La Cuaresma es un tiempo para volver a Dios, para acercarnos a Él desde lo que somos y vivimos hoy.
La oración nos ayuda en ese camino, y por eso aquí encontrarás frases de San Josemaría que pueden ayudarte a rezar. Si no sabes cómo profundizar en esas ideas, tienes también una guía que te sugiere cómo hablar con Dios desde ahí, sin filtros.
Para los más visuales: cada frase está ilustrada con una imagen, para que lo puedas tener más presente al largo del día. Aquí puedes descargar tanto los fondos para el móvil como las frases ilustradas.
Además, te dejamos la guía de oración aquí, por si quieres acceder offline.
1. Hemos entrado en el tiempo de Cuaresma: tiempo de penitencia, de purificación, de conversión. No es tarea fácil. El cristianismo no es camino cómodo: no basta estar en la Iglesia y dejar que pasen los años. En la vida nuestra, en la vida de los cristianos, la conversión primera —ese momento único, que cada uno recuerda, en el que se advierte claramente todo lo que el Señor nos pide— es importante; pero más importantes aún, y más difíciles, son las sucesivas conversiones. (La conversión de los hijos de Dios, n57)
Y tú, ¿cómo estás en la Iglesia? Quizás ya han pasado 2, 3 ... 15 años desde tu bautismo. ¿Te estás acercando cada día más al cielo? ¿En qué aspectos crees que Dios te pide que te conviertas en esta Cuaresma?
2. La conversión es cosa de un instante; la santificación es tarea para toda la vida. La semilla divina de la caridad, que Dios ha puesto en nuestras almas, aspira a crecer, a manifestarse en obras, a dar frutos que respondan en cada momento a lo que es agradable al Señor. Es indispensable por eso estar dispuestos a recomenzar, a reencontrar —en las nuevas situaciones de nuestra vida— la luz, el impulso de la primera conversión. (La conversión de los hijos de Dios, n58)
Aprovecha para recordar con el Señor ese primer encuentro, ese momento (o momentos) en qué te encontraste con Él y, cómo San Pablo, caíste del caballo. ¿Qué palabras, ideas, ejemplos te llamaron la atención? ¿Qué sentiste en ese momento? Pídele: “Señor, dame otra vez luz para ver, y fuerza para querer”.
3. Te aconsejo que intentes alguna vez volver… al comienzo de tu “primera conversión”, cosa que, si no es hacerse como niños, se le parece mucho: en la vida espiritual, hay que dejarse llevar con entera confianza, sin miedos ni dobleces; hay que hablar con absoluta claridad de lo que se tiene en la cabeza y en el alma. (Surco, n145)
Nadie, te conoce tan bien cómo Dios. Ni incluso tú mismo, o tus padres, o tu mejor amigo. Por eso, ¿cómo le vas a esconder eso que te pesa? Piensa un poco en qué aspectos de tu vida te cuesta mirar al Señor de frente, y dile: “Señor, me cuesta hablarte de … porque …” Piensa que es tu Padre, y que nadie mejor que Él para cuidarte.

4. Acercarse un poco más a Dios quiere decir estar dispuesto a una nueva conversión, a una nueva rectificación, a escuchar atentamente sus inspiraciones —los santos deseos que hace brotar en nuestras almas—, y a ponerlos por obra. (Forja, n32)
Dios habla bajito… ¡pero habla! Quizás haya momentos en qué Lo sientas muy cercano, y otras que no tanto. Lo importante es el desear estar con Él - “Cuanto más grande sea el deseo, más nos abrimos a Dios”. ¿Cuándo fue la última vez que de verdad te paraste para hablar con Dios? Sin móvil, sin conversaciones paralelas,...
Dile ahora: “Señor, quiero estar contigo. Quiero, pero ayúdame a quererlo más. Creo en Ti, pero aumenta mi fe. Señor, dime algo.”
5. A la conversión se sube por la humildad, por caminos de abajarse. (Surco, n278)
Jesús, es Dios. Y siendo Dios, lavó los pies a sus discípulos, se abrió a todo tipo de personas - enfermos, pecadores, … - se calló, delante de Pilatos, se quedó en un trozo de pan en la eucaristía… Por todos los hombres, por ti. ¿En qué aspectos de tu vida podrías imitarlo, y ser más humilde?
6. Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de Dios han sido precedidas de un encuentro con María. Nuestra Señora ha fomentado los deseos de búsqueda, ha activado maternalmente las inquietudes del alma, ha hecho aspirar a un cambio, a una vida nueva. Y así el haced lo que Él os dirá se ha convertido en realidades de amoroso entregamiento, en vocación cristiana que ilumina desde entonces toda nuestra vida personal. (Cristo que pasa, n49)
María, mejor que nadie, conoce la alegría de decir sí a Dios. ¿Qué “sí” Dios te está pidiendo ahora? ¿Qué te frena? Pídele a la Virgen: “Madre, ayúdame a imitar tu entrega, a vencer mis miedos. Enséñame a decir sí.”

7. Hoy no bastan mujeres u hombres buenos. —Además, no es suficientemente bueno el que sólo se contenta con ser casi… bueno: es preciso ser “revolucionario”. Ante el hedonismo, ante la carga pagana y materialista que nos ofrecen, Cristo quiere ¡anticonformistas!, ¡rebeldes de Amor! (Surco, n128)
“Rebelde”. Qué bien suena en el papel, o con música épica de fondo. Y sin embargo, cómo puede llegar a costar a veces. Piénsalo un poco: ¿qué hábitos o situaciones desdicen de tu condición de cristiano? Series, musicas, tipos de conversaciones, rutinas… ¿Qué tipo de comodidades te tienen más atado, y te impiden avanzar? Mira a Jesús cargando la cruz - por ti. Miralo a los ojos. ¿De verdad vas a seguir pactando con eso?
8. ¿Líos?… Sé sincero, y reconoce que prefieres ser esclavo de un egoísmo tuyo, en lugar de servir a Dios o a aquella alma. —¡Cede! (Surco, n159)
¿En qué situaciones te cuesta priorizar a los demás? A la hora de escuchar, al ser generoso con tu tiempo, al prescindir de un plan qué te apetece mucho, a la hora de prestar cosas…? No te olvides de la marca de los primeros cristianos: “Mirad cómo se aman” - y el amor implica entrega, desprendimiento, sacrificio. Cómo el de Jesús en la cruz.
9. No nos pertenecemos. Jesucristo nos ha comprado con su Pasión y con su Muerte. Somos vida suya. Ya sólo hay un único modo de vivir en la tierra: morir con Cristo para resucitar con El, hasta que podamos decir con el Apóstol: no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí (Gal II,20). (Via crucis, 'XIV Estación)
Quizás a veces te preguntas, ¿pero de qué necesito ser salvado? ¿estoy en peligro? Pues sí. El peligro de:
- una vida sin sentido
- ser juzgado por lo que soy, no por quien puedo llegar a ser
- no poder amar, porque no he experimentado el Amor
- descansar en falsos horizontes, porque no he contemplado la Belleza no hacer frente a la mentira, porque no conozco la Verdad
- desesperar en el error por no conocer el Perdón
- buscar placeres que no sacian, porque no conozco la fuente de Vida construir sobre la arena, porque no sé donde buscar la Roca firme.
Así que sí… necesitas salvación. Deja que Cristo viva en ti.

10. Amo tanto a Cristo en la Cruz, que cada crucifijo es como un reproche cariñoso de mi Dios: …Yo sufriendo, y tú… cobarde. Yo amándote, y tú olvidándome. Yo pidiéndote, y tú… negándome. Yo, aquí, con gesto de Sacerdote Eterno, padeciendo todo lo que cabe por amor tuyo… y tú te quejas ante la menor incomprensión, ante la humillación más pequeña… (Vía crucis, XI Estación)
Señor, me quedo mirando tu cruz y siento tu mirada sobre mí.
Yo, tan débil, tan distraído… y Tú, firme en el amor hasta el extremo.
Tú sufriendo, y yo buscando comodidad.
Tú amándome, y yo olvidándote.
Tú entregándote sin reservas, y yo dándome solo a medias.
Tú, con los brazos abiertos, llamándome… y yo, muchas veces, dándote la espalda.
