¿Te ha pasado escuchar sobre el acompañamiento espiritual y no entender muy bien de qué se trata? En realidad, es más sencillo de lo que podrías imaginar: es algo que muchos cristianos han experimentado desde siempre.
En la Iglesia, se le puede llamar de diferentes maneras: acompañamiento espiritual, dirección espiritual, guía de vida interior. En esencia, se refiere al conjunto de ayudas que cada fiel recibe en su camino hacia Dios, desde la homilía en la Misa, las enseñanzas de las catequesis del Papa, hasta los consejos en la vida interior que se reciben en un diálogo personal con un sacerdote o un laico.
Estos dos últimos casos son los que comúnmente se entiende como acompañamiento espiritual personal, una relación entre personas, donde se ofrecen orientación y consejos. A través de ese acompañamiento, el Espíritu Santo se manifiesta usando a personas que realmente buscan tu felicidad. El director espiritual es un “instrumento” de Dios, quien es el que hace crecer (cf. 1 Cor 3, 7-9), y del Espíritu Santo, quien “te debe santificar” (Camino, punto n. 57).
Todos necesitan una guía en su vida espiritual: tanto quienes desean mejorarla como quienes buscan comprenderla mejor. Incluso San Pablo, después de su conversión, fue conducido a su director espiritual, Ananías (cf. Hechos, 9, 10).
No se trata de un motivador, un coach, ni simplemente de un maestro de vida: es alguien - un sacerdote, religioso, religiosa o laico - que cultiva su propia vida interior y que reza por ti, dándote su consejo.
“La función del director espiritual – enseña San Josemaría – es abrir perspectivas, ayudar en la formación de criterios, indicar los obstáculos y los medios adecuados para superarlos, corregir deformaciones o desviaciones del camino, animar siempre: sin perder de vista la perspectiva sobrenatural, que es una afirmación optimista, porque cada cristiano pueda decir que todo lo puede con la ayuda divina (cf. Fil 4, 13)” (Carta 8-VIII-1956, n. 37).
En los diálogos de acompañamiento espiritual puedes hablar sobre los aspectos de tu vida interior que llenan tu corazón o te preocupan. Si no sabes por dónde empezar, aquí tienes algunas ideas y preguntas que puedes hacer a tu director espiritual:
Relación con Dios y mi lugar en el mundo
- Me siento bien, pero creo que podría ser más feliz. ¿Por qué?
- ¿Debo “hacer” algo más para estar más cerca de Dios y de los demás?
- No sé bien cómo rezar; cuando lo intento, me aburro o me duermo. ¿Hay una forma “correcta” de hacerlo?
- ¿Por qué es importante un plan de vida para organizar la oración y la relación con Dios?
- ¿Dios me ama aunque cometa errores o no lo siga? ¿Es realmente así?
Los demás y yo
- Mi hermano o hermana son quienes más me hacen enojar en el mundo. ¿Qué puedo hacer?
- Conozco a muchas personas y veo a mis amigos todos los días. ¿Debo hablarles de mi fe cristiana?
- Siento que no quiero a mis padres como debería: ¿es poco cristiano?
- Si me cuesta perdonar a mi hermano por comerse el último chocolate, ¿cómo puedo perdonar a alguien que ha hecho algo realmente malo?
- Creo que el tiempo libre es un tesoro, una oportunidad para mejorar y cambiar el mundo, pero me cuesta aprovecharlo. ¿Tienes algún consejo?