigor con excesivos palos? Tu cuerpo es como un borrico -un borrico fue el trono de Dios en Jerusalén- que te lleva a lomos por las veredas divinas de la tierra: hay que dominarlo para que no se aparte de las sendas de Dios, y animarle para que su trote sea todo lo alegre y brioso que cabe esperar de un jumento.

Amigos de Dios, 137

El cristiano puede vivir con la seguridad de que, si desea luchar, Dios le cogerá de su mano derecha, como se lee en la Misa de esta fiesta. Jesús, que entra en Jerusalén cabalgando un pobre borrrico, Rey de paz, es el que dijo: el reino de los cielos se alcanza a viva fuerza, y los que la hacen son los que lo arrebatan (san Mateo, Mt XI, 12). Esa fuerza no se manifiesta en violencia contra los demás: es fortaleza para combatir las propias debilidades y miserias, valentía para no enmascarar las infidelidades personales, audacia para confesar la fe también cuando el ambiente es contrario.

Es Cristo que pasa, 82