Señor, hoy quiero fiarme de Ti.
No quiero huir de la cruz, no quiero temer el sacrificio.
Enséñame a amar como Tú, a entregarme sin miedo, a recordar que en cada herida tuya hay una lección para mi corazón. Aquí estoy, Señor. Ayúdame a no volver a negarte.
11. ¿Quieres acompañar de cerca, muy de cerca a Jesús?… Abre el Santo Evangelio y lee la Pasión del Señor. Pero leer sólo, no: vivir. La diferencia es grande. Leer es recordar una cosa que pasó; vivir es hallarse presente en un acontecimiento que está sucediendo ahora mismo, ser uno más en aquellas escenas.
No te olvides que para poder dar más a Dios, tienes que recibir más de Él. La proximidad a Jesús será la razón de ser, el origen, de tu sacrificio, de tu entrega a los demás por Él.
Y para eso tienes que conocerLo: contemplar sus gestos, escuchar sus palabras, admirar sus silencios. Prueba abrir uno de los pasajes del evangelio de estos días, y pregúntale estas 3 cosas: Jesús, ¿qué sentías en este momento? ¿qué pedías a tu Padre aquí? ¿qué me quieres decir a mí hoy, con esto?

12. Entonces, deja que tu corazón se expansione, que se ponga junto al Señor. Y cuando notes que se escapa —que eres cobarde, como los otros—, pide perdón por tus cobardías y las mías. (Via crucis, IX Estación)
A veces Dios nos concede consuelos en la oración: lo ves, no escuchas, lo sientes. Y otras veces… es cómo si desapareciera, aunque la vela del sagrario siga encendida. Quizás te desconciertas. Pierdes el entusiasmo. Y entra la duda: ¿me distraje y dejé que mi corazón escapara a otra cosa? ¿O Dios me pide que sea firme en la fe?
Es tiempo de purificación. De poner el corazón en la cruz. MiraLo en el crucifijo: el Señor no buscó consuelos… te buscó a ti.
13. Ese desaliento, ¿por qué? ¿Por tus miserias? ¿Por tus derrotas, a veces continuas? ¿Por un bache grande, grande, que no esperabas?
Sé sencillo. Abre el corazón. Mira que todavía nada se ha perdido. Aún puedes seguir adelante, y con más amor, con más cariño, con más fortaleza. Refúgiate en la filiación divina: Dios es tu Padre amantísimo. Esta es tu seguridad, el fondeadero donde echar el ancla, pase lo que pase en la superficie de este mar de la vida. Y encontrarás alegría, reciedumbre, optimismo, ¡victoria!
(Via crucis, VII Estación)
Señor, perdona que haya caído en esto. Otra vez.
Perdóname que me duela más el orgullo herido que el haberte ofendido. Perdóname que haya creído más en mi fuerza que en tu gracia.
Perdóname por elegir el placer sin amor, más que el Amor que sacia de verdad. Por creer más en mis miedos, que en tu misericordia infinita.
Hoy quiero fiarme de Ti, Señor.
Enséñame a confiar más en tu perdón que en mis caídas,
más en tu amor que en mis heridas,
más en tu verdad que en mis dudas.
No dejes que vaya saltando de charco en charco, cuando tengo el mar delante de mí.
Tómame en tus manos y hazme nuevo.
14. Me has dicho: Padre, lo estoy pasando muy mal. Y te he respondido al oído: toma sobre tus hombros una partecica de esa cruz, sólo una parte pequeña. Y si ni siquiera así puedes con ella,… déjala toda entera sobre los hombros fuertes de Cristo. Y ya desde ahora, repite conmigo: Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno. (Via crucis, VII Estación)
La vida cristiana no es cuestión de fuerza, ni siquiera de esfuerzo… sino de abandono, de apertura a la gracia de Dios, a fuerza que te da Él. Por eso, piensa ahora en todo eso que te preocupa, haz memoria de lo que te tiene agobiado, de eso que te hace perder la paz. Y diLe: “Señor, confío en Ti. Confío en Ti hoy, ahora; confío en ti para afrontar esto. Dame tu gracia para vivirlo cómo tu lo harías. Ayúdame a vivir el abandono.”
