Una pagana que tenía fe Hablar con el Amor
Ella es pagana y Jesús alaba su fe. Quizás, en los alrededores de Tiro y Sidón ella va por aquellas partes buscando a aquel que cura. Llega a la ciudad, recorre un laberinto de callejuelas, el zoco con sus puestos, las aceitunas, la fruta, un fabricante de sandalias, el piar de las aves de corral que esperan una muerte cercana, el olor del incienso, la brisa del mar, quizás algunos pescadores, mercaderes de púrpura, viejos que fuman el narguile, los gritos de los niños que juegan fuera.
Pero ella piensa en su pequeña hija enferma. Ha oído hablar de Jesús y no mucho más. Es preciso que cure a su hija. Por esto ha bajado a la ciudad. Sidón era una ciudad de mala fama donde se encontraban mujeres de mala vida.
«¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija es cruelmente atormentada por un demonio» (Mt 15, 22). Pero Jesús no le respondió. Misterioso silencio de la Palabra. Los discípulos, que de ordinario buscan proteger al Maestro, comprenden que esta mujer es una verdadera madre y que no se dará por vencida. Están cansados de sus gritos e imploran a Cristo.
Aparente dureza de un corazón que será traspasado a causa de nuestros pecados. Jesús responde que no ha sido enviado más que para las ovejas perdidas de la casa de Israel. Ella es una pagana, siro-fenicia de nacimiento. ¿Qué le importa a esta madre el rechazo del Maestro? Insiste: ¡ayúdame! Todavía más cortante es la respuesta de aquel que arde de amor por cada alma: «Deja que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos» (Mc 7, 27).
Él es el pan de vida que se dará en alimento, y ahora rechaza servirse de su poder divino. El Maestro sabe mejor que nosotros mismos lo que nos conviene. No es a esa mujer a quien habla, es a sus discípulos, a quienes echará en cara amargamente su falta de fe. Esta pagana va a enseñarles cómo la fe puede trasladar montañas y vencer el corazón de Dios. «Señor, también los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos» (Mc 7, 28). «¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como quieres» (Mt 15, 28).
La fe de esta mujer se manifiesta en una petición humilde y perseverante. De esto tengo una venturosa experiencia –confiesa Josemaría en sus Apuntes íntimos , con fecha 10 de febrero de 1931–: cuando, sin sensiblerías, pero con verdadera fe he pedido al Señor o a Nuestra Señora alguna cosa espiritual (y aun alguna material) para mí o para otros, me la ha concedido (Apuntes íntimos 160). A menudo meditaba siete textos sobre la oración de petición que llevaba copiados en su agenda: Todo lo que pidáis con una oración llena de fe, lo obtendréis (cf. Mt 21, 22). Si dos de entre vosotros unen sus voces para pedir cualquier cosa, les será concedida (cf. Mt 18, 19). Todo lo que pidáis en la oración, creed que lo habéis recibido ya y os será concedido (cf. Mc 11, 24). «Quien pide recibe, y a quien llame se le abrirá» (Lc 11, 10). Lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dará (cf. n 12, 23). «Pedid y recibiréis y vuestra alegría será perfecta» (n 16, 24). «Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá» (Jn 15, 7).
Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas (Forja 832).
Agradecemos a la editorial Ciudad Nueva que nos haya permitido reproducir algunos párrafos del libro “15 días con Josemaría Escrivá”, escrito por D. Guillaume Derville.
- 15 días con Josemaría Escrivá (textos anteriormente publicados)